Nuevo planeta
© Cortesía de Guillem Anglada-Escudé, Instituto Carnegie.Representación artística del nuevo planeta, en la que también se muestra su estrella como parte de un sistema triple de soles.
Un equipo internacional de científicos ha descubierto un planeta de tipo rocoso como la Tierra que podría albergar vida, ya que se halla en la zona habitable en torno a su estrella, la franja orbital en que la distancia a la estrella es la idónea para permitir un rango de temperaturas ni muy frías ni muy calientes, el adecuado para la existencia de agua en estado líquido en la superficie de cualquier planeta con las características apropiadas que esté allí.

La estrella en torno a la cual gira este planeta se llama GJ 667C, y es una enana roja de clase M, ubicada a 22 años-luz de la Tierra. La estrella forma parte de un sistema triple de estrellas, y posee una composición química que difiere de la de nuestro Sol en la abundancia de elementos más pesados que el helio, como por ejemplo hierro, carbono y silicio. GJ 667C es más pobre que el Sol en tales elementos pesados.

Las otras dos estrellas de ese sistema triple son enanas de color anaranjado, de clase K, con una concentración de elementos pesados que es sólo de un 25 por ciento de la de nuestro Sol.

Estos elementos pesados son materiales comunes en la composición de los planetas de tipo rocoso como la Tierra, Marte y Venus, por lo que se creía poco probable que en torno a las estrellas pobres en elementos pesados fuese posible la formación de planetas de masa más baja que la de los típicos gigantes gaseosos, compuestos en buena parte de hidrógeno y helio.

El inesperado hallazgo indica que puede haber planetas capaces de albergar vida, tal como la entendemos, en muchos más lugares del cosmos que lo asumido hasta ahora.

El nuevo planeta cuenta con temperaturas aptas para la existencia de agua líquida en su superficie gracias a que orbita en torno a su estrella a una distancia muy inferior a la que separa la Tierra del Sol. Las enanas rojas de clase M son estrellas bastante menos brillantes que el Sol, por lo que para que los planetas obtengan de éstas un nivel de calor parecido al que disfruta la Tierra deben estar mucho más cerca. Eso hace que el tiempo que tardan en dar una vuelta entera alrededor de su estrella (el "año" astronómico) sea también inferior. En el caso del nuevo planeta, denominado GJ 667Cc, tarda sólo 28 días en completar una órbita en torno a su estrella.

El equipo de investigación, integrado por expertos de Chile, Estados Unidos, Australia y Reino Unido, usó datos del Observatorio Europeo Austral y los procesó mediante un nuevo método de análisis. También se recurrió a nuevas mediciones efectuadas por el Observatorio W. M. Keck y el Telescopio Magallanes II. La técnica para detectar la presencia de planetas se basa en medir el pequeñísimo "bamboleo" que al moverse experimenta la estrella por acción de la fuerza de gravedad ejercida sobre ella por los planetas de su entorno.

Hasta ahora, se consideraba poco probable que las estrellas enanas rojas de clase M, que figuran entre las más comunes en nuestra galaxia, contasen a su alrededor con planetas como el descubierto. A raíz de este hallazgo, el modo de ver a tales sistemas solares ha cambiado. Tal como señala el astrónomo Steven Vogt de la Universidad de California en Santa Cruz, la detección de este planeta, tan cerca de nuestro sistema solar y después de un tiempo tan breve de búsqueda en la zona, implica que debe haber en nuestra galaxia miles de millones de planetas de tipo rocoso como la Tierra, potencialmente capaces de albergar vida.

El planeta recién descubierto no es el único en órbita a GJ 667C. Tiempo atrás, se descubrió otro planeta rocoso (GJ 667Cb), con masa mayor que la de la Tierra, en una órbita mucho más cercana a su estrella que la del nuevo planeta. GJ 667Cb tarda sólo 7,2 días en dar una vuelta alrededor de su estrella, y su distancia a ella es demasiado pequeña para poder tener la temperatura correcta que permita la existencia de agua líquida. En GJ 667Cb, las temperaturas son demasiado elevadas para que sea posible la vida.

La posición privilegiada de GJ 667Cc le hace recibir la cantidad idónea de calor de su estrella. En realidad, recibe sólo el 90 por ciento de la luz que a la Tierra le llega del Sol, pero debido a que mucha de la radiación que llega a GJ 667Cc corresponde a la banda del infrarrojo, un porcentaje mayor de la energía que llega a ese mundo es absorbida por él. Teniendo en cuenta esto último, los cálculos indican que el planeta absorbe de su estrella una cantidad total de energía comparable a la que la Tierra absorbe del Sol. La masa del planeta es de al menos 4,5 veces la de la Tierra, pero manteniéndose dentro del rango de masas de los planetas rocosos, en contraposición a las masas bastante mayores de los gigantes gaseosos, planetas que carecen de superficie propiamente dicha.

Diagrama órbitas de planetas detectados
© Cortesía de Guillem Anglada-Escudé, Instituto Carnegie.El diagrama muestra las órbitas de los planetas detectados alrededor de la estrella, y la ubicación de la franja orbital habitable.
GJ 667Cc es en estos momentos el nuevo mejor candidato a poseer agua líquida en su superficie, y quizá incluso a albergar vida tal como la entendemos. Así lo cree el astrónomo Guillem Anglada Escudé (ahora en la Universidad de Gotinga en Alemania), miembro del equipo de investigación.

Las observaciones en ese sistema solar sugieren que puede haber un planeta gigante gaseoso, así como un planeta rocoso con masa mayor que la de la Tierra y un periodo orbital de 75 días. Sin embargo, se necesitan hacer más comprobaciones antes de poder confirmar debidamente la existencia de estos dos mundos.

Los avances tecnológicos en instrumental de observación astronómica van a permitirles a los científicos escrutar muchas estrellas enanas rojas de clase M, a fin de buscar indicios de la presencia de planetas rocosos a su alrededor y, si fuese el caso, detectar "huellas" espectroscópicas indicadoras de la existencia de vida en alguno de ellos, tal como señala Anglada Escudé.

En el equipo de investigación han trabajado también, entre otros, Eugenio Rivera de la Universidad de California en Santa Cruz, Paul Butler del Instituto Carnegie de Ciencia en Estados Unidos, James Jenkins de la Universidad de Chile, Pamela Arriagada y Dante Minniti de la Pontificia Universidad Católica de Chile, así como diversos especialistas del Observatorio Astronómico Australiano, la Universidad del Sur de Queensland, la de Nueva Gales del Sur, ambas en Australia, la de Hawái en Manoa, y la de Hertfordshire en el Reino Unido.