Traducido por el equipo de SOTT.net en español.

La semana pasada Estados Unidos advirtió de ataques militares contra Siria "si" las fuerzas del gobierno utilizaban armas químicas (AQ). Esta semana, Trump se sinceró al omitir una mención al pretexto de las AQ, limitándose a advertir a Siria que no ataque a los terroristas.

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© Ammar Abdullah / ReutersLos miembros del Frente de Nusra de Al Qaeda portan sus armas mientras se acercan a sus posiciones.
Trump tuiteó su advertencia a Siria, así como a sus fuerzas aliadas rusas e iraníes, de no lanzar una ofensiva militar para retomar el control de la provincia noroccidental de Idlib. La zona es el último baluarte que queda de los grupos militantes armados ilegalmente en Siria. Éste podría ser el final de la guerra de casi ocho años.

El lunes, Trump dijo: "El presidente Bashar al-Assad de Siria no debe atacar imprudentemente la provincia de Idlib. Los rusos e iraníes estarían cometiendo un grave error humanitario al participar en esta potencial tragedia humana".

El alto general de Estados Unidos, Joseph Dunford, jefe del Estado Mayor Conjunto, también reiteró su aparente ansiedad por las bajas humanitarias, pidiendo una "operación a la medida".

Por lo tanto, las presuntas armas químicas ya no son parte del razonamiento de Estados Unidos. Se trata básicamente de no hacer ningún movimiento militar. El presidente estadounidense añadió que "cientos de miles de vidas" podrían perderse si Siria y sus aliados se movilizan para librar a la provincia de unos 10.000 militantes que se encuentran entre tres millones de civiles.

La aparente preocupación "humanitaria" de Trump parece alarmista, si no cínica. ¿En qué momento expresó reticencias similares cuando las fuerzas aéreas de EE.UU. destrozaron Raqqa el año pasado, causando miles de muertes de civiles?


Esta semana, funcionarios rusos e iraníes están trabajando con Siria para establecer corredores humanitarios en Idlib a fin de evitar que los civiles resulten heridos.

El presidente ruso Vladimir Putin también tiene previsto ir a la capital iraní, Teherán, este fin de semana para impulsar un acuerdo de paz definitivo. Despejar el último bastión de grupos terroristas de Siria en Idlib es crucial para restaurar la paz en todo el país. ¿Por qué Washington y sus aliados intentan obstruir ese resultado final?

El calamitoso oprobio de Trump de una ofensiva militar final en Idlib marcó un cambio significativo con respecto a las advertencias anteriores emitidas por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, Gran Bretaña y Francia. Las tres potencias se comprometieron la semana pasada a tomar medidas militares si el ejército sirio utilizaba armas químicas en la ofensiva prevista.

Esas amonestaciones se consideraron en general como un intento de las potencias occidentales de crear una provocación de falsa bandera para culpar a las fuerzas del gobierno sirio y, por lo tanto, darse un pretexto para lanzar ataques militares contra el presidente Assad. En primer lugar, el gobierno sirio ya no posee tales armas, puesto que ha eliminado su arsenal bajo supervisión verificada de la ONU.

La alarma occidental sobre las armas químicas fue una farsa evidente. La misma fórmula dramática fue utilizada a principios de abril de este año cuando un supuesto incidente tóxico en Duma, cerca de Damasco, fue atribuido al ejército sirio en los medios de comunicación occidentales, lo que resultó en un bombardeo de más de 100 ataques con misiles por parte de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia contra Siria. Sin embargo, resultó que el incidente fue una maniobra propagandística orquestada por los Cascos Blancos respaldados por Occidente, que una y otra vez se han mantenido en contacto con grupos terroristas para librar una guerra de información.

Esta vez, numerosos informes citaron a la inteligencia militar rusa diciendo que los grupos terroristas y los Cascos Blancos estaban transportando materiales de armas químicas en Idlib para repetir el engaño de la falsa bandera. Esos informes expusieron la mentira tras las advertencias de EE.UU., Gran Bretaña y Francia sobre los inminentes ataques aéreos como nada más que esfuerzos coordinados para justificar la intervención militar.

Además, se comentó ampliamente que EE.UU. y sus aliados de la OTAN han demostrado estar, en efecto, activamente ligados a los grupos terroristas en la preparación de un ataque de falsa bandera con armas químicas.

Parece que después de haber sido atrapados orquestando un montaje propagandístico, las potencias occidentales simplemente decidieron poner el resto sobre la mesa. Es decir, apostar por una línea de ataque abiertamente directa.

Como admite la última advertencia de Trump, cualquier operación ofensiva del ejército sirio y sus aliados para derrotar a los militantes remanentes en Idlib es, desde el punto de vista estadounidense, "inaceptable".

Olvide el supuesto uso de armas químicas; para Washington, la mera acción de una ofensiva militar por parte del gobierno sirio es ilegítima.

Afortunadamente, los líderes sirios, rusos e iraníes son inmunes a esta ridícula violación de los derechos soberanos y del derecho internacional. Como ha señalado el Ministro de Relaciones Exteriores de la Federación de Rusia, Sergey Lavrov, Siria tiene el mandato jurídico de erradicar los grupos terroristas que ocupan su territorio y ejercer plena autoridad sobre el país.

¿Aceptaría el gobierno estadounidense, británico o francés la ocupación de su territorio por parte de grupos armados ilegales patrocinados secretamente por Siria, Rusia o Irán?

El cambio de lógica de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN es revelador. Ya no se esconde tras la retórica de las armas químicas o la "protección de los rebeldes moderados", o incluso la "protección de los civiles".

Es evidente que los militantes que han gravitado hacia Idlib son los diversos grupos terroristas afiliados a Al-Qaeda, principalmente Hayat Tahrir al Sham (antiguo Frente Al-Nusra). Esta organización está designada como una entidad terrorista por el Departamento de Estado estadounidense, así como por Moscú y muchos otros gobiernos.

En los medios de comunicación occidentales ya ni siquiera se menciona con nostalgia a los "rebeldes moderados" o al llamado "ejército sirio libre", a los que EE.UU. y sus aliados de la OTAN decían que apoyaban, en contraposición a los extremistas degolladores. Esa aparente distinción se ha desvanecido como la ilusión fabricada que siempre fue.

Lo que tenemos en Idlib son las viles escorias del ejército terrorista subsidiario que los gobiernos occidentales han estado patrocinando y armando encubiertamente desde el principio para alcanzar su objetivo criminal de un cambio de régimen en Siria.

La advertencia de Trump en contra de una campaña militar que finalmente destruya el ejército terrorista en Siria equivale a una admisión asombrosa. El objetivo de los protagonistas ha quedado ahora descubierto ante los ojos de todo el mundo.

Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia están admitiendo que su verdadero problema no son las supuestas violaciones con armas químicas. Su verdadero problema es que la última posición de los grupos terroristas está a punto de ser derrotada. Todos estos años de maquinaciones y conspiraciones occidentales contra el gobierno sirio y de patrocinar un sangriento caos con terroristas subsidiarios están enfrentando una derrota espectacular.

Y no sólo eso, estas potencias occidentales están manifiestamente, según sus palabras, del lado de los terroristas que han saqueado y brutalizado Siria hasta convertirla en un infierno.

Las apelaciones de Trump con respecto a Idlib sobre un "grave error humanitario" son nauseabundas. Los "cientos de miles de vidas" que parecen preocuparle ya se han perdido debido a la guerra encubierta patrocinada por EE.UU. y sus aliados mediante el uso de terroristas subsidiarios.

Se supone que estos grupos terroristas son el enemigo contra el que Estados Unidos y sus socios de la OTAN han lanzado una guerra global en las últimas dos décadas, durante la cual estos autoproclamados defensores de los valores civilizados han devastado países enteros de Asia Central, Oriente Medio y el norte de África. Millones de vidas han sido destruidas por EE.UU. y sus aliados occidentales en una supuesta cruzada contra los grupos terroristas que estas mismas potencias están intentando proteger en Siria. Se han desperdiciado billones de dólares, y las sociedades occidentales tuvieron que cargar con la austeridad para poder pagar por estas guerras.

Los críticos informados siempre sospecharon que la "guerra contra el terrorismo" dirigida por Estados Unidos era un fraude gigantesco para encubrir los objetivos criminales imperialistas de la conquista.

En Siria, el desenlace de la guerra contra ese país está demostrando que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN persiguen intereses que nada tienen que ver con la lucha contra el terrorismo. Sus intereses están vinculados a los terroristas.
Sobre el autor

Finian Cunningham (nacido en 1963) ha escrito extensamente sobre asuntos internacionales y sus artículos se han publicado en varios idiomas. Originario de Belfast, Irlanda del Norte, es licenciado en Química Agrícola y trabajó como editor científico para la Royal Society of Chemistry, Cambridge, Inglaterra, antes de dedicarse al periodismo. Durante más de 20 años trabajó como editor y escritor en importantes organizaciones de medios de comunicación, incluyendo The Mirror, Irish Times e Independent. Actualmente es periodista freelance en África del este y sus columnas aparecen en RT, Sputnik, Strategic Culture Foundation y Press TV.