Traducido por el equipo de Sott.net

Durante el tiempo que trabajé en las universidades del Reino Unido y en el Servicio Nacional de Salud, las funciones quedaron bajo el control directivo y se integraron en el Sistema, que (desde principios de 2020) es ahora global.
spiritual
La entrega casi total de poder por parte de académicos y médicos se produjo casi por completo sin coacción. ¿Por qué?

Esencial y profundamente, debido a la falta de motivación y a deseo de vivir como hedonistas sin Dios (es decir, considerando la vida mortal como totalmente de "utilidad"), sobre la base de valores izquierdistas incoherentes (cada vez más invertidos).

Al carecer de cualquier valor positivo trascendente (verdad, belleza, virtud, coherencia...), los modernos, especialmente los occidentales, son más fáciles de controlar que cualquier grupo del que tenga noticia a lo largo de la historia.

Pero, ¿cómo este control opera en nuestra vida cotidiana? La respuesta podría denominarse obediencia preventiva.

En aquel entonces los directivos (ya sea nacionales o locales) anunciaban lo que iba a suceder: algún nuevo plan para quitar autonomía a los académicos y subordinar la enseñanza, la investigación y la formación profesional bajo el control administrativo o el agregado de algunas nueva tareas burocráticas no remuneradas y perjudiciales...

La reacción de las masas siempre era asumir a priori que esto sería inevitable y que "la resistencia es inútil", por lo tanto solían acatar estas medidas al instante y con fingido entusiasmo.

En las universidades de entonces la resistencia masiva fue prácticamente nula, pero los individuos que se negaron a obedecer fueron dejados en paz durante muchos años, lo que demuestra que la resistencia masiva probablemente habría sido eficaz.

En otras palabras, la masa de gente respondió de forma preventiva a las amenazas: se hicieron amenazas, y la gente obedeció... Se obedeció incluso antes de que se implementaran las amenazas, ¡se obedeció incluso cuando no se implementaron las amenazas!

A escala, esta ha sido la historia de Occidente durante las últimas generaciones. La coerción para imponer la tiranía totalitaria rara vez ha sido necesaria o se ha utilizado porque el cumplimiento ha sido automático e instantáneo, a pesar de que siempre ha existido un cinismo generalizado en relación a las motivaciones del monstruo burocrático que se estaba creando y a los políticos que eran sus artífices.

Esta condición nos da una idea de la magnitud del declive del espíritu humano. Occidente ha cumplido silenciosa, obediente y preventivamente con cada una de las etapas de la construcción de un sistema que ahora cubre todas las naciones y regiones, y reclama autoridad sobre todos los aspectos de la existencia humana, incluyendo la familia, la iglesia y los pensamientos privados de un Hombre, es decir, un totalitarismo global.

Y ha habido muy poca necesidad de coerción porque el mundo ha cumplido automática e instantáneamente. Esto deja en evidencia un profundo nivel de desmotivación debido la falta de convicción interna y positiva que pueda servir de base para conceptualizar siquiera una necesidad de resistencia.

¡Y esta es la cuestión! No estamos simplemente siento testigos del "fracaso" de la resistencia, estamos atestiguando el rotundo fracaso a la hora de reconocer la necesidad de resistir, es decir, el fracaso a la hora de reconocer que existen razones válidas para resistir un totalitarismo que es, no sólo malo en términos abstractos (el control universal es de por sí malo) sino también en sus manifestaciones más concretas (su agenda).

Por lo tanto, el declive de espíritu humano es muchísimo peor de lo que la mayoría de nosotros imaginamos. Solemos pensar que lo que nos falta son los medios para resistir el mal (algún tipo de organización o infraestructura), pero la realidad es mucho peor que eso, lo que nos falta es el mismísimo deseo básico de resistir.

Esta carencia esencial se deriva de una deficiente comprensión de la naturaleza de la realidad (asumimos demasiadas falsedades metafísicas sobre el mundo que nos rodea) consecuencia de generaciones de apostasía del cristianismo combinada con un "materialismo" omnipresente que ahora impregna el cristianismo tradicional.

Si por el contrario usted está personalmente motivado para no obedecer (ya sea porque la sumisión interferiría con el modo en que usted eligió vivir su vida o porque considera que el totalitarismo es malvado por su propia naturaleza), entonces no necesita desplegar grandes estrategias para la desobediencia, simplemente no obedezca y espere a ver qué pasa (si es que pasa algo). A veces no pasa nada.

Si hay amenazas (y seguro que las habrá) hay que ignorarlas, a menudo no conducen a nada. Así que vale la pena esperar y ver si las amenazas realmente se van a llevar a cabo, la mayoría de las veces simplemente no ocurre.

Si las amenazas se materializan (lo que es relativamente raro porque consume recursos), uno puede seguir negándose a obedecer o demorar el cumplimiento lo más posible para que se vean obligados a hacer un esfuerzo adicional. A veces simplemente no lo harán, o lo sumo lo retrasarán.

Uno puede seguir desobedeciendo excepto cuando se le dice específicamente que obedezca, esto es, rechazar actuar como "auto-policía" los obliga a ellos a convertirse en gendarmes, lo cual implica un esfuerzo por su parte. El comportamiento debe ajustarse reactivamente, no preventivamente.

Las amenazas casi no tienen costo, por lo tanto, pueden multiplicarse por miles; eventualmente ellas se concretarán cuando deban concretarse. E incluso entonces el mal sólo continuará ocurriendo, ya sea debido al esfuerzo continuado y al gasto de recursos de aquellos que quieren que ocurra, o bien debido a la sumisión voluntaria preventiva ante el mal.

En resumen, la resistencia al mal tiene muchos niveles y grados: la mayoría son "pasivos" (una cuestión de incumplimiento); muchas veces se trata sólo de retrasar la obediencia con la esperanza de una ayuda providencial imprevista. No se requiere una resistencia heroica y melodramática, la resistencia es posible incluso para los más tímidos.

Suficiente resistencia pasiva de suficiente gente (por las motivaciones correctas) proporcionará a Dios todo lo que necesita para hacer un futuro cohesivo, positivo, alternativo y mejor. Lo de que Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos es verdad y a la vez un requisito obligatorio para recibir su gracia: Dios ayuda sólo a los que se ayudan a sí mismos.

Si las personas individuales no hacen elecciones a favor del bien y en contra del mal, entonces Dios no puede perseguir fines buenos en este mundo mortal. Pero cuando algunas personas sí conocen y eligen el lado de Dios, entonces por la obra invisible de la providencia se pueden obtener resultados extraordinariamente formidables al combinar y secuenciar estos actos individuales.

Cualquier individuo que esté motivado para hacer el bien o resistirse al mal, encontrará suficiente discernimiento y algo de valor. Y entonces cada uno de esos actos puede ser entretejido con otros actos semejantes por Dios en un plan divino de alcance mucho más allá del ingenio del Hombre.

Pero lo que todos requieren es motivación, y la motivación se basa en una comprensión de la realidad que identifique y distinga entre el bien y el mal y en la capacidad de discernirlo por uno mismo (sin depender de la "autoridad"); requiere una perspectiva de que cada uno es responsable de sus propias elecciones y de que la elección individual tiene una importancia genuina y marca la diferencia.

En otras palabras, la resistencia necesita una perspectiva trascendental, una que sea más grande que esta vida mortal; y también necesita una perspectiva personal, que considere que un individuo es capaz de hacer elecciones y que esas elecciones tienen un significado cósmico.

No conozco otra cosa que no sea el cristianismo -y aun así sólo algunos tipos de cristianismo- que pueda (incluso en principio) llevar a tal combinación de motivaciones personales y trascendentales que puedan sostener el deseo de resistir al mal totalitario.