abeja muerta
© John HafernikUna larva nace del cadáver de una abeja.
Las abejas de miel se encuentran en una situación crítica. Desde 2006 su población se ha ido reduciendo de manera alarmante, tanto en EEUU como en el resto del mundo, sin que los científicos hayan podido determinar la causa con exactitud. Los expertos han bautizado la desaparición de millones de ejemplares como Síndrome del Despoblamiento de las Colmenas (CCD, en sus siglas en inglés). En muchos casos no se han encontrado los restos de abejas muertas, ya que el abandono de la colmena es la primera característica del CCD.

Un hallazgo de la Universidad estatal de San Francisco (EEUU) puede ayudar a esclarecer por qué los enjambres estadounidenses están quedando mermados. Los investigadores han descubierto una especie de mosca parásita que, al inyectar sus huevos en la abeja, causa la muerte de ésta. Antes de fallecer, la abeja se muestra desorientada, como si fuera un zombi, y abandona su colmena.

La mosca, que ha sido bautizada como 'Apocephalus borealis, deposita los huevos en el abdomen de la abeja. Aproximadamente siete días después de su muerte, las larvas salen de su cuerpo.

Un hallazgo casual

Los científicos han observado que tras su encuentro con el parásito, las abejas abandonan sus colmenas. Lo hacen desorientadas, volando en círculos, según explica Andrew Core, autor principal de este estudio publicado en PLoS ONE. Cuando están muy débiles, se quedan quietas hasta que mueren, incapaces de sostenerse.

El descubrimiento de este insecto se produjo de forma casual, cuando el profesor de Biología y presidente de la Academia de Ciencias de California, John Hafernik, observó este fenómeno en unas abejas que tenía en su laboratorio. El científico las había guardado en un frasco para alimentar a un insecto que trajo de una expedición. Las olvidó en su despacho hasta que un día observó a estas moscas dando merodeando las abejas.

Apocephalus borealis
© Jessica Van Den BergUna hembra de 'Apocephalus borealis'.
De momento sólo han localizado ejemplares de 'Apocephalus borealis' en California y Dakota del Sur, pero temen que puedan terminar afectando a todo el país debido al comercio de abejas entre estados.

Los científicos han observado que las abejas que salen de sus colmenas por la noche tienen más posibilidades de encontrarse con estas moscas. Los test genéticos que se hicieron en las colmenas que habían sufrido la visita de estos molestos inquilinos mostraron que en muchos casos, tanto las abejas como las moscas estaban infectadas con un virus que afecta a sus alas y un hongo conocido como 'Nosema ceranae'.

Los investigadores quieren estudiar con detalle cómo estas moscas afectan al comportamiento de las abejas y comprobar si interfieren en los genes que les ayudan a regular su ciclo día-noche. Asimismo, pretenden averiguar por qué las abejas abandonan sus colmenas, si lo hacen de forma voluntaria o son expulsadas por otras.

Utilizarán cámaras de vídeo y diminutas antenas para intentar hallar la forma de evitar que estos parásitos ataquen a las abejas, pues aún no saben en qué momento actúan. Creen que ocurre cuando las abejas están fuera de la colmena ya que no se ha detectado la presencia de estas moscas cerca de las colmenas. Y las abejas se encuentran entre los insectos mejor estudiados.

Misteriosa desaparición

Hasta ahora, los científicos han propuesto varias hipótesis para explicar el Síndrome del Despoblamiento de las Colmenas, que está diezmando la población de abejas de miel en todo el mundo y causando enormes daños en el sector apícola. Algunas colmenas han mermado su población en un 90%.

Algunos científicos creen que puede deberse a la acción de algún pesticida, que ha podido causar daños neurológicos y alterar su sentido de la orientación, impidiéndoles encontrar el camino para regresar a sus colmenas.

Otros investigadores sostienen que la desaparición de abejas está relacionado con un virus hallado en muchas de las colonias afectadas.

El papel de las abejas en los ecosistemas va mucho más allá de la producción de miel. Su actividad polinizadora es clave en la mayoría de las cosechas hortofrutícolas y para preservar la diversidad de especies del planeta.