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Investigadores de la Universidad de Huelva (UHU) y del CSIC presentarán en marzo en Houston (EEUU) un estudio en el que se desvelan las claves sobre un fragmento de asteroide que se desintegró sobre Arroyomolinos de León en 1932.

La historia se remonta a la noche del 8 de diciembre de aquel año. Mientras caía una ligera lluvia, los habitantes de la localidad pudieron ver cómo una brillante bola de fuego caía sobre la vertical del pueblo, estallando a gran altura. Aunque no se tiene constancia de que llegara al suelo algún fragmento, la onda expansiva de la explosión produjo un ruido ensordecedor y provocó destrozos de distinta consideración en algunos edificios, entre ellos la iglesia de Santiago el Mayor.

El estudio que ha liderado desde la UHU el investigador José María Madiedo, en colaboración con el CSIC, y cuyos resultados se presentarán en marzo en Houston, ha permitido reconstruir los hechos y determinar de dónde procedía la roca. Así, la conclusión más relevante tiene que ver con el origen del objeto. El estudio demuestra que la roca que se desintegró sobre Arroyomolinos era un fragmento desprendido del asteroide 1990HA.

Este asteroide es una roca que gira alrededor del sol siguiendo una órbita que cruza la de nuestro planeta y tiene un tamaño de aproximadamente un kilómetro y medio. Esta roca está catalogada por la NASA como potencialmente peligrosa a causa de su tamaño, ya que si impactase contra la Tierra, la colisión tendría efectos devastadores.

El hecho de que rocas procedentes del 1990HA hayan llegado a la superficie terrestre supone para los investigadores algo sumamente interesante: es la primera vez que se confirma que fragmentos de gran tamaño desprendidos de asteroides potencialmente peligrosos están impactando contra la Tierra. De hecho, un estudio previo de investigadores holandeses en 2003 reveló que otra roca procedente del mismo asteroide se desintegró sobre Canadá en diciembre de 1975, si bien en ese caso el tamaño del objeto fue mucho menor.

El segundo gran resultado del trabajo de investigación es saber qué pasó esa noche de 1932. Con herramientas informáticas de la Universidad de Arizona se ha obtenido un resultado sorprendente: al llegar a la atmósfera, la roca de Arroyomolinos tenía un diámetro de unos 18 metros y se movía a 54.000 km/hora. A esa velocidad, el choque con la atmósfera es tan brusco que la parte exterior de la roca alcanzó una temperatura de varios miles de grados cuando se encontraba a unos 100 km. de altura, de modo que ésta empezó a vaporizarse.

La bola de fuego -fenómeno físico que los científicos denominan bólido- que vieron caer los habitantes de Arroyomolinos fue esa roca incandescente que se desintegraba al caer. Segundos después, cuando estaba a 16 km de altura, la roca había perdido casi el 90% de su masa inicial. Fue en ese punto cuando no pudo seguir soportando la elevada presión a la que estaba sometida, estallando de manera violenta.