Un elemento químico inusual que se usaba para crear el hormigón ayudó a que las obras romanas duraran miles de años.
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Muchas de las construcciones creadas en tiempos de la Roma antigua siguen en pie después de más de 2.000 años y los científicos siempre se han preguntado por el secreto de la milagrosa fórmula de su hormigón, resistente a todas las tempestades. Ahora, un equipo de científicos de EE.UU., Italia y China parece haberse acercado a la resolución de este misterio tras analizar con un sincrotrón de rayos X del Laboratorio Nacional de Berkeley (California) muestras de este material extraídas de una construcción marina romana.

Los resultados de su investigación, publicados en la revista científica 'American Mineralogist', han asombrado al equipo, dado que el hormigón romano resultó contener un mineral llamado phillipsita, común en las rocas volcánicas, con cristales de tobermorita de aluminio que crecían a partir de él.

"Es un caso muy raro en la Tierra", cita 'Nature' a la autora principal de estudio, Marie Jackson. Los científicos señalan que la tobermorita podría haber crecido en la phillipsita tras una reacción con los elementos del agua marina, haciendo al hormigón más resistente a los elementos extremos.

El descubrimiento, de acuerdo con Jackson, podría haber revolucionado el negocio del hormigón, que en la actualidad se compone de agua, polvo de arcilla y caliza. La investigadora destaca que los elementos de roca volcánica pudieron haber hecho al material considerablemente más sólido.

"Podríamos mezclar cal con materiales de ceniza volcánica tal y como hicieron los romanos", añadió la profesora, que junto con su equipo trata ahora de recrear en el laboratorio la fórmula exacta del extraordinario hormigón romano.