La vida de la población ucraniana en la zona de conflicto cada vez se parece más a un verdadero infierno. Algunos vecinos incluso tienen que enterrar a sus familiares en sus propios patios por miedo a ser alcanzados por un proyectil.

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A diario, en el este de Ucrania más de 70 personas mueren o resultan heridas. Son cifras de la ONU de un conflicto que ya suma más de 2.000 civiles fallecidos.

A sus 60 años, Pável debe luchar con el desconsuelo y la soledad, un drama que estalló a pocos metros de su hogar.

"Mi esposa estaba aquí. En este lugar un cayó misil y provocó un gran impacto. La cubrí con una manta, la puse en el coche, y la tomé de la... No sabía a quién llamar", dijo Pável Jerebets, un vecino de la región de Donetsk que perdió a su esposa, Liudmila, durante un bombardeo.

"¿Dónde más podía enterrarla? Había disparos por todas partes", se preguntó Pável.

Los teléfonos rara vez funcionan, las calles permanecen vacías, los servicios están cerrados. Así es Shajtiorsk, una pequeña población asediada por la muerte. Sus habitantes viven bajo tierra, en sótanos, conviviendo con el miedo.


"Esto es la guerra y la gente tiene temor de salir de casa porque hay francotiradores y minas", dijo Valeri Rastorguev, miembro de las autodefensas, a RT.

Yevgueni, un sepulturero voluntario, aprendió a lidiar con la muerte. La pérdida de su familia le convirtió en sepulturero. Es voluntario, dice, porque los cadáveres se están apilando. "No hay coches en la carretera, por lo que los milicianos ayudan a traer los cuerpos hasta aquí", explicó.

Pero no todos los familiares de las víctimas logran conseguir ayuda. Pável aún lamenta haberse visto obligado a enterrar a su esposa en el jardín de su casa. "La enterramos aquí. No había gente. En esta calle seguimos viviendo solo tres o cuatro personas", dijo.

Es la desesperación de la guerra. Un dolor, que, pese a estar incrementado por la soledad, Pável no está dispuesto a reemplazar.

"Yo no voy a estar con otra persona... ¿qué se supone que debo hacer a mis 60 años?", dijo Pável.

Vidas destruidas, carentes de esperanzas, por una guerra que solo promete augura una crisis humanitaria.