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Los atascos de Issawiya se extendieron a otros barrios árabes de Jerusalén bloqueados por las fuerzas de seguridad, como el campo de refugiados de Shuafat, Shur Baher, Silwan o Ras el Amud, de donde partió el miércoles el joven palestino que acuchilló a una mujer de 70 años en la estación central de autobuses antes de ser tiroteado por la policía.
"Nosotros no tenemos la culpa de los ataques", se indignaba el taxista Amir al volante de su vehículo blanco con licencia del Ayuntamiento de Jerusalén. "Nos cuesta casi dos horas recorrer menos de un kilómetro desde el centro de Issawiya hasta el puesto de control", clama. "Como esto dure mucho, voy a tener que vender el taxi".
Varios conductores hacen sonar las bocinas con una resignada cadencia mientras otros echan pie a tierra para matar el tiempo. Entre los vertederos de las cunetas tres niños recogen chatarra. "¡No al bloqueo!", grita en inglés una palestina con el pañuelo islámico ante una cámara de televisión mientras enfila hacia el interior del barrio cercado.
El despliegue policial era masivo este jueves en Jerusalén, con casi un policía en cada esquina, en cada parada de autobús y de tranvía. Además de los retenes permanentes, los agentes de la policía montaban puestos de control móviles. Los bloques cuadrados de hormigón completan el cerco al menos a cinco barrios árabes, a la espera de la incorporación de 300 soldados en Jerusalén Este para reforzar a la policía y de otros 300 militares para vigilar provisionalmente el transporte público.
La vida cotidiana en los distritos árabes de la Ciudad Santa, ya habitualmente difícil por la ausencia de servicios públicos y el marcado retraso de su economía, se verá previsiblemente complicada por los bloqueos policiales. "He venido a traer un frigorífico, pero no creo que vuelva en mucho tiempo", explicaba Mohamed, de 24 años, distribuidor de la cadena de comercios palestina Sbitany, en pleno atasco en Issawiya.
Un castigo colectivo
"Esto es un castigo colectivo para todos nosotros por los actos de unos pocos", argumentaba. Los agentes israelíes no parecían tan interesados en inspeccionar los vehículos o revisar la documentación de sus ocupantes como en gestionar con parsimonia el tráfico de salida del barrio.
Comentario: En efecto, el hecho de que disturbios y enfrentamientos entre algunos sean utilizados para castigar a la población en general, nos lleva a preguntarnos ¿quién gana de esta situación? ¿Es descabellado pensar que al menos en parte haya sido deliberadamente provocada por agentes provocadores? ¿Se prepara Israel para implementar la "solución final"?