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Han sido muchos los autores que han llamado la atención sobre la incorrecta interpretación de la selección natural darwiniana en clave egoísta y despiadada por la supervivencia del más fuerte. Las críticas a esta interpretación de Darwin se ha ido enriqueciendo por múltiples análisis. Las aportaciones del naturalista y escritor inglés Colin Tudge permiten matizar la forma en que deberíamos entender el egoísmo genético y la cooperación en el proceso evolutivo.Aunque el título del libro del naturalista y escritor inglés
Colin Tudge,
Por qué los genes no son egoístas (Madrid, Arte Editorial, 2014), parecería sugerir que el objetivo central es contradecir simplemente las tesis de los sociobiólogos sobre la ley básica (el
egoísmo genético) que, según ellos, rige el proceso evolutivo por selección natural, el texto es más ambicioso, como lo sugiere el subtítulo:
Un reto a las peligrosas ideas que dominan nuestra vida.
El autor, nacido en Inglaterra, biólogo y zoólogo, así como conferenciante y divulgador científico, es un radical adversario del reduccionismo materialista imperante en una gran mayoría de científicos de nuestro tiempo.
La tesis del libro consiste en hacernos ver que la pretensión de los sociobiólogos de situar en el egoísmo genético la tendencia central de todos los organismos vivos, también los humanos, además de ser falsa, viene a ser el síntoma de los errados caminos que muchos científicos están transitando, y que se resume en defender que el método científico es el único válido para acercarnos al conocimiento de la verdad profunda sobre la realidad, sin detenerse en admirar lo que tiene de misterio y cerrándose de este modo a la mirada de la metafísica, de la trascendencia y de la espiritualidad.En el mundo animal descubrimos ya que la vida no es egoísta, sino abierta a la cooperación con la especie. Pero la cooperación altruista se manifiesta plenamente en la especie humana, aunque dentro siempre de las tendencias generales de la evolución. En este artículo reflexionamos sobre la génesis del egoísmo y la cooperación, preferentemente en las especies animales. En otro artículo nos referimos a la especie humana.
En definitiva, a partir de la crítica de las tesis del egoísmo genético, Colin Tudge nos va mostrando las insuficiencias epistemológicas del método científico, y la necesidad de echar mano de la metafísica y de la religiosidad para dar cuenta de la realidad más profunda de lo que hay. En definitiva,
la tesis del egoísmo genético, además de no ser una teoría científica sino meras afirmaciones retóricas sin fundamento, resulta sobrepasada en la actualidad por los avances científicos tanto en el campo de la genética, de la biología molecular, de la etología y de la ecología, así como en el ámbito de los comportamientos sociales de los humanos. Lo que todos esos ámbitos del saber nos están diciendo es que, aunque se da la lucha y la competencia, la base fundamental en el ámbito de la vida está configurada por la cooperación y el altruismo.
Por lo tanto, necesitamos recomponer el diálogo entre la ciencia, la filosofía/metafísica y las religiones, para superar este dogma teórico, imperante desde el ámbito de la genética a la sociología, para vivir más de acuerdo con las claves más auténticas de la vida.
Nuestra reflexión en torno al pensamiento de Colin Tudge tendrá dos momentos. En el primero, en este artículo, estudiaremos cómo sus aportaciones permiten replantear la discusión en torno al egoísmo genético, en diálogo con autores como Wilson o Dawkins, entre otros. En el segundo momento, que será objeto de un artículo posterior, ponderaremos la forma en que Tudge conduce a una relectura de la apertura del ser humano a la metafísica, a la transcendencia y a la espiritualidad.
Comentario: Con este documental basado en el libro "La Doctrina del Shock", de Naomi Klein, podemos comprender un poco más acerca de cómo funciona nuestro mundo en la actualidad. El libro busca encontrar los orígenes del capitalismo salvaje en el que vivimos y nos muestra cómo los gobiernos se aprovechan de cualquier tipo de crisis para meter el miedo en su población y así aprovechar para mover las fichas conforme sus intereses políticos y económicos.
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