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La ilusión de control es un fenómeno clásico investigado por psicólogos experimentales que se refiere a la tendencia que tenemos las personas a creer que ejercemos el control sobre sucesos deseables, pese a que éstos sean, en realidad, del todo incontrolables.

Este fenómeno explicaría cómo, ante eventos aleatorios, las personas nos responsabilizamos de aquellos que son positivos mientras que atribuimos a causas externas los que son negativos. Un ejemplo de ilusión de control lo encontraríamos en la tendencia a atribuir las ganancias del juego (por ejemplo, las de una máquina tragaperras) a la propia habilidad al tiempo que culpamos a la mala suerte por las pérdidas.

Tradicionalmente el fenómeno de ilusión de control se ha abordado desde una aproximación motivacional relacionándolo con la imperante necesidad del ser humano por controlar el medio que le rodea.

La percepción de control personal es un pilar importante de nuestra autoestima, tanto, que la pérdida de control a menudo se experimenta amargamente hasta el punto de producir síntomas depresivos. Por este motivo, no es de extrañar que los seres humanos, en nuestro intento por mantener el control sobre nuestras propias vidas, lleguemos a ser capaces de distorsionar la realidad haciéndola más amable ante nuestros ojos.

No obstante, en el Laboratorio de Psicología Experimental de la Universidad de Deusto hemos llevado a cabo una investigación cuyos resultados sugieren una explicación alternativa a este fenómeno. Tal y como planteamos en el estudio publicado en la revista Experimental Psychology, la ilusión de control podría tratarse de un caso particular de sesgo o ilusión cognitiva dentro de la familia de las ilusiones causales.

Las ilusiones causales, como su propio nombre indica, son creencias ilusorias acerca de relaciones causa-efecto. En el caso particular de la ilusión de control la "supuesta" causa sería la acción que realiza la persona con la intención de que ocurra el efecto. La persona desarrolla la ilusión de control porque cree que su conducta causa la aparición del efecto. Las ilusiones causales se producen sistemáticamente bajo ciertas circunstancias relacionadas con la forma en la que las personas interpretamos la información que se refiere a la ocurrencia de los eventos causa potencial y resultado.

El ser humano, al igual que otros animales, ha desarrollado sistemas cognitivos especializados en extraer conocimiento de las relaciones entre eventos del entorno. Este conocimiento es vital en tanto que permite predecir y controlar los eventos con significado adaptativo. Los procesos cognitivos implicados en la extracción de este conocimiento tienen una especial sensibilidad a la información derivada de las situaciones en las cuales dos eventos coinciden (por ejemplo, una acción y el efecto deseado).

Damos mayor importancia a las coincidencias porque éstas, por norma general, suelen indicar que existe una relación. Sin embargo, estas coincidencias pueden ser fruto de la casualidad. Por ejemplo, pueden deberse, tan sólo, a que tanto la causa potencial como el efecto ocurren con mucha frecuencia y, por este motivo, es habitual que los dos coincidan en el tiempo. Es en estas circunstancias en las cuales se desarrolla la ilusión causal.

En el caso particular de la ilusión de control es la persona que desarrolla la ilusión la que establece por medio de su conducta cuan frecuentemente ocurre la causa potencial. De este modo, una persona que actúe repetidamente en un intento por controlar un evento incontrolable de relativa frecuencia, facilita, por medio de su constancia, que se den coincidencias temporales que le lleven a desarrollar la ilusión. En este caso, sería nuestra predisposición a ver una relación causal donde sólo hay coincidencias y no nuestra necesidad por controlar el evento deseado lo que produciría la ilusión de control.

En dos experimentos pusimos a prueba las dos aproximaciones explicativas (la motivacional y la cognitiva) manipulando ortogonalmente dos factores en una situación en la cual la relación entre la causa potencial y el efecto era siempre nula. El primero de los factores, la implicación activa, está relacionado con la explicación motivacional. La implicación activa se refiere a que la persona sea agente directo (que sea su conducta la causa potencial) por contrapunto a que sea mero observador (que la causa potencial sea un evento externo a la persona). Según la explicación tradicional para que se desarrolle una ilusión de control la persona debe implicarse mediante sus acciones en la consecución del evento deseado. Si la persona no es agente directo la ausencia de relación entre la causa potencial y el efecto no se percibe como una amenaza (no se produce el sentimiento de pérdida de control) y, por lo tanto, no debería desarrollarse la ilusión.

Sin embargo, si entendemos la ilusión de control como un caso particular de ilusión causal, el hecho de que la causa potencial sea la conducta de la persona o un evento ajeno a la misma es indiferente, la ilusión se desarrollará siempre que la causa potencial y el efecto coincidan frecuentemente. Manipulamos la implicación activa mediante un procedimiento denominado actor-observador (ver Figura 1a). Este procedimiento implica dos participantes emparejados, el actor y el observador. El actor realiza activamente la tarea experimental (su conducta actúa como causa potencial) en un ordenador, mientras que el observador presencia, como espectador pasivo, la ejecución de su compañero (en este caso mediante una pantalla de ordenador que muestra una imagen clonada de la pantalla del participante emparejado; ver Figura 1b).

Al final del experimento se pide a los dos participantes que juzguen la relación entre la acción del participante activo y la aparición del efecto.
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Figura 1. Procedimiento actor-observador utilizado en los experimentos del estudio. a) Los participantes que ejercen el rol de actor tienen una implicación activa en la tarea experimental, mientras que los que ejercen el rol de observador son meros espectadores de la ejecución de su compañero. b) En la fotografía puede verse las cabinas experimentales utilizadas para este estudio. A la derecha, la cabina identificada como “Participante A”, era la cabina del participante con el rol de actor. Esta cabina incluía una pantalla de ordenador y un ratón. A la izquierda, la cabina identificada como “Participante B”, era la cabina del participante con el rol de observador. Esta cabina incluía, tan sólo, una pantalla con la imagen clonada de la pantalla contigua.
El segundo factor, relacionado con la explicación cognitiva, se refiere a la frecuencia con la que ocurre la causa potencial. Como ya se ha señalado, cuanto mayor es la frecuencia con la que ocurre la causa potencial (ya sea ésta la propia acción de la persona o un evento ambiental) más fácil será que esta causa potencial y el efecto coincidan en el tiempo.

A su vez, cuanto mayor es el número de estas coincidencias mayor será el grado de ilusión que desarrolla la persona. Manipulamos este factor mostrando a los participantes dos informaciones distintas, para la mitad de ellos la probabilidad con la que se presentaba la causa potencial era alta mientras que para la otra mitad esta probabilidad era baja.

De este modo, contamos con cuatro grupos: dos grupos de participantes eran actores y los otros dos observadores y a su vez (de manera ortogonal) para dos de los grupos la probabilidad de la causa potencial era alta y para los otros dos era baja.

Los resultados muestran que cuando la frecuencia con la que ocurre la causa potencial es alta los participantes desarrollan mayor ilusión, independientemente de si son agentes activos o meros espectadores. Este último factor (implicación personal) no muestra diferencias en el grado de ilusión. Estos resultados apoyan la explicación cognitiva acerca del origen de la ilusión de control sugerida por nuestra parte y abren la puerta a nuevas reinterpretaciones de los resultados de estudios previos acerca de este fenómeno.
Referencias
Yarritu, I., Matute, H., & Vadillo, M. A. (2014). Illusion of control: The role of personal involvement. Experimental Psychology, 61, 38-47.