Cuando se habla de Islandia como «la tierra del fuego y el hielo» no hay margen de error. Este apasionante país con una naturaleza de ensueño y cuna de las auroras boreales puede convertirse también en un infierno cuando los fenómenos naturales se desatan.
iceland fissure
© Photo/The Coast Guard
Si no que se lo digan a los 3.500 habitantes de la comunidad de Grindavík, una península ubicada suroeste del país y a unos cincuenta kilómetros de Reikiavik, la capital. Y es que sus vecinos aún tratan de volver a la normalidad después de que la última erupción que tuvo lugar hace unos días en este enclave hiciera que la lava brotase con fuerza desde una gran fisura que se abrió al norte de la ciudad.

Hoy, con el volcán en calma, preocupa, tal y como explicaban expertos en «National Geographic», que exista un gran depósito de magma acumulado justo debajo de la superficie de esta ciudad islandesa.


El que fue un próspero pueblo de pescadores integrado principalmente por gente joven, ahora permanece completamente vacío. Hay muchos que incluso preferirían que su casa hubiera quedado sepultada bajo la lava para así, al menos, poder cobrar una indemnización y comenzar una vida lejos del potencial peligro.

Según relatan desde BBC, en los últimos tres años, esta península ha sido testigo de cinco salvajes erupciones volcánicas, la última, a mediados de este mes. Sin embargo, un mes antes, a mediados de noviembre, un terremoto obligó a desalojar Grindavík. Centenares de casas se vinieron abajo. Cuando creían que lo peor había pasado y algunos esperaban poder regresar a su hogar, a mediados de diciembre, comenzó una fuerte erupción en la cercana serie de cráteres Sundhnuks, que duró tres días. Luego llegó la de enero, donde la tragedia no dejaba de sumar enteros.

Lo relata ahora un periodista de la cadena pública británica que ha visitado la zona para dar fe de la desolación que azota en esta ciudad ahora fantasma con un riesgo inminente de un nuevo derrame de lava por alguna de las fisuras terrestres.

«El trabajo de toda la administración involucrada ha sido completamente inaceptable y está claro que los que han trabajado en darnos una respuesta no estaban preparados de ninguna manera para un evento como este, lo cual es absolutamente increíble considerando que estos terremotos y erupciones comenzaron hace tres años», explicaban los lugareños al reportero de la BBC que se desplazó hasta la zona. «Han pasado 80 días desde que se llevó a cabo la evacuación. En esos 80 días, la gente de Grindavík no ha tenido un hogar. Nuestra comunidad está sufriendo y no tenemos ni idea de lo que nos deparará el futuro», apostillaba otro.

Ahora, más allá de la preocupación por poder recuperar su vida, lo que planea sobre este pueblo es la incertidumbre de una nueva erupción que agrave su situación. Según los expertos, el debate no es si habrá o no una nueva, sino «cuando llegará».