Hay situaciones en las que debemos ayudar y otras en las que no. Hay situaciones en las que nuestra ayuda permite que la otra persona crezca y hay situaciones en las que podemos causar más daño. Por eso, a veces la mejor manera de ayudar, es no ayudar.

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La sociedad nos enseña que siempre debemos ayudar. Y hemos interiorizado hasta tal punto este mensaje que se ha convertido en una regla. Como resultado, pensamos que si no ayudamos a alguien, somos malas personas. Sin embargo, nada es blanco y negro, la vida está llena de matices, por lo que en algunas ocasiones la mejor ayuda que podemos ofrecer consiste en mantenernos al margen.

Ser "cruel" para ser amable

A veces, no ayudar es la mayor muestra de amor o empatía. Lo confirman psicólogos de la Universidad de Plymouth, quienes comprobaron que cuando conectamos emocionalmente con alguien y somos empáticos, estamos dispuestos a inducir emociones negativas si creemos que estas pueden ser beneficiosas a largo plazo.

Estos psicólogos reclutaron a 140 personas, que debían participar en un juego a través del ordenador con un compañero al que no conocían, a quien denominaron "Jugador A". Sin embargo, en realidad ese jugador no existía.

Aún así, los participantes recibieron una nota, aparentemente escrita por el Jugador A, en la que se refería a su reciente ruptura de pareja y lo mal que lo estaba pasando. Los psicólogos les dijeron a algunos de los participantes que intentaran imaginar cómo se sentía esa persona, con el objetivo de promover la empatía. A otras le dijeron que se olvidaran del asunto.

A continuación, a algunos les explicaron que el objetivo del juego era dispararle a los enemigos (estrategia de confrontación). Otros debían involucrarse en un juego diferente en el que la meta era escapar de un laberinto (estrategia de evitación).

Luego los participantes escucharon algunas piezas musicales y pequeñas lecturas que tenían como objetivo despertar diferentes emociones. Los investigadores les pidieron que eligieran qué piezas hacerle escuchar al Jugador A y cuán enojada, temerosa o neutral querían que esa otra "persona" se sintiera.

Los resultados mostraron que cuando los participantes conectaban emocionalmente con el Jugador A y sentían empatía, eran más propensos a generar emociones negativas específicas en dependencia de la meta final del juego. Cuando se trataba del juego de afrontamiento inducían ira y en el caso del juego de evitación, miedo.

Esto nos indica que cuando una persona nos importa, podríamos estar dispuestos a generar estados negativos si consideramos que serán beneficiosos a largo plazo. De hecho, es una estrategia a la que muchos padres han recurrido, quizá sin ser plenamente conscientes, como cuando ven que su hijo no estudia lo suficiente para un examen y les inducen miedo para motivarles a esforzarse más.

¿Cómo saber cuándo nuestra ayuda no ayuda?

Una relación interpersonal valiosa no es solo aquella que nos hace sentir bien y nos brinda apoyo sino la que nos permite crecer. La persona que más nos ayuda no es la que siempre nos facilita el camino sino la que más potencia nuestro crecimiento. Después de todo, maduramos con los daños, no con los años.

Para comprender esta dinámica, podemos basarnos en el concepto de Zona de Desarrollo Próximo, que se utiliza en el ámbito de la educación. Este concepto nos dice que para potenciar las habilidades de alguien, debemos darle el nivel de ayuda justo para que se produzca el salto cualitativo. Nuestra función se limita a ayudar a que la persona desarrolle sus potencialidades.

Por supuesto, no siempre es sencillo encontrar el punto justo. No obstante, estos principios pueden servirte para determinar cuándo tu ayuda no está ayudando al otro:
  • Haces las cosas en su lugar, en vez de ayudarle a que las haga por sí solo.
  • Asumes la responsabilidad, en vez de permitirle que enfrente las consecuencias de sus acciones.
  • Tu ayuda le impide desarrollar sus potencialidades al máximo.
  • Tu ayuda se convierte en una zona de confort para el otro que le impide crecer.
En cualquier caso, no se trata de abandonar a quienes quieres a su suerte, sino de dosificar tu grado de intervención, de manera que esa persona pueda encontrar su propio camino. Después de todo, la mayor muestra de amor, y también la más difícil, es permitir que los demás sean.
Fuente: López-Pérez, B. et. Al. (2017) Cruel to Be Kind: Factors Underlying Altruistic Efforts to Worsen Another Person's Mood. Psychological Science; 1:956797617696312.