Camille Paglia es una crítica académica y social estadounidense que ha sido profesora en la Universidad de Artes en Filadelfia, Pennsylvania, desde 1984. Paglia ha estado criticando el feminismo contemporáneo y el post-estructuralismo. En este vídeo, expone las ideas presentadas en su libro Mujeres libres, hombres libres.



Entre sus principales propuestas, Paglia hace un llamado a terminar la guerra entre los sexos que el feminismo contemporáneo está llevando a cabo. Esto se puede ver en las ridículas demandas que se están haciendo a los hombres de ajustarse a los lineamientos ideológicos del colectivo feminista, cuyas miembros, inspiradas más bien por un fuerte resentimiento, niegan todo lo positivo de la masculinidad y consideran que aplastar a los hombres es la única manera de que las mujeres sean más libres.

Sin embargo Paglia resalta el hecho de que en realidad la mayoría de los hombres están de acuerdo con que las mujeres avancen en el ámbito social, laboral y político, pues ya no estamos en épocas pasadas en que esa posibilidad no existía. Entonces, machacar a los hombres no conduce a nada constructivo, más bien genera más división y más dificultades a la hora enfrentar los problemas que realmente aquejan nuestra sociedad.
camila paglia
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Camille comenta que ella es consciente de que las mujeres son, en general, infelices, pero insta a que dejen de culpar a los hombres de su infelicidad. Ese sentimiento de desdicha (y de la sociedad en general) se debe, según ella, a cambios sistémicos importantes en nuestro modo de vida. Por ejemplo, mientras antes existía un fuerte vínculo social y las mujeres gozaban de su propio poder en el ámbito privado, lo que generaba una solidaridad entre ellas al trabajar juntas en sus tareas cotidianas, hoy día se ha perdido un sentido de comunidad y una suerte identidad colectiva.

Obviamente, no se trata de volver al pasado y pretender que todas las mujeres vuelvan a las tareas de la casa, sino más bien de reconocer que el cambio en el modo de vida genera grandes pérdidas que nos afectan de muchas maneras. Y no solamente a las mujeres. Camille habla de cómo los jóvenes también se ven afectados y manifiestan una especie de dislocación psicológica, lo que los lleva a desarrollar algún tipo de identidad y sentido de pertenencia que se materializa, entre otras formas, en la adicción a las redes sociales, y disminuyen las habilidades de razonamiento, lectura, escritura, etc.

Que la sociedad actual es infeliz no es ningún secreto. Y vemos numerosos intentos de escapar de tal dislocación psicológica en las crecientes adicciones que se ven el mundo (la adicciones son principalmente causadas por una falta de conexión humana real). La epidemia de adicción a opioides en EEUU y a las drogas en general ha alcanzado niveles exorbitantes, al punto de ser considerada un verdadero problema nacional en ese país.

El consumismo desmedido, que conduce a un comportamiento que linda con lo salvaje (como lo observamos año tras año durante el Black Friday), parte del anhelo de compensar el vacío interno con objetos. Además evidencia esta necesidad imperiosa de identificarse (en este caso con la cultura del consumismo) al punto tal de ser capaz de tirar por la borda el valor del cuidado y el respeto humano solo para obtener alguna mercancía en promoción antes de que otro se la pueda arrebatar. El aumento de las tasas de suicidio, depresión y otros padecimientos psicológicos también representan un mundo que, sin duda, no está favoreciendo el desarrollo sano de las personas.

Al respecto, vea: No vamos a resolver todos esto problemas, y otros aún más tristes (como las guerras que existen actualmente en el mundo, el terrorismo y el hambre de miles de personas desfavorecidas), creando más abismos entre nosotros (con una guerra entre diferentes géneros, por ejemplo), sino juntándonos y aprendiendo a convivir y a respetarnos con nuestras diferencias y similitudes. Para lograrlo, también necesitamos comprendernos mejor a nosotros mismos como humanos, y para esto, es imperativo que las ciencias y los diversos campos del conocimiento puedan ejercerse sin coacción (como es el caso de la censura de lo "políticamente correcto" que intenta imponerse en nuestros tiempos).

¿Por qué es importante conocernos mejor a nosotros mismos para poder convivir con respeto? Pues porque si sabemos acerca de cómo nuestros instintos u otros mecanismos fisiológicos, psicológicos y sociales afectan nuestro comportamiento, quizá podamos aprender a actuar de manera más consciente para con los demás, respetando el hecho de que ellos son tan humanos como nosotros, con sus propias características particulares asociadas al género biológico y/o otras condiciones heredadas o desarrolladas a lo largo de la vida.

Un ejemplo de la importancia vital de este autoconocimiento puede observarse por ejemplo en cómo los hombres responden a un estímulo visual femenino. Ser consciente de este entendimiento básico nos haría comprender que querer vestir de manera sexy conlleva ciertas responsabilidades en cuanto a los deseos y fantasías que ésto genera en los hombres. Es decir, la libertad de una mujer de vestirse de una manera provocativa, conlleva la responsabilidad de saber que probablemente provocará el deseo instintivo de varios hombres de acercarse a ella simplemente por sexo. Esto no significa que se deba justificar el comportamiento violento de algunos hombres, sino que las mujeres también deben entender que (tan lamentable como pueda sonar) se desenvuelven en un mundo poblado de individuos que responden inconscientemente a los comandos de sus instintos (que en gran medida están condicionados por su género) y que éstos afectan en gran medida su comportamiento. Esto puede vislumbrase con mayor detalle en los siguientes artículos: Es cierto que el ser humano es diverso en cuanto a sus manifestaciones culturales y sus estructuras sociales, y que éstas, en buena medida, tienen que ver con capacidades cognitivas que se elevan por encima del aspecto biológico. Sin embargo, la realidad también es que esta diversidad se construye sobre una base biológica y material que influye enormemente su conducta y, por tanto también sobre lo que conocemos como "constructo social y cultural" de la humanidad.

Camille Paglia explicó en varias ocasiones que existen claras diferencias entre hombres y mujeres, determinadas por millones de años de evolución en cuanto roles sociales, así como también por la influencia de las diferentes hormonas y características biológicas. Eso no significa que no puedan existir personas que no se identifiquen completamente con alguno de estos géneros, pero su existencia no borra las marcadas diferencias naturales que existen entre los sexos, ni tampoco evita que estas diferencias puedan resultar en tensiones lógicas producto de que mujeres y hombres deban compartir un mismo mundo y encontrar la forma de convivir juntos en él.

Más allá de estas inclinaciones que tienen que ver mayormente con preferencias de carácter personal, el ser humano no puede definirse como colectivo tan sólo por su identidad sexual o por su ideología, sino que debe intentar comprenderse a sí mismo desde una perspectiva más amplia y profunda.

Es entonces en este sentido que Camille Paglia llama a terminar con la locura de excluir la biología de los estudios de género. Ella señala la importancia de introducir estudios importantes, como la medicina, la antropología y la historia, para comprender los géneros humanos y al humano en general.

Empoderarnos como humanos, no meramente como hombres o mujeres

Camille aboga por que "los hombres recuperen un sentido de quiénes son como hombres y no sientan que deben obedecer a ninguna lista de demandas creadas en Manhattan por Gloria Steinem y Cía.". Luego agrega: "La demanda de que los hombres se redefinan a sí mismos hasta que encajen en lo que las feministas quieren que sean, es una locura".

Con respecto a las mujeres, Camille las insta aprender a defenderse y a respetar su propia dignidad en cada situación, a poner el freno, a tener la responsabilidad y libertad de gobernar sus propias relaciones con los hombres. Y esto implica que deben dejar de lado la actitud de víctima y asumir una postura de autodeterminación y fortaleza. Ella comenta que muchas mujeres simplemente aceptan las injusticias y se quedan resentidas, para más tarde escupir todo el veneno acumulado por todas aquellas ocasiones en las que se las ha "maltratado". Camille sugiere que aprendamos a decir NO sin vergüenza y sin esa fragilidad normalmente asociada al mundo femenino de clase media-alta.

Pero es importante no perder de vista el papel positivo que tienen los hombres "buenos" en la sociedad y saber que en todo caso, si un hombre es injusto con las mujeres, realmente está demostrando su propia debilidad (en el mejor de los casos) o una patología (en el peor de los casos), pero eso no define a todo el género masculino.

Como dijo en una entrevista para L'Express la catedrática de Filosofía en la Escuela Politécnica de París, Elisabeth Badinter, conocida por sus trabajos sobre el siglo XVIII, en especial en relación con la historia de las mujeres, y por ser una de las principales estudiosas del movimiento feminista:
L'Express (LE): Tú sugieres que las mujeres también pueden ejercer violencias contra el otro sexo.

Elisabeth Badinter (EB): Yo me sublevo contra las representaciones generalizadoras "todas víctimas" que remite a "todos verdugos". Es verdad que hay muchas más mujeres que son víctimas de los hombres que lo inverso, pero también hay verdugos-mujeres y arpías de todo género. En uno y otro caso son minorías que competen a la patología social o psicológica, y no a la realidad de los dos sexos.
De hecho, Elisabeth expone que las feministas muchas veces exageran los números para justificar la imposición de leyes absurdas:
(LE): Vas demasiado lejos. Dices que hay engaño intelectual. El discurso feminista se apoyaría sobre cifras infladas artificialmente y en argumentos a menudo tergiversados.

(EB): Para justificar leyes tan protectoras, es imprescindible demostrar que las mujeres son constantemente víctimas de los hombres. Hay un malentendido que se está extendiendo en Francia y en toda Europa acerca de las violencias de las que serían víctimas las mujeres, y esto no es inocente. ¿Es legítimo sumar violencias, lesiones y presiones psicológicas como si se tratase en todos los casos de una misma violencia?

Cuando todos los medios de comunicación repiten que el 10% de las francesas son objeto de violencias conyugales, sin más precisiones, el público y algunos periodistas traducen inmediatamente: el 10% de las francesas son mujeres maltratadas. Lo cual es falso. Leyendo la encuesta que se halla en el origen de este "índice global de violencias conyugales", un 2,5% de mujeres son objeto de agresiones físicas, un 0,9% serían víctimas de violaciones conyugales y otras prácticas sexuales impuestas, mientras que un 37% se considera víctima de presiones psicológicas. ¿Por qué se silencian siempre estas precisiones tan necesarias? Y ¿por qué esta cifra del 10% se convierte en un 12% o un 14% al hilo de artículos y emisiones consagradas a este tema, si no es porque, conscientemente o no, se obtiene de ello un beneficio un poco perverso?

Hay una especie de alegría, de escalada, en la explotación de las estadísticas: un 10% de mujeres víctimas significaría un 10% de hombres violentos. ¡Aquí tenemos una clara señal de la dominación masculina!
Y agrega:
(LE): ¿Qué te gustaría decirle a tu hija pequeña?
(EB): Lo mismo que a mi hijo pequeño: el hombre es el mejor amigo de la mujer a condición de que ambos aprendan a hacerse respetar.