El psicópata carece de empatía, es decir, no puede ponerse en el lugar de los demás, de modo que no sólo omite los sentimientos de las otras personas, sino que desprecia los pensamientos, opiniones y actos de éstas. Ello determina una total insensibilidad en el aspecto emocional, y en el ámbito racional la existencia de un pensamiento único, egocéntrico, rígido y autoritario.
El psicópata es mentiroso y manipulador, simula hallarse integrado en su medio social y establecer buenas relaciones con los demás. Incluso en los casos de mayor gravedad del trastorno, puede desarrollar con normalidad sus actividades en todos los ámbitos de la vida. Estas características hacen que la enfermedad sea difícil de detectar, y que sólo se conozca a través de las consecuencias de los actos del psicópata, cuando éstos son descubiertos o alcanzan notoria trascendencia.
Cuando individuos con personalidad psicopática ocupan cargos de responsabilidad, la gravedad de las citadas consecuencias están en relación directa con la importancia del cargo, no sólo debido a las repercusiones de los actos de quienes dirigen, sino al número de personas que se ven afectadas por sus decisiones.
Los líderes políticos y de gobierno que padecen transtornos psicopáticos son el ejemplo más notorio en este aspecto.
Algunas políticas sólo están orientadas para servir a intereses cuyo única aspiración es la obtención de algún tipo de beneficio. La planificación de las estrategias coherentes con esos fines no reparan en consideraciones de ningún tipo acerca de los medios a utilizar ni tienen en cuenta las consecuencias negativas que puedan derivarse de su ejecución. Las políticas de este tipo son diseñadas de modo pragmático y estrictamente racional, están dirigidas hacia objetivos concretos y son por completo insensibles a las necesidades de las personas y a los perjuicios que puedan provocarles.
Políticas de esta índole sólo pueden ser concebidas y llevadas a la práctica por individuos con personalidad psicopática, ya que requieren una absoluta insensibilidad emocional y un pensamiento único y excluyente, inflexible y autoritario, e indiferente a los sentimientos y pensamientos ajenos. Desde esta perspectiva, sólo los psicópatas son idóneos para ejercer de forma efectiva algún tipo de mando o detentar el poder, pues dicho ejercicio, por sus características, requiere de un tipo de personalidad específica, que es de hecho una personalidad anormal y enferma.
La mayoría de los seres humanos, a pesar de su enorme variabilidad y de las grandes diferencias interindividuales, son en general psicológicamente normales, ya que de otro modo sería imposible que los individuos desarrollaran con éxito su ciclo vital, condición sin la cual sería inconcebible la supervivencia y continuidad de la especie. La mayoría de las personas son conscientes de sus actos y de sus consecuencias y son sensibles a las experiencias de los demás; sienten, piensan y organizan su vida y sus actividades de una manera que los psicópatas consideran con desprecio "ingenua" y "elemental".
Debido a estas características, la mayor parte de la población carece de los atributos necesarios para ejercer efectivamente el mando o detentar el poder. Por este motivo delega, de las formas más diversas, la responsabilidad de la toma de decisiones en aquellos individuos dotados especialmente para hacerlo: los psicópatas; individuos que a partir de esa delegación se arrogan un derecho absoluto que consideran legítimo e indiscutible.
Convencidos de este derecho, los dirigentes psicópatas se consideran en posesión de verdades absolutas, persisten de manera insistente y repetitiva en su discurso y propósitos, ignoran y desprecian las opiniones mayoritarias de los ciudadanos que le otorgaron el poder, mienten y manipulan para conservarlo, y son por completo insensibles a los sufrimientos que pueden derivarse de las acciones que promueven. Sólo prima en ellos el logro, al precio que sea, de los objetivos que se han trazado de manera inflexible.
Dirigentes de este tipo pueden llevar a su máxima expresión las políticas citadas anteriormente: la confrontación bélica. La guerra se nutre de elementos en los que juegan un papel relevante los sentimientos básicos y las pasiones elementales (racismo, inseguridad, fanatismo político y religioso, etc.); pero en su origen, toda guerra es una estrategia diseñada de modo racional y pragmático para alcanzar unos objetivos, satisfacer unos intereses y obtener unos beneficios sin reparar en los medios ni en las consecuencias, y con total indiferencia por la catástrofe que implica y los sufrimientos que provoca.
Los seres humanos debemos oponernos con énfasis al desarrollo e imposición de estas políticas, pues se trata de estrategias diseñadas por mentes enfermas y que se oponen frontalmente al proceso civilizador que debería caracterizar a las sociedades del siglo XXI. Las grandes movilizaciones que han tenido y tienen lugar en los últimos tiempos reflejan los sentimientos y pensamientos de millones de hombres y mujeres. La paz, la justicia y la fraternidad son las metas que mueven a la mayor parte de ellos, y en éstas premisas deberían basarse todas las decisiones políticas.
En nombre de esa humanidad y de esas aspiraciones, la resolución pacífica y civilizada de los conflictos debe ser el único camino a seguir; y aquellos dirigentes que dan la espalda a la opinión mayoritaria de los ciudadanos, que traicionan los ideales más nobles de los pueblos y precipitan a la civilización en el abismo de los tiempos más dramáticos y oscuros de la historia, deben ser neutralizados, relevados de sus cargos y sustituidos por personas que sean sensibles a las necesidades y aspiraciones de los seres humanos civilizados.
Fuente: epsys
Comentario: No queremos perder oportunidad de remarcar la importancia de entender quiénes son (o qué son) estos sujetos que toman decisiones en nuestro nombre y para "nuestro bien" conocidos como "gobernantes".
Sólo un auténtico psicópata puede promover la política internacional que impera en el planeta. Sólo un sujeto con una carencia total de conciencia moral, de remordimientos y de empatía, puede manifestar tal desprecio por la vida humana.
El modo de pensar de semejantes monstruos, lamentablemente, se propaga en la sociedad haciéndose eco en sujetos permeables. Sólo así podemos entender la ingenuidad de la humanidad hacia las falsas políticas contra el terror de EE.UU. o la insensibilidad de Occidente ante el genocidio en Palestina.
No quitarle los ojos de encima a estos agentes patológicos que infectan a la humanidad y esforzarse por comprender las dinámicas subyacentes a su accionar, es la mejor forma de mantener activo y vigoroso el sistema inmunológico de las sociedades.
Recomendamos un repaso al artículo Reflexiones sobre Ponerología Política y por supuesto la lectura de "La ponerología política" de Andrzej Lobaczewski, la obra que bien podría ser la MÁS importante que jamás haya leído.
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