© DesconocidoLavrov como siempre sin pelos en la lengua...
En esta línea, ha acusado a los miembros de la UE de negarse a repetir en público sus llamamientos al cumplimiento de los acuerdos de paz de Minsk", que permitirían la normalización de las relaciones con Moscú. El titular ha manifestado que esta ambigüedad le sorprende y que pone en duda la sabiduría y provisión de los políticos europeos.
Lavrov explica que el conflicto en Ucrania nace de los intentos del bloque europeo de imponer sus políticas en el país eslavo. Según el diplomático ruso, Ucrania es víctima de la política de la UE que intentó obligarla a elegir entre Moscú y Bruselas, y en Ucrania, en vez de por un Gobierno de unidad, se abogó por un golpe de Estado.
Las relaciones entre Rusia y Occidente se enfriaron tras el estallido de la crisis en Ucrania a principios de 2014 y la unificación mediante un referéndum de la península de Crimea (sur de Ucrania) a la Federación de Rusia.
EE.UU. y la UE han impuesto varias rondas de sanciones económicas contra individuos, organizaciones y sectores rusos, pretextando que Rusia está implicada en los conflictos del este de Ucrania
Moscú niega estas acusaciones y, en represalia a las sanciones, ha establecido medidas de embargo contra los productos provenientes de los países sancionadores y creado una lista de más de 200 personas de la UE y EE.UU. a las que no dará visado de entrada a su territorio.
Comentario: Una realidad que muchos podemos sospechar sin necesidad de que el valiente Sergei Lavrov nos lo explique. Está muy claro que esta prolongada y absurda enemistad entre Rusia y la UE ha sido impulsada e impuesta por EE.UU. para favorecer a sus propios intereses y no los de la UE. La economía de varios países miembros de este bloque (posiblemente la de todos) ha sido seriamente afectada por las sanciones y a pesar de esta evidente realidad cada nación europea perteneciente a la troika han aceptado este comportamiento demente en contra de quien debería ser su mayor aliado.
Una vez más queda establecido con claridad que la mayoría de los líderes europeos elegidos democráticamente por sus respectivos pueblos no los representan en absoluto ni tienen entre sus objetivos y prioridades proteger los intereses de sus ciudadanos.