Lo que hagas al menor de mis hermanos, me lo haces a mí...
- alguien, en algún lugar, hace mucho tiempo

© Charles Krupa / Associated PressEstado Policial de Boston: Un equipo SWAT se prepara para hacer una búsqueda casa por casa mientras los residentes abandonan sus casas en Watertown, Mass. 19 de abril, en sus batas y sin zapatos. Apostamos a que tampoco se emitieron órdenes de búsqueda.
No te molestes por leer este ensayo, no hará ningún bien. Lo digo en serio, deja de leer ahora, no tiene sentido, es inútil. Ya no hay nada que valga la pena decir.
Todo el día de ayer las cabezas parlantes en la TV informaron que toda la ciudad de Boston se encontraba "cerrada" mientras las autoridades de la ley buscaban puerta por puerta al "sospechoso" restante de los Ataques de la Maratón.
Y como obedientes y traumatizados robots que son, los buenos ciudadanos de Boston se entregaron y cumplieron. Agradecidos por la protección de sus amos en vestimentas negras de combate recargadas,
aceptaron ser humillados y acorralados como ovejas en sus propios hogares.
Llenos con la adrenalina de estar directamente involucrados en el centro de esta crisis claramente manufacturada, esperaron, temblando dentro de sus habitaciones, ni siquiera remotamente concientes de cómo estaban siendo manipulados y engañados.
Seriamente, ¿cómo es posible que la gente todavía comprara esta basura?
¿Alguna vez te has preguntado cómo es que enormes cantidades de personas adormecidamente y voluntariamente hicieron fila para entrar a las cámaras de gas de la Segunda Guerra Mundial, sin la más mínima resistencia, sin siquiera intentar luchar?
Ese es el porqué.
Esto es lo que nos hemos vuelto.
Un país de esclavos.
Ciegos, sordos, mudos y paralizados de miedo.