En mayo de 1980 el Monte Santa Helena explotó. Su erupción fue tan violenta y súbita que se convirtió en la más letal de la historia de Estados Unidos. Un grupo de vulcanólogos acaba de publicar un estudio sobre el volcán y los datos son bastante extraños. El Santa Helena no tiene lava.
Monte Santa Helena
© Wikimedia CommonsUna nube de humo se eleva del Monte Santa Helena en 1982, dos años después de su erupción.
No es que ahora no tenga lava porque se vació en 1980. Es que nunca ha tenido una cámara magmática como la que exhiben la mayoría de los volcanes. El Louwala-Clough (montaña humeante en la lengua de los indios Klickitat nativos de la zona) está frío por dentro y los exámenes no explican de dónde sacó el magma necesario para la brutal explosión que segó las vidas de 57 personas y arrasó un área de 445 km2. La avalancha de escombros producto de la erupción fue tan masiva que el monte perdió 400 metros de altura sobre el nivel del mar (actualmente su cota está en 2.550) y dejó un cráter de 1,5 kilómetros de ancho.

Desde 2014, un grupo de geólogos ha explorado el volcán aprovechando que sigue activo pero duerme. Para ello le han practicado el equivalente a una TAC. ¿Cómo se práctica una tomografía computerizada a un volcán? Muy sencillo: con explosivos. Los investigadores practicaron agujeros en diferentes puntos del volcán y los rellenaron con pequeñas cargas. El objetivo era analizar cómo se transmiten las ondas de energía sísmica en el interior del volcán.

Los resultados acaban de publicarse en la revista Nature Communications, pero arrojan más preguntas que respuestas. Los científicos no encontraron una cámara de magma bajo el volcán como esperaban. En su lugar tan solo hallaron un conducto relativamente frío. Además, la roca bajo el volcán tiene una composición muy poco habitual entre la corteza y el manto en esa zona.

Obviamente, el Santa Helena tiene que sacar el material para sus erupciones de alguna parte, pero aún no han descubierto de dónde exactamente. La principal hipótesis es que obtiene su poder del este, en una zona conocida como el Arco Cascade. Se trata de una hilera de volcanes activos situados sobre la zona en la que se unen la placa tectónica Juan de Fuca con la placa continental norteamericana.

Esa hipótesis no explica cómo es posible que el magma de ese arco se desplace tan al oeste. Para tratar de dar con una respuesta, los investigadores del proyecto iMUSH (Imaging Magma Under St Helens) trabajan en examinar la zona. De su trabajo no solo se podrían prevenir mejor nuevas erupciones, sino también prever si el magma de esos arcos puede llegar a salir por otros puntos en los que no se había pensado en un principio. [Nature Communications]