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En las grandes profundidades oceánicas, incluida la famosa fosa de las Marianas, habitan seres vivos muy poco conocidos por la ciencia: organismos unicelulares de unos 10 centímetros de diámetro.

El hallazgo 'gigante' se produjo en la región de la fosa de las Marianas, en julio de 2011, en el marco de una expedición realizada por científicos del Instituto Oceanográfico de Scripps de la Universidad de California (San Diego), y los ingenieros de National Geographic Society (Sociedad Geográfica Nacional).

Los expertos sondearon la fosa con numerosas sondas equipadas con cámaras digitales Dopcam que graban tanto con luz natural como con luz infrarroja. Las cámaras fueron colocadas en esferas de vidrio grueso, capaces de soportar la inmensa presión del agua cerca del fondo oceánico.

Una observación escrupulosa les permitió documentar la existencia de estas amebas gigantes que habitan sólo a gran profundidad. Estos protistas pertenecen al grupo Xenophyophorea, y a pesar de que tienen una estructura unicelular (están formados por una sola célula), su tamaño alcanza los 10 centímetros, una longitud cientos veces superior a la de sus "parientes".

Las amebas gigantes fueron halladas a una profundidad de 10.641 metros. Hasta entonces, las mayores profundidades en las que se encontraban estos protozoos no superaban los 7.500 metros (la fosa de Nuevas Hébridas).

Los científicos consideran que las amebas gigantes de la fosa de las Marianas son los protistas más grandes del mundo natural. Pero estos organismos también poseen otras propiedades inusuales, como una alta concentración de plomo, uranio y mercurio, metales que son muy tóxicos para las células vivas comunes. Debido a su hábitat las amebas son resistentes a las baja temperaturas y altas presiones, y se sienten bien en la oscuridad total. Además, estas células gigantescas sirven de 'huesped' a varios parásitos multicelulares.

Los autores del estudio indican que la misma existencia de las células gigantescas en fosas oceánicas abre nuevas perspectivas en el estudio de la biodiversidad y completa nuestros conocimientos sobre la capacidad de los organismos vivos para adaptarse a la vida en condiciones extremas.

En un futuro próximo los científicos planean capturar a estos habitantes de las profundidades con ayuda de sondas y luego estudiar su vida en laboratorio, en acuarios sometidos a alta presión, imitando el ambiente de una fosa oceánica.