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Todo el pescado que consumimos hoy en día está contaminado por mercurio y las cantidades presentes en el medio ambiente y en nuestro organismos siguen en aumento, con los consiguientes efectos perniciosos que provoca este metal pesado. Hace años que la ONU y la Unión Europea alertan de la urgencia de controlar este problema de salud pública, pero por ejemplo la industria de cloro-sosa sigue utilizando una tecnología obsoleta y muy contaminante que tiene alternativa.Cuando el mercurio es emitido a la atmósfera se mueve con facilidad para depositarse en suelo, agua y sedimentos. Una vez depositado, los microorganismos lo convierten en metilmercurio (MeHg), forma en la que es asimilado por plantas y animales, con lo que entra en la cadena trófica. Las mayores concentraciones se dan en los grandes depredadores de consumo (atún, pez espada, tiburón, ...).
El metilmercurio es un neurotóxico que puede afectar a la formación del cerebro, por lo que es muy preocupante la exposición durante el embarazo. Asimismo, puede causar daños en el sistema cardiovascular y un incremento en la mortalidad. También provoca trastornos neurológicos y de comportamiento: temblores, labilidad emocional, insomnio, pérdida de la memoria, cambios en el sistema neuromuscular, dolores de cabeza, efectos en el riñón y la tiroides. El Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer considera que los compuestos de metilmercurio pueden ser carcinógenos.
Entre 3 y 15 millones de europeos tienen niveles de metilmercurio cercanos a los máximos recomendados por la EPA norteamericana y algunos los sobrepasan diez veces. La Agencia Europea para la Seguridad Alimentaria afirma que en Francia, el 44% de los niños entre 3 y 6 años de edad están por encima de estos niveles. En Estados Unidos, un estudio de Mount Sinai estima que cada año se gastan 8.700 millones de dólares por los daños que el mercurio causa al cerebro de los niños tras la exposición de sus madres durante el embarazo, con pérdida de cociente intelectual en un 10-15% de estos niños.
Según los análisis efectuados por el laboratorio de Biogeoquímica de metales pesados de la Escuela Universitaria Politécnica de Almadén (Ciudad Real) de la Universidad de Castilla La Mancha, en las inmediaciones de Elnosa (Lourizán, Pontevedra) y de Ercros (Flix, Tarragona), fábricas de cloro-sosa que utilizan mercurio, se han detectado unos niveles muy elevados de mercurio en aire. Superan con creces el límite marcado por la OMS para la exposición crónica (200 ng/m3). También se ha encontrado mercurio en los suelos. Las mediciones se hicieron en el verano de 2010, a instancias de Ecologistas en Acción dentro de la campaña internacional Mercurio Cero.
La industria de cloro-sosa es la mayor consumidora de mercurio en España porque utiliza celdas de mercurio, una tecnología obsoleta, inventada en el siglo XIX y superada desde hace años por el proceso de membrana, de producción limpia y que consume un 30% menos de energía.
El mercurio también se utiliza en gran variedad de procesos industriales, productos de consumo y aparatos médicos. Se usa por ejemplo, en lámparas fluorescentes, baterías, termómetros, aparatos para medir la tensión arterial, barómetros, higrómetros y sensores de llama, productos químicos y farmacéuticos o empastes dentales. La buena noticia es que casi todos estos usos tienen una alternativa viable libre de mercurio.
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