Los niños nacidos de madres con bajos niveles de vitamina D durante el embarazo tienen el doble de riesgo de sufrir trastornos del lenguaje en edad escolar.
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Lo indicó un estudio del Instituto de Investigación Telethon sobre la Salud Infantil en Perth (Australia), el primero en mostrar que bajos niveles de vitamina D en el útero pueden dañar el desarrollo lingüístico del niño, afectando por ejemplo su capacidad de aprender palabras nuevas y componer frases más largas.

No surgió, en cambio, ningún vínculo entre la carencia de vitamina y problemas de conducta o emotivos en la infancia.

La investigación, publicada en la revista Pediatrics, monitoreó a más de 740 mujeres embarazadas, y luego siguió el nacimiento, desarrollo y comportamiento de su prole hasta los 17 años.

Un cuarto de las mujeres tuvieron durante el embarazo niveles insuficientes de vitamina D, generalmente relacionados con la escasa exposición a los rayos solares. El retraso lingüístico más significativo surgió en los niños de entre cinco y diez años.

Los resultados son importantes -sostuvo Andrew Whitehouse, que encabezó el proyecto- porque se sabe que en los países más avanzados los niveles de vitamina D en las mujeres disminuyeron progresivamente en los últimos 20 años.

"El bebé en vías de desarrollo depende completamente de la madre para sus niveles de vitamina D, y ahora demostramos que esto puede tener un impacto en su desarrollo cerebral", escribió Whitehouse.

"Era sabido desde hace años que la insuficiencia de vitamina D durante el embarazo se asocia con una serie de efectos adversos sobre la salud de los hijos, como escaso crecimiento y asma, pero este es el primer estudio que revela una asociación con las dificultades del lenguaje", precisó.

Tales problemas resultan particularmente preocupantes si persisten durante los años de la escuela. Alrededor de un 12 por ciento de los niños pequeños tienen retrasos lingüístico, pero muchos de ellos los resuelven antes de comenzar la escuela, mientras los problemas que siguen durante los años escolares tienden a permanecer durante gran parte de la vida, observó el especialista.

El estudio tiene implicaciones significativas, concluyó Whitehouse, porque puede facilitar intervenciones más rápidas para prevenir dificultades en el lenguaje.