Traducido por el equipo de SOTT.net

El colapso de la educación superior estadounidense nos presenta una oportunidad única y novedosa para empezar a recuperar lo perdido y revitalizar tanto nuestras cabezas como nuestros corazones.
"Educar la mente sin educar el corazón no es educación en absoluto" (Aristóteles).
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© Nikolas Joao Kokovlis/SOPA Images/LightRocket via Getty Images
La educación superior estadounidense, en su forma actual, está completamente perdida. No hay vuelta atrás. Eso está claro.

De Buckley a Bloom, Horowitz, Sowell, Boghossian, Peterson y otros, la degeneración gradual de la academia estadounidense ha sido bien documentada, y desde hace algún tiempo; su agonía es más espástica, cómica y extravagante cada mes que pasa.

Dada la rápida, agresiva e incesante propagación de las ideas e ideologías perniciosas de la izquierda directamente desde la torre de marfil al resto de las instituciones culturales de Estados Unidos, una actitud normal de burla y desprecio debería ser sustituida por otra de seriedad y justa indignación. La degeneración de la educación superior estadounidense es paralela a la degeneración del ciudadano estadounidense en general. Y una república que carece de los atributos necesarios de una educación y una ciudadanía adecuadas no puede mantenerse durante mucho más tiempo.

En consecuencia, para aquellos de nosotros preocupados por el próximo capítulo de la historia de Estados Unidos, tanto con respecto a la cultura en general como a la educación superior en particular, la pregunta crucial que ahora necesita una respuesta adecuada es: ¿qué viene después?

Y aunque ha habido varias iniciativas recientes que intentan articular cómo podría empezar a ser un modelo educativo superior nuevo y alternativo, me gustaría dedicar algo de tiempo a ofrecer algunas de mis propias reflexiones sobre el asunto, que pueden resumirse de la siguiente manera:

Para salvar a nuestro país del totalitarismo izquierdista, tanto en el mundo académico como fuera de él, Estados Unidos debe volver a un modelo clásico de educación superior centrado principalmente en el cultivo de la mente y el cuerpo, así como del carácter, la competencia y la virtud, ejemplificado en el modelo educativo aristotélico clásico.

Dicho de otro modo, para que Estados Unidos y sus ciudadanos vuelvan a prosperar, debemos reconstruir el Liceo de Aristóteles.

El Liceo: breve historia

El Liceo, llamado así en honor a Apolo Liceo, fue una escuela fundada por el famoso filósofo griego Aristóteles en Atenas en el año 335 a.C. como rival de la Academia fundada por su mentor, Platón. Originalmente un gimnasio para el entrenamiento de atletas, el Liceo, bajo la dirección de Aristóteles, se convirtió en un importante centro cultural en el mundo antiguo para el aprendizaje y la investigación en las áreas de filosofía, lógica, historia, biología, ciencia y matemáticas.

Durante su estancia en el Liceo, Aristóteles produjo muchas obras filosóficas influyentes, como la Ética a Nicómaco, la Política y el Organon. Además, muchos de sus alumnos se convirtieron en importantes filósofos y líderes, como Teofrasto, Aristoxeno y Alejandro Magno.

Tras la muerte de Aristóteles en el año 322 a.C., el Liceo entró en decadencia y se clausuró oficialmente en el siglo I a.C. A pesar de su clausura, el Liceo ejerció una enorme influencia durante mucho tiempo y tuvo un efecto determinante tanto en la historia de Occidente como en el pensamiento intelectual occidental en general, especialmente después de que las obras de Aristóteles fueran redescubiertas en la Edad Media y rearticuladas a través de escolásticos como Santo Tomás de Aquino.

Más tarde, tras el advenimiento de la Ilustración, la cosmovisión aristotélica comenzó a decaer. Sin embargo, los ecos tanto del Liceo como del pensamiento aristotélico en general resurgirían una vez más en el ADN del gobierno y la fundación de Estados Unidos, dentro de los modelos pedagógicos de las universidades clásicas de artes liberales y las academias de servicio, y el movimiento del Liceo del siglo XIX. Se trataba de un movimiento cultural y de educación de adultos en Estados Unidos, en el que participaron pensadores como Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau y Frederick Douglass, cuyo objetivo era promover el desarrollo intelectual y moral de los ciudadanos estadounidenses.

La educación de la mente, el cuerpo y la virtud

En el modelo pedagógico del Liceo ocupaba un lugar central la teoría aristotélica del hilomorfismo, según la cual todo lo material se compone de materia (hyle) y forma (morphe). La materia se refiere a la sustancia que compone un ser físico, mientras que la forma se refiere a la organización de esa materia. Así, una mesa de roble, por ejemplo, estaría compuesta por un material concreto (la madera) y una forma concreta (cuatro patas iguales y un tablero plano), siendo ambos necesarios para su existencia. Si la mesa estuviera hecha de agua o tuviera forma de silla, dejaría de ser una mesa en cualquier sentido.

Y lo que es más importante, la teoría de Aristóteles no sólo se aplicaba a mesas y sillas, sino también a seres humanos, con profundas implicaciones sobre la relación entre cuerpo y mente, así como sobre la naturaleza humana. Contrariamente a la visión cartesiana dominante y actual del hombre, la de una separación metafísica tajante entre mente y cuerpo, la visión hilomórfica veía mente y cuerpo como fundamentalmente inseparables. Este planteamiento influyó y dominó directamente la cosmovisión occidental clásica desde Aristóteles hasta la Ilustración. Desde la filosofía hasta la religión, pasando por la ciencia, la medicina, el derecho, la política y la educación, todo el mundo occidental clásico se basaba en una metafísica hilomórfica.

Este punto de vista informaba sobre el aspecto fundamental de la educación de la persona humana: desde los entornos de aprendizaje hasta los planes de estudio, la metodología y las prácticas. Para Aristóteles, esta visión era muy importante en relación con la ética. Como el hombre es básicamente un compuesto de mente y cuerpo, ordenado hacia el fin último del florecimiento humano (eudaimonia), la educación de un carácter virtuoso a través del cultivo de hábitos virtuosos ocupa un lugar central en el paradigma educativo aristotélico. Y puesto que, desde este punto de vista, el hombre no es sólo una mente, sino también un cuerpo, la educación de la virtud requiere fundamentalmente la encarnación constante y la habituación al mundo real, y no sólo la adquisición de conceptos abstractos y meros conocimientos mentales. Comprender o articular el concepto de valor es algo muy distinto de encarnar realmente el valor en el propio carácter. Este punto de vista explica por qué Aristóteles eligió precisamente un gimnasio como crisol educativo para la formación del carácter virtuoso, en lugar de un aula inerte, estéril y sedentaria.

Esta cosmovisión aristotélica clásica de lo que constituía el florecimiento humano, tuvo un impacto duradero en la concepción del hombre occidental tanto de la naturaleza y el propósito del conocimiento humano como de la naturaleza y el propósito de la academia en sí misma, e impregnó todas las instituciones y aspectos del mundo occidental clásico. La universidad y el mundo aristotélicos tradicionales eran integradores.

Universidades, personas y mundos fragmentados

Gran parte de la visión aristotélica del mundo que acabamos de describir está ahora fragmentada, con personas fragmentadas y una sociedad fragmentada a juego. Habiendo rechazado casi todas las nociones y prácticas aristotélicas tradicionales, los defensores de este paradigma modernista y de la Ilustración en decadencia, sintiendo que algo va profundamente mal, se encuentran ahora luchando por mantener la línea, recurriendo a diversas apelaciones al liberalismo clásico, contractualismo, cientificismo, teorías económicas, inteligencia artificial y diversas formas de lenguaje de los derechos; todo ello con poco o ningún efecto contra el avance de la embestida woke.

Por lo tanto, esta situación nos obliga a reexaminar seriamente los presupuestos fundamentales del proyecto modernista de la Ilustración como tal; a saber, su desecho del hilomorfismo, su rechazo del telos humano, y su separación de la mente del cuerpo, del hecho del valor.

Volver atrás

Estados Unidos se encuentra en un creciente estado de desintegración. A medida que el wokismo se introduce en el ADN de nuestras instituciones, la lucha contra esta desintegración requerirá necesariamente una seria reconsideración de los valores, virtudes, conocimientos y prácticas que consideramos importantes, que merecen la pena y que merece la pena salvar.

El conocimiento y la educación del cuerpo, de la virtud y del carácter deben ser recordados y cultivados; la educación del corazón cultivada por encima de todo.

El colapso de la educación superior estadounidense nos presenta una oportunidad única y novedosa: la oportunidad de empezar a recuperar lo perdido, de revitalizar tanto nuestras cabezas como nuestros corazones, y de empezar de nuevo; como educadores, como padres, como estudiantes y como ciudadanos. Occidente floreció y prosperó durante casi dos milenios, y nosotros podemos florecer y prosperar de nuevo.
El Dr. Michael Robillard es un académico independiente, filósofo y veterano del ejército estadounidense. Ha ocupado cargos académicos en la Universidad de Notre Dame, la Universidad de Oxford y la Academia Naval de los EEUU. Puede encontrar otros escritos suyos en www.michaelrobillard.com y en Twitter: @RobillardDr.