Según las trabajadoras consultadas, la mayor conquista es el respeto por la extensión de la jornada laboral y la hora de descanso. "Antes no podías ni ir al ginecólogo, ahora si en tu hora libre querés ir a sentarte al banco de la plaza, podés", dice Isabel.
Empleadas domésticas
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Isabel Medina (53) se crió en lo que en aquel entonces se llamaba Consejo del Niño y hoy se conoce como INAU. A los ocho años un grupo de monjas argentinas la adoptó y le ofreció educación en un colegio religioso de San José. Después la llevaron a Buenos Aires, donde hizo hasta segundo de liceo. "Me acuerdo que me llevé matemáticas y literatura. Pero las salvé en verano. Era muy aplicada, buena estudiante", dice. Cuando los militares dieron el golpe de Estado en el país vecino, Isabel tuvo que cruzar el charco. "Fue un tema de papeles...". Tenía 17 años y ningún familiar a quien pedirle ayuda. Volvió a golpear las puertas de la institución de menores, que le consiguió su primer trabajo: empleada doméstica, con cama, en la casa de un "matrimonio mayor". La solución estaba bastante lejos de su sueño, que era estudiar, tener un oficio, quizás algún día llegar a ser enfermera. Pero no tuvo opción.

"Tuve una experiencia muy dura", recuerda. Fue víctima de malos tratos y pasó hambre. "La heladera estaba cerrada las 24 horas del día, le ponían una cadena y un candado". Con su primer sueldo -cien pesos por mes- se compró dos conjuntos de ropa nueva y fue al cine. En esa casa trabajó algunos meses, hasta que alguien le recomendó ir a una agencia de colocaciones, donde podía conseguir "algo mejor remunerado". Aunque tuvo otros trabajos -desde en una fábrica de tapados de piel hasta en la zafra de recolección de limones- cuando le preguntan su profesión no duda en responder: "empleada doméstica".

Isabel no está sola. Junto a ella está Zulma, Matilde, Nora, Adriana... Porque ella es una de las 86.433 personas que trabajan en el servicio doméstico en Uruguay, según un estudio del Centro de Investigaciones en Economía Aplicada de la Universidad de Montevideo (UM) al que accedió Domingo. Con el objetivo de lograr una radiografía del sector, la investigación utilizó datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), elaboró hipótesis y realizó análisis.

La gran conclusión es que uno de cada diez hogares (11,2%) tiene servicio doméstico. En su amplia mayoría está a cargo de una mujer (99,2%) que pertenece a uno de los sectores más vulnerables de la sociedad, donde la tasa de pobreza (19%) es mayor a la media del país y el nivel de educación no alcanza al Ciclo Básico (7,8 años en promedio). Además, la mitad (53%) trabaja en la informalidad. "Son las mujeres que están en más situación de pobreza, que viven en más asentamientos y que tienen menos educación. Les toca todo lo peor... Algo no está funcionando bien, hay que ayudarlas, tanto a que se puedan formar un poco más como a que puedan dignificar su profesión", opina el economista Alejandro Cid, coordinador del estudio, en el que trabajaron Gonzalo Arrieta y Marianne Bernatzky.

El cambio

Isabel estrenó trabajo nuevo a fines de febrero. Está contenta con el cambio, dejó atrás tres años en una empresa de limpieza. "Me cansé de que me negrearan, y así clarito lo puse en la carta de renuncia". Ahora hace "todas las tareas" para una familia en Punta Carretas, en un régimen de ocho horas, de lunes a viernes. "Desde el principio nos tratamos de tú, se terminó el 'sí, señora', eso de no mirarse a los ojos. Me siento realizada porque soy tratada de igual a igual, eso no se ve siempre. Ella es tan señora como yo. ¿O somos diferentes porque yo lavo los pisos y ella no?", reflexiona.

La situación de las empleadas domésticas comenzó a cambiar a partir de 2005. En el correr de tres años se creó el Sindicato Único de las Trabajadoras Domésticas (SUTD), por primera vez en la historia el sector participó en instancias de negociación colectiva -como los Consejos de Salarios-, y se aprobó la ley N° 18.065, que igualó sus condiciones laborales a las del resto de los trabajadores. Se estableció una jornada de ocho horas, un régimen de descanso, cobertura social plena, derecho al seguro de paro y de enfermedad, entre otras conquistas. Además, en junio de 2012 Uruguay se convirtió en el primer país que ratificó el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre trabajo decente para trabajadores domésticos. Sin embargo, son los cambios de mentalidad los que todavía cuestan.

Para el subsecretario del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), Nelson Loustaunau, las malas condiciones laborales, tan arraigadas en el sector doméstico, están estrechamente ligadas al origen de la actividad. "Es un trabajo que durante siglos hacían los esclavos", recuerda. "Hasta no hace mucho había una rémora, y todavía queda, de esa concepción del trabajador como objeto en lugar de sujeto". Incluso el término "servicio doméstico" tiene una carga simbólica fuerte. "Nosotros abogamos por decirles trabajadores del hogar", dice.

Según el estudio de la UM, en 2011 un 11,2% de los hogares del país declaraba tener servicio doméstico: 10,8% contaba con empleada con retiro y 0,4% con cama. De esos hogares, la mayor parte son casas (alrededor de 65%). En Montevideo, los barrios con más demanda son Punta Carretas (33,4%), Carrasco (16,8%) y Pocitos (14,9%).

Además, 5% de los hogares de Uruguay recibía ayuda de "otros familiares", que no integraban el hogar, para limpiar, cuidar niños o ancianos o hacer alguna tarea doméstica, sin mediar pago.

Contrariamente a lo que podría pensarse, alrededor de 67% del personal doméstico trabaja en el interior del país. Los departamentos que más emplean son Montevideo (33%) y Canelones (18%), seguidos por Maldonado (7%) y Rivera (3,7%).

En el debe

Matilde Castillo (56), Adriana Fernández (47) y Nora Pacheco (66) son exintegrantes del SUTD. Por desavenencias con algunos dirigentes abandonaron el gremio, pero no las ganas de difundir y defender los derechos de las mujeres que, como ellas, se desempeñan como empleadas domésticas. Desde hace un año, a través de la Agrupación María Goretti, hacen volanteadas por distintos barrios de Montevideo y apuestan a llegar al interior. También tienen un espacio en CX22 Radio Universal.

Aunque con historias diferentes, las tres llegaron al trabajo doméstico como última alternativa. Matilde y Nora lo hicieron luego de perder su trabajo en una fábrica; Adriana tras la crisis de 2002, cuando tuvo que cerrar el negocio de comida que tenía en su casa. "Hice de tripas corazón, porque no sabía cómo hacer ni cómo actuar", dice Nora, hoy jubilada. "Era muy diferente trabajar con 1.500 compañeros en una fábrica que en una casa de familia. Tenés que ser muy reservada y marcar la diferencia. El patrón es el patrón y yo soy la trabajadora, no soy amiga de nadie", dice.

Todas recuerdan alguna "mala experiencia" y aunque reconocen que se ha avanzado bastante, aún hay mucho para hacer. "Antes éramos completamente invisibles. Con la aprobación de la ley logramos torcer un poco la historia", opina Matilde. "Puertas adentro (de los hogares) hubo mucha resistencia. Hacíamos asambleas, llamábamos a los canales y al día siguiente teníamos compañeras despedidas", agrega Nora.

Según las trabajadoras consultadas, la mayor conquista es el respeto por la extensión de la jornada laboral y la hora de descanso. "Antes no podías ni ir al ginecólogo, ahora si en tu hora libre querés ir a sentarte al banco de la plaza, podés", dice Isabel.

De acuerdo a datos del INE, el personal doméstico trabaja, en promedio, 24 horas por semana. El problema, advierte Cid, es que se llega a esa cifra porque "una proporción no despreciable de empleadas" está en actividad más de 50 horas semanales. "Ese es otro síntoma de vulnerabilidad. Hay unas mil mujeres que trabajan más de 60 horas en la semana", agrega. Según el informe, las empleadas "con cama" trabajan en promedio 33,8 horas semanales.

Una de las cuentas pendientes son los aún altos índices de informalidad. Según el informe, 53% trabaja informalmente, porcentaje que ha disminuido en los últimos años, "pero sólo levemente".

Del estudio también se desprende que el ingreso mensual promedio que recibe una doméstica es de $ 5.560 y de $ 58 cuando es por hora. Luego de marchas y contramarchas, esta semana se firmó el nuevo convenio laboral del sector, que fijó el salario mínimo en $ 9.544 (por 44 horas semanales y 25 jornales al mes) y la hora laboral en $ 50,21.

Educar más

Para Cid, el precio de la hora de trabajo está estrechamente ligado a uno de los aspectos más preocupantes que arrojó la investigación: el bajo nivel educativo de este sector de la población y el escaso número de domésticas que está estudiando actualmente (2%). "Si estuviéramos en la crisis de 2002 todavía, pero Uruguay viene creciendo desde hace siete años. Sin embargo, este grupo de mujeres está estancado en número y en formación", señala.

Cid plantea las preguntas, pero no tiene las respuestas. "No sé por qué es así, capaz que es falta de información... No hay que imponerles que sean economistas, pero tienen que poder ser lo que ellas quieran".

Nenucha, quinta generación de la Agencia Manolo, la más antigua del mercado, nota que los años de estudio de las mujeres que llegan hasta su local de la avenida Uruguay son cada vez menos. "El nivel cultural bajó mucho. Algunas chicas hacen el liceo o la facultad de noche, pero son las menos", dice. Sin embargo, explica que en este rubro el estudio "ya no cuenta", lo principal es la honradez y las referencias.

El estudio de la UM señala que el personal doméstico tiene en promedio sólo 7,8 años de educación, o sea, no logra finalizar el Ciclo Básico. Además, en 2011 sólo 2,26% de estos trabajadores asistía a un centro de enseñanza.

"La población que se dedica al servicio doméstico viene del contexto más difícil", dice Nenucha mientras atiende consultas por otras dos líneas telefónicas. "Las mujeres tienen un pasado de maltrato familiar, están separadas, con niños para mantener.", comenta.

Justamente, otra de las conclusiones del informe, señala Cid, es que respecto a la población total de Uruguay, las empleadas domésticas tienen más problemas de estructura familiar: 21% está divorciada y 19% separada de unión libre. "Toda la experiencia empírica indica que el mejor entorno para la mujer es vivir con una pareja estable y sus hijos biológicos", dice el economista. Junto a las repercusiones económicas, Cid estima que este panorama de mujeres jefas de hogar también incide en su incapacidad para seguir estudiando. "Son madres que no se pueden educar porque terminan de trabajar y tienen que ir a cuidar a sus hijos, cocinar y limpiar... porque están solas".

La mayoría de estas mujeres tiene entre 36 y 55 años, 91% es de ascendencia blanca y casi 26% nació en Montevideo. De las que viven en la capital, 6,5% lo hace en Casavalle, 4,4% en La Paloma (Tomkinson) y 4,1% en Casabó, todos barrios humildes al Norte de la ciudad.

A Isabel le lleva dos ómnibus y casi dos horas llegar hasta su casa en Paso de la Arena. Lo mismo le pasa a Matilde para ir desde Carrasco hasta el barrio Ituzaingó. O a Adriana, que vive en Belvedere. En el trayecto aprovechan para conversar con alguna compañera, hablar de la nueva familia con la que están trabajando o informarse sobre el último convenio salarial. Es fuente de información y espacio de catarsis. Aunque no todas reconocen vocación de servicio, coinciden en que es un trabajo digno y necesario. "Yo puedo vivir sin las señoras, me puedo desenvolver haciendo otras cosas, pero si le pido a la señora que planche una camisa o haga una masa de pascualina no lo sabe hacer. Yo puedo vivir sin ellas, pero ellas no pueden vivir sin la empleada doméstica", dice una de las entrevistadas.

Esta mujer, que no terminó el liceo, sabe de lo que habla. Una y otra vez los números demuestran que el servicio doméstico es cada vez más necesario. "Antes se consideraba el lujo de los pudientes, pero eso no es más así. Hoy es la necesidad de la clase media que sale a trabajar o de un viejito que le paga a alguien para que lo ayude con una modesta jubilación", señala Loustaunau. Y concluye: "Pasó de ser un lujo a ser parte de la vida moderna".

Mejoraron condiciones y salarios; nuevo convenio hasta 2015

Desde 2009 cada 19 de agosto se celebra el Día de la Empleada Doméstica, que para las trabajadoras del sector es feriado. Lo curioso es que la fecha no conmemora el nacimiento o la muerte de un trabajador, sino una conquista mucho más terrenal: el 19 de agosto de 2008 representantes del Sindicato Único de las Trabajadoras Domésticas participaron por primera vez en la historia uruguaya en una instancia negociación colectiva. "Eso demuestra la importancia que ese momento tenía para ese grupo de trabajadores", señala Nelson Loustaunau, subsecretario del MTSS. A ese mojón -que trajo como consecuencia su participación en los Consejos de Salarios-, se sumó la aprobación de la ley N° 18.065, que marcó un salto cualitativo en materia de derechos. "Junto con los trabajadores rurales, este sector estaba totalmente excluido del sistema", recuerda el jerarca. Del otro lado de la mesa, en representación de los patrones, se ubica desde entonces la Liga de Amas de Casa, presidida por Mabel Lorenzo. "Siempre se ha actuado de buena fe. Y los logros han sido muchos. Es importante saber que es una relación de dependencia pero con algunos resortes totalmente distintos a cualquier otra actividad", explica. En la Liga funciona, dos veces por semana, un consultorio jurídico laboral gratuito para atender todo tipo de preguntas.

El miércoles 10, tras varios meses de marchas y contramarchas, se firmó el nuevo convenio laboral para el sector, que fijó el salario mínimo nominal ($ 9.544,43) y los ajustes salariales anuales hasta diciembre de 2015. El convenio estableció tres franjas salariales, con aumentos del 11,84%, 10,83% y 9,66% según el salario bruto que perciba la trabajadora. "Este es uno de los grupos que ha tenido mayor crecimiento del salario real, pero partía de bases muy bajas", dice el jerarca del ministerio. Para Loustaunau, actualmente el servicio doméstico compite con otro sectores, como el de la industria de la vestimenta, justamente porque ofrece mejores sueldos.

"Hay casos en que el ingreso de las mujeres al servicio doméstico no es sólo por falta de formación, sino porque tienen mejor remuneración que en otras tareas", concluyó.

Las cifras

11,2% de los hogares del país tenía servicio doméstico en 2011. Además 5% recibía ayuda de familiares que no viven en la casa.
19% de las trabajadoras domésticas están debajo de la línea de pobreza, casi el doble que en el total del país (10,8%).
7,8 son los años de educación que, en promedio, alcanza el servicio doméstico; equivale a no terminar el Ciclo Básico.
Artículo original: elpaís.com.uy