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Los reyezuelos van y vienen. Unos duran más que otros. Todos son un adorno anacrónico, pero algunos tienen menos suerte y terminan abdicando en condiciones más o menos oprobiosas. Pero, ¿y el capital financiero? ¿Podría abdicar? ¿Quién sería el heredero?

En la economía mundial se lleva a cabo uno de los experimentos más importantes. Consiste en saber si el capital financiero puede sobrevivir a sí mismo. Hay mucho en juego. El resultado último del experimento podría ser una economía mundial en estancamiento durante décadas o una redición de los peores días de la crisis, con la amenaza del colapso del sistema financiero mundial.

Vale la pena examinar los antecedentes del experimento. Primero, la lógica del capital financiero impuso sus condiciones a las inversiones en los sectores reales (no financieros) de la economía, regulando plazos y determinando cuáles sectores debían ser abandonados (o castigados) y cuáles debían ser promovidos.

El delirio del capital financiero ha contaminado toda la actividad económica y por ello tenemos una sobrecapacidad invertida en todas las industrias importantes del mundo, mientras sectores estratégicos de actividad se encuentran abandonados (agricultura sustentable).

Segundo, la economía mundial ha estado dominada por el capital financiero desde hace por lo menos un cuarto de siglo. Las prioridades de la política económica en todos los países del mundo están dictadas por las preferencias del capital financiero. Todo está subordinado a los objetivos dictados por el capital financiero.

Pero la hegemonía del capital financiero estuvo en el corazón de la crisis de 2008 y llevó el contagio hasta sus últimas consecuencias. Así que es importante saber en qué estado se encuentra el capital financiero en la actualidad.

La verdad es que una parte se encuentra disfrutando de ganancias extraordinarias, mientras otra se mantiene en dificultades. El capital más directamente vinculado con la esfera de la especulación pura atraviesa por un buen momento. La bolsa de valores en Estados Unidos, por ejemplo, va muy bien: el índice Standard & Poor's aumentó 20 por ciento en el último año y ya ha superado el nivel histórico que alcanzó en 2007. Mientras la economía real de Estados Unidos permanece medio estancada, la nueva burbuja especulativa adquiere dimensiones desproporcionadas. Por todo el mundo, las principales plazas financieras acusan los mismos resultados. En Inglaterra, por mencionar otro ejemplo, el índice FTSE ha superado ya el récord histórico que tuvo en 1999.

Los mercados de valores, títulos y sus derivados se mantienen en una carrera ascendente que no guarda relación con lo que sucede en la economía real. El sistema regulatorio sigue siendo tan ineficiente y débil como el que había antes de la crisis. La mayor parte de los especuladores sabe muy bien que la nueva burbuja va a estallar en algún momento, pero no mañana. Si la especulación es el detonador, la inyección de liquidez que proporciona la reserva federal es el combustible del nuevo desenfreno. Por eso, cuando la Fed anunció sus planes para reducir la flexibilidad monetaria el mercado financiero se estremeció. No hay nada en la economía real que justifique el crecimiento desorbitado de los índices de precios y cotizaciones en las principales bolsas de valores del mundo. Estamos en presencia de un casino monumental.

En cambio, los bancos siguen en mala salud porque su papel en la economía es diferente. En un contexto deflacionario (que todavía no está superado) los bancos no tienen incentivos para realizar préstamos. La inversión también decae y eso contribuye a erosionar más las ganancias de los bancos. Por supuesto, algunas reformas en el sistema regulatorio orillaron a los bancos a abandonar actividades (de mayor riesgo) que habían sido muy lucrativas y sus hojas de balance fueron afectadas de manera importante por la obligación de aumentar sus índices de capitalización y reducir el apalancamiento.

Todo esto conspira en contra de una recuperación en la economía real porque los bancos seguirán resistiéndose a incrementar el crédito. Lo cierto es que ahora la rentabilidad neta de los bancos en Europa, por ejemplo, permanece muy por abajo de los promedios históricos.


La historia económica revela que las recesiones financieras tienen efectos más profundos y duraderos que las recesiones que se originan en la economía real (no financiera). Por eso la experiencia de esta crisis conduce a dos importantes lecciones. Primero, la regulación de los bancos no debe ser un tema pasajero y su recapitalización debe provenir antes que nada de sus propias ganancias. Segundo, el tema de si los bancos deben ser propiedad pública es de gran importancia y no debe ser un tabú.

La lección de este experimento es sencilla. No se trata solamente de que el capital financiero abdique al trono. Se trata de abolir la monarquía en la que la lógica financiera domina el resto de la economía. El sucesor debe ser el control social sobre la actividad financiera y bancaria.