Estos nutrientes habrían procedido del tipo de alimentación de los humanos de aquella época: conchas marinas, moluscos y otros mariscos, formaban parte de la dieta diaria, todos ellos con gran aporte en ácido docosahexaenoico (DHA), un ácido graso esencial poliinsaturado de la serie omega-3, que juega un papel relevante en el desarrollo del sistema nervioso, la visión y el cerebro.
"Por un lado, el marisco permitió hace unos 200.000 años que los humanos hicieran frente a un periodo climático adverso y, por otro, supuso disponer de una fuente de alimentación fiable en un momento que coincidió con la dispersión de nuestra especie por la costa", afirma Duarte, líder del estudio.Por otro, el pigmento ocre rojo era usado por nuestros ancestros con fines ornamentales y artísticos, así que la ingesta accidental de este componente pudo ser bastante frecuente. El polvo de ocre rojo aportó una cantidad extra de hierro, ingrediente esencial para la salud reproductiva y el desarrollo cerebral.
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