Hay una efeméride que ha pasado desapercibida: el 20 de febrero se cumplieron diez años del referéndum de la Constitución europea celebrado en España.

Una Constitución que fue sustituida por el Tratado de Lisboa y con la que quedó cortada la pretensión de dotar de florido verso a los cambios que se han producido en la UE a partir de entonces. Y hay dos fotografías que en el último mes han mostrado que la deriva seguida por la UE desde 2011 puede ser cambiada. La primera escena se produjo el 18 de marzo, cuando miles de personas rodearon el Banco Central Europeo (BCE) el día de la inauguración de su nueva sede en Frankfurt.
Imagen
© MontecruzFrankfurt: al fondo, la Eurotower, en primer plano, manifestantes de Blockupy.
El rastro de coches calcinados en las fotografías tapó, sólo en parte, un debate en Alemania sobre el papel del BCE en la crisis y la necesidad de replantear los papeles de acreedores y deudores.

La segunda fotografía se produjo seis días después, cuando Angela Merkel acompañó a Alexis Tsipras para atar un acuerdo que desbloquee la crisis de la deuda griega.

Un acuerdo que podría dar una oportunidad a Syriza y, de paso, a Podemos, para mostrar que el tiempo de la austeridad puede estar llegando a su fin o al menos que los márgenes dentro de la misma no son tan estrechos como preconiza la ortodoxia. Para el militante ecologista Tom Kucharz es necesario concretar quienes son los representantes de esa ortodoxia:
"El eurogrupo, el Pacto de Estabilidad de Crecimiento de la UE, el poder político y económico dominante, el sistema financiero". En este sentido, Kucharz discrepa de que Alemania sea líder del proceso porque esto "descarga demasiada responsabilidad del resto de Ejecutivos de la UE, que siempre han votado a favor de las medidas antisociales de la UE".
Pocos dudaban de que Tsipras se reunía con la líder de la UE. El encuentro de Tsipras y Merkel establecía un primer paréntesis en la escalada de tensión entre las opiniones públicas de Alemania y Grecia a raíz de la crisis de la deuda. El acuerdo de negociar nuevas condiciones para el rescate ha sido presentado por unos y otros como una victoria en sus respectivos países.
"Los acreedores no pueden mostrar una actitud benevolente, cuando están aplicando en casa las medidas de ajuste estructural", afirma el economista Antonio Sanabria en referencia al sistema de minijobs que implantó Alemania y que supuso un disciplinamiento salarial profundo. Por otro lado, prosigue Sanabria, Syriza "tampoco puede transigir; les han votado para eso, no para que firmen lo que firmaron Papandreu o Samarás", dice sobre los Memorándum de Entendimiento asociados al rescate.
Un rescate que, según reconoció por primera vez un directivo del FMI, Paolo Batista, en una entrevista en marzo en la TV griega, estuvo dirigido a salvar los balances de bancos franceses y alemanes, no a la economía griega.

En opinión de Kucharz fueron otros motivos los que llevaron a ese principio de acuerdo: "Yo sería más cauteloso a la hora de decir si se abre margen o no. Tengo la sensación que ni la UE, ni el Eurogrupo ni Alemania va a dar margen. Lo cierto es que Merkel, Draghi y el jefe del eurogrupo recibieron llamadas del Gobierno de EE UU planteando la necesidad de no dejar salir Grecia de la eurozona porque ello fortalecería a Rusia si Grecia entrara en la esfera rusa". Una estrategia publicitada por Reuters, que afirmaba en nota de prensa que el apoyo ruso ha llevado al ejecutivo de Syriza a negarse a cumplir con la primera fecha - 9 de abril - impuesta por el FMI para la adopción de nuevas reformas en el marco de los pagos necesarios para evitar la bancarrota griega.

El castigo en la prensa europea a Grecia se produce en una fase de la crisis en la que los líderes de los Estados europeos defienden que la recuperación económica va a llegar. Para ello, se escudan en el Plan Juncker, con el que se prevé que el sector industrial alcance el 20% del PIB europeo - actualmente está en el 15% - y en la política de expansión llevada a cabo por Mario Draghi en el banco central. La puesta en marcha, por parte del BCE, del programa Quantitative Easing ha tenido efectos reales para sanear balances bancarios, y también efectos simbólicos, opina el analista de la Universidad Nómada Raúl Sánchez Cedillo, para quien "las palabras tienen efectos sobre la realidad cuando son pronunciadas en el momento y por la persona adecuadas, como el ya célebre 'lo que haga falta para salvar el euro' de Draghi el 26 de julio de 2012". El dinero puesto en circulación por el BCE es una recuperación, pero ¿de qué economía? Para Sánchez Cedillo, "no alimentará sino nuevas burbujas, inmobiliarias, energéticas o de obra pública especulativa en el caso español, pero gana tiempo y suaviza las condiciones de inestabilidad política en el sur de la UE, contra Syriza, contra Podemos, y también contra el M5S en Italia. La principal política sistémica no la hace Rajoy, como es obvio, sino Draghi".

La mesa de los caníbales

En un contexto en el que el cruce de intereses entre los principales partidos alemanes, la Citi de Londres, la gran industria y las élites europeas determinan qué va a pasar, la propia noción de soberanía se conforma como un mantra más que una realidad, algo que señalaron los activistas de Blockupy, en su mayoría alemanes e italianos, al interpretar que Frankfurt "es un cruce en el que se encuentran las calles de Roma, Atenas y Madrid". Y poner en el centro una falta de democracia, "un gobierno únicamente a favor de los intereses económicos de las élites con una porción enorme de corrupción y actividades ilícitas", subraya Kucharz, que no sólo se da en los países periféricos. Para este militante de Ecologistas en Acción, "lo que ha podido desenmascarar la movilización de Blockupy es justamente el verdadero 'Gobierno en la sombra de la UE: el BCE. Se ha reconocido incuso en los grandes medios alemanes que las medidas expansionistas de la política monetaria de Draghi ha enriquecido los más ricos, y profundiza la transferencia de riqueza de las clases populares a las clases más enriquecidas por los beneficios que se han provocado en los mercados financieros y en las capas de la sociedad que tiene inversiones en bolsa. La bolsa alemana DAX ha registrado beneficios récord históricos tras las últimas medidas del BCE".

Desmontar el rigor del llamado ordoliberalismo alemán pasa, en primer lugar, por el cuestionamiento del euro, una moneda que, concebida desde parámetros monetaristas, "es una aberración democrática: denomina las deudas privadas sin incluir atisbo alguno de reconocimiento de la deuda social", parafrasea Isidro López en relación al ensayo Un new deal para Europa. Un euro, diseñado deliberadamente, según Susan Watkins, en el último número de New Left Review, para "resultar inmune a las presiones electorales".

Hoy, la ruptura de la divisa común está fuera del debate, según Sánchez Cedillo:
"La opción exit se mantiene como opción de última instancia o como farol, pero, como ha demostrado Varoufakis - junto a James K. Galbraith y Stuart Holland - con su modesta propuesta, hay que explotar las contradicciones internas entre los poderes políticos y financieros en la eurozona, estirando los límites - arbitrarios - de Maastricht, del Pacto Fiscal y del Pacto del Euro de 2011".
El Tratado de Maastricht y los dos pactos a los que hace referencia Sánchez Cedillo han establecido el margen político, social y económico en el que hoy se mueve la UE. Hoy, como explicaba Susan Watkins hace unas semanas, "París está a la espera de saber si su presupuesto satisfará o no a los hombres de Schäuble [el ministro alemán de finanzas] en Bruselas". Para Sanabria, una nueva política fiscal es imprescindible para la reformulación de la Unión Europea, así como un "plan Marshall" atento a los límites ecológicos y que supere la dinámica de devaluación salarial continua.

Cuatro años después del Pacto del Euro, casi diez de cada cien europeos están en el desempleo, los mismos que en 2011. También hay más europeos, una cuarta parte, en riesgo de pobreza o exclusión social. El dato explicita la política adoptada por los países europeos para invocar la recuperación económica: la bajada de costes unitarios para incentivar el aumento de las exportaciones. Antonio Sanabria resume esta política en tres palabras: "Es un disparate". Se parte de una premisa falsa, señala Sanabria, que es la competitividad, pero hasta la ortodoxia neoliberal reconoce que "las exportaciones no aumentan si bajan los costes". El agravante, que la restricción de salarios "se carga la demanda interna", indica.

Xenofobia y populismo

A partir de Maastricht se consagró un modelo que ya estableció algunas de las características básicas: el funcionamiento autónomo "sin control democrático y sin rendición de cuentas", en palabras de Kucharz, del BCE, un sistema de representación en el que la parte elegida democráticamente apenas tiene peso, y el de­sencadenamiento de un desempleo estructural y una división europea del trabajo y especialización productiva de cada territorio que, en el caso del Estado español, se basa en una economía extractiva de servicios, con el ladrillo y el turismo como principal oferta productiva.
Un corpus de normas que, subraya Sánchez Cedillo, es xenófobo como "todo mercado común en el que los derechos de la fuerza de trabajo se definen a partir de los derechos laborales de los países miembros, y por lo tanto condenan a la subalternidad a los migrantes. A los extracomunitarios en primer lugar, pero también a los comunitarios".
Con este caldo de cultivo, el discurso de partidos como UKIP en Reino Unido, Alternativa por Alemania (AfD), el Frente Nacional en Francia y de figuras como Panos Kammenos, de Anel, socio de Gobierno de Syriza, se presenta como "populismo de derechas" en una generalización que sirve a las estructuras-partido de centroderecha y centroizquierda para encuadrar también a los partidos antiausteridad. En este sentido,las aún débiles redes de movimientos europeos juegan un papel fundamental para esquivar el discurso identitario basado en la explotación de las diferencias estructurales en las que la UE ha sido concebida. Para Kucharz:
"La izquierda política debe ser más valiente a la hora de romper con el modelo de integración de la UE para no dejar el sentimiento anti-UE y la frustración con las políticas antisociales de la UE a la extrema derecha, que - como se muestra en el caso de Francia y varios países del Este de Europa - se fortalecen electoralmente".