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Tu salud, y la de tus hijos, es lo más preciado que tienes. Todo lo demás importante en la vida no puedes disfrutarlo si no tienes salud. No dejes que te la quite el Gobierno.
El liberalismo es la doctrina política basada en la defensa de la libertad de todo ser humano (la propiedad privada es la delimitación de la inviolable esfera personal de libertad), y que promueve un orden social de relaciones libres, pacíficas y voluntarias. Desde el comienzo, los liberales advirtieron el que sería, cuanto menos, potencialmente su mayor enemigo: el Gobierno o Estado, quien con sus impuestos, expropiaciones, regulaciones y prohibiciones detentaría el poder y capacidad de cercenar la libertad. Así, el revolucionario americano George Washington afirmaba: "Gobierno no significa razón. No significa elocuencia. Gobierno significa fuerza y, como el fuego, es un sirviente peligroso y un amo temible". Los paleos - defensores de la dieta paleolítica - llevamos décadas sufriendo directamente el monopolio de la verdad y credibilidad del Gobierno y sus agencias. Al menos desde que éste en 1977 bendijo políticamente la dieta alta en carbohidratos y baja en grasas con la promulgación de los Dietary Goals del Gobierno de EEUU, si bien muchas agencias públicas comenzaron su cruzada antigrasas ya en la década anterior.

No debe extrañarnos que importantes nombres de la nutrición paleo sean abiertamente liberales. Son por ejemplo los casos del Dr. Michael Eades, autor del best-seller Protein Power de 1996 y considerado iniciador del movimiento paleo actual, que es admirador del pensamiento liberal de los economistas Hayek o Mises; el Dr. Kurt Harris, creador del término "archevorismo" (etimológicamente significa "comer lo esencial o fundamental") para definir la nutrición paleo, quien se considera muy influido por el pensamiento zen y por el libertarismo individualista de Murray Rothbard; el nutricionista Don Matesz, lector del importante y liberal Mises Institute y autor del blog Primal Wisdom, en clave paleolítica; Karen de Coster, quien se considera una liberal que escribe contra el complejo militar-industrial-político-farmacéutico, como ella le llama, y la tiranía nutricional ensu blog, donde promueve una nutrición y fitness paleo, así como en la famosa página libertaria LewRockwell.com; o Richard Nikoley, autor del paleo-blog Free the Animal, seguidor del político libertario Ron Paul que revolucionó las primarias presidenciales de 2008.

El desastre de la dieta proinflamatoria promocionada por el Gobierno se inició con dos políticos: el demócrata George McGovern, responsable de aquellos Dietary Goals de 1977 a que me refería antes, y el republicano Earl Butz, el secretario de Agricultura de Nixon que subvencionó masivamente el maíz o la soja para inundar Occidente de aceites vegetales altos en Omega 6. Tal como predicen los liberales, la intervención gubernamental, por muy bienintencionada que sea - mejorar la salud pública en este caso - , ha acabado teniendo consecuencias nada deseadas, por no decir catastróficas.

Si pasamos del campo político al científico, el campeón de los carbohidratos y enemigo por antonomasia de la grasa fue Ancel Keys. En 1953, urgía al servicio público de salud de EEUU a encargarse de prevenir toda enfermedad, y al Gobierno a que tomara una postura proactiva para subvencionarle. El Estado, como Keys, odia el colesterol. Pero los paralelismos pueden llegar a ser sorprendentes. Si estudiamos historia de la ciencia económica y social sabremos que en los años 20 y 30 del pasado siglo la llamada Escuela Austríaca de Economía, caracterizada por la ortodoxia liberal, llegó a dominar el mundo académico, pero tras la II Guerra Mundial acabó casi relegada al olvido cuando Keynes propuso atractivas recetas intervencionistas a los políticos: que los Gobiernos gastaran más, esto es, que aumentaran su poder. Aquella corriente liberal se llamaba Austríaca porque sus fundadores, Carl Menger y Bohm-Bawerk, eran efectivamente austríacos. Y aquí viene un paralelismo sorprendente. Si estudiamos historia de la ciencia del metabolismo, sabremos que antes de la II Guerra Mundial, los europeos éramos los más avanzados en este campo. Concretamente, el austríaco Julius Bauer, de la Universidad de Viena, llegó a considerarse la mayor autoridad mundial en metabolismo. En esencia, Bauer creía absurdo pensar que las calorías ingeridas o gastadas podían explicar la obesidad (la ciencia de las dietas restringidas en carbohidratos, como las paleo, se basa en parte en las teorías de Bauer). Pero, tras la II Guerra Mundial, todo el estudio del metabolismo de los europeos fue ignorado en favor del pensamiento calórico encabezado por el norteamericano Louis Newburgh. Y dado que la grasa tiene más calorías por gramo que carbohidratos o proteína, el grasofóbico Ancel Keys empezó a ser escuchado, comenzando por la clase política. Es decir, tanto el liberalismo como la ciencia metabólica que respaldaría la restricción de carbohidratos fueron dominantes académicamente en los 20 y 30, gracias a científicos austrogermanos, y la II Guerra Mundial les relegó al olvido por culpa de pensadores anglosajones.

El Gobierno prefiere además la industria de los cereales a la cárnica porque la primera la puede controlar mejor. Mientras la cerealística se resume en menor número de grandes productores, la segunda está más fragmentada. Además, tradicionalmente en el campo es relativamente fácil tener animales para comer, desde alguna vaca, cerdos o gallinas, y en muchos sitios cazar, pero no cualquiera tiene un campo de cereales que cultivar. Es decir, favoreciendo una alimentación digamos agrícola sobre una ganadera el Gobierno tiene más fácil el control sobre la población. De ahí que se calcule que en EEUU, comparados ambos sectores, el agrícola recibe más del 95% de subsidios y el ganadero menos del 5%. En la rural Nueva Inglaterra del siglo XIX, hasta los más pobres solían poseer un pequeño terreno con una vaca para tener leche y quesos. Sin embargo, al Estado no le gusta la independencia individual, prefiere la dependencia gubernamental.

Probablemente el movimiento nutricional más alejado - y opuesto - del paleo es el vegetariano. El vegetarianismo prescinde de todo lo animal, invoca lo bajo en grasas y demoniza el colesterol. Al Gobierno le encanta el vegetarianismo. Y si alguna vez nos hemos preguntado por qué el vegetarianismo suele mostrarse cercano con las ideas pro-Estado, colectivistas e intervencionistas, quizás ahora lo entendamos.

El vegetarianismo, siempre tan preponderante, ha visto seriamente amenazados sus postulados en los últimos años en internet. Y es que la red, campo fructífero de libertad individual, ha visto crecer a gran ritmo el seguimiento de la nutrición paleo. Y por eso mismo, quizás, según la mayoría de expertos en internet el liberalismo es en la red una corriente social y política con renovada fuerza en nuestros días. Tampoco parece casualidad que los mayores críticos de la farma-industria en la mayor potencia farmacéutica, Estados Unidos, suelan tener una orientación liberal, como la fundación Life Extension, con la que estoy orgulloso de trabajar. Y es que los paleo somos ferozmente críticos con la industria farmacéutica. El New York Times publicó en 2010 un reportaje sobre el creciente movimiento de la paleodieta, donde originalmente definía a sus integrantes como "jóvenes, individualistas y liberales". Al economista liberal Carlos Rodríguez Braun le gusta emplear la frase "a pesar del Gobierno", en referencia a que vivimos y sobrevivimos a pesar de él, no gracias a él. Yo añadiría "a pesar de los carbohidratos y aceites vegetales". Tu salud, y la de tus hijos, es lo más preciado que tienes. Todo lo demás importante en la vida no puedes disfrutarlo si no tienes salud. No dejes que te la quite el Gobierno.