¿Habrá un re mapeo de las alianzas internacionales si el derechista Aécio Neves gana en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil que se realizará el 26 de octumbre? Los apoyos recibidos por el partido social democrático de Neves ciertamente apuntan a un realineamiento en América Latina: el Partido Socialista de la derrotada candidata Marina Silva, un partido que tiene poco o nada que ver con el socialismo; el pastor evangélico Everaldo Pereira y...el Club Militar y defensores de la dictadura de 1964-85.

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La información periodística indica que el pensamiento económico de Neves está encapsulado en el neoliberalismo, en economías de mercado, en la reducción de los planes sociales de la actual mandataria Dilma Rousseff, en achicar el rol del Estado, en un enfriamiento con el Mercosur y con los gobiernos progresistas en el continente y en un reacercamiento con los Estados Unidos.

Habrá asimismo una especie de hibernación en las relaciones comerciales y políticas con el grupo de naciones que forman las BRICS - Brasil, Russia, India, China y Sudáfrica, naciones con un territorio de alrededor de 40 millones de km2 y cerca del 45 por ciento del producto bruto mundial. Son países además que disputan con los Estados Unidos y Europa el liderazgo del mundo.

Sin lugar a duda Neves también pondría en el congelador las actuales relaciones con el Mercosur - Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela para alinearse más fuertemente con los países del continente con políticas mejor vistas por Washington - Perú, Colombia, Panamá, Honduras y México.

Si bien Dilma tiene posibilidades de ganar, ya que sus propuestas son mejor recibidas por los sectores de menos ingresos, un futuro gobierno del PT tendría que negociar sus políticas sociales y regionales con una derecha fortalecida.

La situación en Brasil es además una especie de espejo de la situación en otros países progresistas en América Latina, fuertemente acosados por la derecha.

Para entender mejor la situación actual, habría que volver la mirada sobre la década de 1970, durante la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la ex Unión Soviética, cuando dictaduras anti-comunistas con políticas económicas neoliberales brotaron por todo el continente con el beneplácito de Washington.

La caída de la Unión Soviética dio lugar al retorno al sistema democrático pero muchos de los gobiernos elegidos criticaron fuertemente las políticas neoliberales e intentaron reforzar el rol del Estado en la economía y enfocaron sus políticas en la inclusión social de los sectores dejados afuera de la economía formal.

Esas políticas necesariamente chocaron con los grupos económicos tradicionales y con los Estados Unidos y las empresas multinacionales que habían ingresado con facilidad en la actividad económica durante las dictaduras que mantenían políticas de neoliberalismo.

El desafío era volver a la democracia y a la vez implantar políticas de mercado favorables a la inversión de capital proveniente de los países desarrollados y de los grandes grupos financieros e industriales.

Uno de los argumentos más frecuentes de la derecha - expresados con perfección en los grandes medios de comunicación - es decir que los gobiernos populares son corruptos, ineficientes y además pasivos frente al incremento de la criminalidad.


Comentario: Mientras que las políticas neoliberales no se salvan de ser corruptas e ineficientes como podemos ver en el caso de Estados Unidos hoy en día. Respecto a la criminalidad, el neoliberalismo la "resuelve" con la mano dura de un Estado Policial brutal que limita las libertades de la gente para mantener un control forzado.


Seguramente Neves va a emplear argumentos de este tipo durante la segunda vuelta; en tanto Dilma enfatizará sobre los logros de los gobiernos de PT relacionado con los problemas de pobreza. Los votantes tendrán que decidir seguir en el camino de los moderados cambios bajo el PT o optar por el nuevo guión de la derecha.

Un problema claro en Brasil y otros países progresistas de América Latina es el "cambio de clase social." En 2013 se presenciaron cientos de protestas en diversas ciudades de Brasil de personas pidiendo cambios. Gran parte de ellos eran personas que habían mejorado su situación social durante los gobiernos de Dilma y de Lula da Silva.