La trama histórica que ha dado como resultado la actual Unión Europea ha sido compleja. Estudiar la historia de lo que ha venido a llamarse "integración europea" desde el objetivo originario de establecer un mercado común continental es sumergirse en una confusa marejada donde intervienen diferentes corrientes. Un océano plagado de tratados, informes, comités, declaraciones, acuerdos y desacuerdos con nombres propios. La sucesión, combinación y mutación de un sinfín de instituciones y organismos de naturaleza dudosa, a menudo en una definición ambigua, entre lo estatal y lo corporativo, compuestos de órganos y miembros dependientes de diversas lealtades y con pasados ocultos, en muchos casos.
Firma de los Tratados de Roma, 25 de marzo de 1957. El viejo nazi Walter Hallstein, sexto por la izquierda.
Entre tantas firmas solemnes, una se ha pretendido erigir como fecha fundacional, año cero, para comenzar a contar la historia de la actual Unión Europea: el acto de firma de los conocidos como Tratados de Roma, el 25 de marzo de 1957. El establecimiento de la Comunidad Económica Europea —CEE— y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica —EURATOM— reforzaban el proceso abierto en 1951 por la Comunidad Económica del Carbon y del Acero —la famosa CECA, primer organismo supranacional de los monopolios europeos, en este caso, franceses y alemanes junto a los italianos y del BENELUX—. Pero comenzar a contar la historia del proceso de integración de los monopolios europeos en un mercado común continental partiendo de Roma en 1957 o del Tratado de París de 1951 —nacimiento de la CECA— supondría obviar parte de la historia, la génesis de un proceso ligado no sólo a la segunda postguerra mundial, sino consustancial al propio estallido de los dos conflictos mundiales que marcan la historia del siglo XX.
Comentario: Y hay mucho más a tener en cuenta sobre los orígenes de la UE que nos ayuda a entender por qué esta integración europea NUNCA ha servido a los intereses de los ciudadanos europeos: