Un discípulo llegó a lomos de su camello ante la tienda de su maestro sufí. Desmontó, entró en la tienda, hizo una profunda reverencia y dijo:

-Tengo tan gran confianza en Dios, que he dejado suelto a mi camello ahí afuera porque estoy convencido de que Dios protege los intereses de los que le aman.

-¡Pues sal fuera y ata tu camello!-, le dijo el maestro.- Dios no puede ocuparse de hacer en tu lugar lo que eres perfectamente capaz de hacer por ti mismo.

- Anthony de Mello
mujer brazos abiertos
Una persona responsable toma decisiones conscientemente y acepta las consecuencias de sus actos, dispuesto a rendir cuenta de ellos.

La responsabilidad es, por tanto, la virtud o disposición habitual de asumir los efectos de nuestras propias decisiones, respondiendo de ellas ante quien fuere. Perfecto en la teoría; barrunto que demasiado poco habitual en la práctica.

Y sí: este mes, ya lo veis, corresponde hablar sobre la responsabilidad, ese "dolor de cabeza" que te ayuda a ser mejor.

Échale la culpa al boogie

Me sorprendo (es un decir) de cómo los seres humanos (la mayoría de los humanos y la mayoría de las veces) somos capaces de evadir nuestra propia responsabilidad sobre muchos asuntos, de manera que la culpa de lo malo que nos acontece la tienen siempre los demás o acaso las circunstancias, o la fatalidad, o la mala suerte -lo que venimos a llamar comúnmente en España "el empedrado"-, y jamás nosotros mismos.

Pero eso sí: a cambio, de lo bueno que nos pasa sí que somos por completo responsables y ahí no tenemos empacho en reconocer nuestra autoría y directa intervención.

Esta reflexión viene a cuento porque, en esa galaxia inabarcable de incesantes mensajes que es Twitter, te encuentras con algunos tuits bastante significativos del curioso proceder humano.

Me topé, por poneros un pequeño ejemplo, con el caso de una persona que perdió la conexión con su medio de transporte -un tren en este caso-, y así lo reconoce expresamente en su mensaje en la red social escribiendo: "He llegado tarde y ya ha salido el ten". Inmediatamente después, sin embargo, pasa a despotricar y a maldecir a la compañía de trenes porque el tren partió a tiempo de la estación y como consecuencia de ello él va a llegar tarde a su cita.

"Vamos a ver", le diría yo: "Si, tal y como confiesas, tú eres el culpable de haber llegado tarde, ¿por qué descargas tu frustración contra la compañía de transporte que no hizo nada más que cumplir su cometido, es decir, llegar a su hora y partir a su hora de la estación?". Incomprensible, ¿no es cierto?

Es un ejemplo trivial, pero también un síntoma del comportamiento irresponsable (en este caso literalmente) de muchos. Resultará muy humano eso de echar siempre la culpa de lo que nos pasa a alguien o a algo externo y nunca, casualmente, a nosotros mismos. Humano sí, pero muy poco estético y un tanto cobarde.

Somos la suma de nuestros errores superados

¿Qué hay de malo en reconocer un error? Nada en absoluto. Partamos de la base cierta de que todos nos equivocamos, porque la infalibilidad, por mucho que algunos pretendan detentarla, no existe. Y más vale asumir pronto que es así para para poder empezar a crecer y dejar de ser esos niños malcriados e inconsistentes, incapaces de asumir ni la más mínima responsabilidad al respecto de lo que nos ocurre.

"Sé consciente", le señalaría al estudiante, "de que si suspendiste ciencias fue debido a que no estudiaste todo lo que debías, y no porque el profesor te odie, como tú por otra parte te encargas de propalar".

O a ti te diría que, si engañaste a tu pareja, fue porque lo quisiste así y no porque tu cónyuge no te prestara suficiente atención. O al del ejemplo del tren: si llegaste tarde a tu cita, fue porque no saliste de casa lo suficientemente temprano y no porque el "maldito" tren pasara a su hora.

Entendamos de una vez que nadie será capaz de cambiar ni su presente, ni obviamente tampoco su destino, hasta no hacerse responsable de sus actos para, desde ahí, intentar cambiarlos.

Ah, una cosa más: olvidemos para siempre, por favor, las excusas. Cada vez que damos una excusa es como estar diciendo: "Yo no soy responsable de esto porque...", cuando lo que realmente estamos diciendo es simplemente: "Yo no soy responsable de esto (y punto)".

¿Qué es el locus de control?

El locus de control, también conocido como control interno-externo, es un concepto que describe el hecho de que, para una tarea determinada, las personas se comportan de forma muy diferente según crean que su ejecución depende de ellos mismos o no.

Las personas que consideran que el desarrollo de determinada tarea depende de ellos mismos tienen un locus de control interno, mientras que las convencidas de que el desarrollo exitoso de la tarea depende de factores externos tienen un locus de control externo.

Más en detalle, el locus de control interno sería la percepción del sujeto de que los eventos ocurren principalmente como efecto de sus propias acciones. Es decir, la impresión de que él mismo controla su vida.

El locus de control externo sería la percepción del sujeto de que los eventos ocurren como resultado del azar, el destino, la suerte, el poder o las decisiones de otros.

Un ejemplo muy claro lo encontramos en los niños, que atribuyen los éxitos o fracasos a su propia conveniencia diciendo "me han suspendido" cuando tienen un mal resultado en un examen (locus de control externo). Sin embargo, afirman "he aprobado" cuando el resultado es deseable (locus de control interno). Ésta es una manera muy inteligente, aunque manipulada, de atribuirse a uno mismo los logros y evitar hacerse responsable de los fracasos.

Así que, para resumir, dependiendo de la situación podemos percibir que tenemos éxitos o fracasos debidos al esfuerzo personal, la propia valía, nuestra inteligencia o nuestras destrezas y habilidades (factores internos) o a factores externos como la gran dificultad de la tarea, la suerte, o la influencia de otras personas. El hecho de pensar una cosa o la otra determinará si nos sentimos capaces de controlar nuestra vida o no.

Tener un locus de control interno nos beneficia, entre otras cosas, en lo siguiente:
- Nos hace responsables de lo que nos pasa y nos capacita para luchar por lo que queremos.

- Nos obliga a asumir errores y aprender de ellos.

- Tenemos sensación de logro cuando conseguimos nuestros objetivos.

- Nos da el control sobre nuestra vida.

- A medida que asumimos logros mejora nuestra autoestima.

- A medida que asumimos errores nos hace ser humildes y capaces de aprender.
Como matiz, que quizá pueda explicar bastantes cosas, digamos que muchas de las personas que acuden a terapia psicológica tienen algo en común: un locus de control externo. Es decir, se sienten víctimas de sus destinos, piensan que no pueden hacer nada para cambiar su vida y que no pueden evitar sufrir, cuando la realidad es que sí tienen el control y que, si bien el entorno puede afectar hasta cierto punto, poseen el poder para cambiar cualquier cosa desde ellos mismos.

Ahora os dejo un texto atribuido mayoritariamente a Pablo Neruda, aunque para ser sinceros no es seguro que él sea su autor.
Tú eres el resultado de ti mismo

No culpes a nadie, nunca te quejes de nada ni de nadie, porque fundamentalmente tú has hecho tu vida.

Acepta la responsabilidad de edificarte a ti mismo y el valor de acusarte en el fracaso para volver a empezar; corrigiéndote, el triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas del error.

Nunca te quejes del ambiente o de los que te rodean: hay quienes en tu mismo ambiente supieron vencer. Las circunstancias son buenas o malas según la voluntad o fortaleza de tu corazón.

Aprende a convertir toda situación difícil en un arma para luchar.

No te quejes de tu pobreza, de tu soledad o de tu suerte; enfréntalas con valor y acepta que, de una u otra manera, todo dependerá de ti. No te amargues con tu propio fracaso ni se lo cargues a otro: acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño. Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible como para claudicar.

Deja ya de engañarte: eres la causa de ti mismo, de tu necesidad, de tu dolor, de tu fracaso.

Sí, tú has sido el ignorante, el irresponsable, tú, únicamente tú. Nadie pudo haberlo sido por ti.

No olvides que la causa de tu presente es tu pasado, como la causa de tu futuro es tu presente.

Aprende de los fuertes y de los audaces, imita a los enérgicos, a los vencedores, a quienes no aceptan situaciones, a quienes vencieron a pesar de todo.

Piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo, y tus problemas, sin alimento, morirán.

Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande que el más grande de los obstáculos.

Mírate en el espejo de ti mismo.

Comienza a ser sincero contigo mismo, reconociéndote por tu valor, por tu voluntad y por tu debilidad para justificarte.

Reconócete dentro de ti mismo. Más libre y fuerte, dejarás de ser un títere de las circunstancias, porque tú mismo eres tu destino.

Y nadie puede sustituirte en la construcción de tu destino.

Levántate: mira las mañanas y respira la luz del amanecer.

Tú eres parte de la fuerza de la vida.

Ahora despierta, camina, lucha.

Decídete y triunfarás en la vida.

Nunca pienses en la suerte, porque la suerte es el pretexto de los fracasados.
Y termino por este mes con un vídeo. Todos tenemos la responsabilidad de tomar partido, de hacer algo y de no quedarnos de brazos cruzados, aunque la tarea a abordar nuestra propia vida resulte enorme.

Decía Teresa de Calcuta que no podemos hacer grandes cosas, y que sólo podemos hacer pequeñas cosas con mucho amor. Pues bien: hagámoslas. Tenemos esa responsabilidad. No deleguemos siempre en otros lo que también podemos hacer (aunque sea en pequeñas porciones) por nosotros mismos.