Has pensado alguna vez que era culpa de otra persona si te sentías triste, enfadado o frustrado? Me sorprendería que no te hubiera pasado nunca - casi todo el mundo ha caído en esta trampa antes o después. Pero cómo estarían las cosas, si tomáramos plena responsabilidad por nuestras emociones y reacciones negativas, y paráramos de darle la culpa a otros? Si esto te suena como algo interesante o totalmente absurdo, sigue leyendo ...

echar la culpa
Para mi, la idea de hacerme cargo de mis propias emociones tiene tanto sentido que me esfuerzo por aplicarla en mi vida emocional y social. Sin embargo, a primera vista podría parecer que tomar responsabilidad por tus propias emociones sería una receta segura para machacar tu autoestima, y amplificar tus emociones negativas aún más. A nuestro ego herido no le va a gustar ni un poquito, si paramos de echarle la culpa a los demás y nos hacemos los únicos autores de nuestro propio destino.

Tener una red de relaciones es maravilloso, y probablemente sea una de las necesidades básicas de cualquier ser humano. No obstante, es inevitable que de vez en cuando sintamos algún tipo de emoción negativa cuando estamos interactuando con los demás.

Hagamos un ejemplo: encuentras a alguien y empiezas una relación íntima con él o ella. Todo es maravilloso, tu vida parece mucho más feliz que antes, y disfrutas de unas semanas o meses de euforia y profunda conexión con tu amante. Pero por desgracia, al cabo de un tiempo relativamente corto, pasa algo inesperado. Esa persona con la que sentías una resonancia tan bonita, de pronto empieza a ser distante, fría, sin ninguna razón aparente. Al cabo de unos días, decide acabar con vuestra relación - sin ninguna explicación lógica. Caes desde el cielo a la dura, fría tierra en cuestión de horas. Te sientes vacío, abandonado ... y casi seguramente, enfadado. ¿Como pudo esa persona tratarte así? ¿No es claramente su culpa si te sientes de esta manera ahora? ¿Acaso su comportamiento no es la causa obvia de tu situación infeliz? Mi respuesta es "no'", pero quizá eso requiera alguna explicación.

Si examinas este ejemplo con atención, creo que descubrirás que en cualquier interacción entre seres humanos adultos, cada uno es responsable de sus propias emociones. Eso no significa que es tu "culpa" si te sientes triste o enfadado: hay una diferencia enorme entre culpa y responsabilidad. "Culpa" significa que estás mal hecho, malsano, o de alguna manera defectuoso en tu interior, y que necesitas ser arreglado para conformarte a algún estándar externo de bondad o fuerza. "Responsabilidad", por lo contrario, significa que eres un ser humano completamente consciente, poderoso y auto-determinado, que asume el mérito de sus propios éxitos y felicidad, y que asume la responsabilidad de sus propios fracasos e imperfecciones.

Es interesante notar, que echarle la culpa a los demás por tus emociones negativas en realidad te convierte en incapaz de evitarlas; la única manera en la que puedes mejorar tu situación, es cambiando el comportamiento del otro por la fuerza, la súplica o la manipulación. En cambio, cuando admites que cualquier emoción surge dentro de ti porque tu mismo lo permites, abres la posibilidad a sentirte mejor gracias a ti mismo. En esta luz, modificar tus patrones de comportamiento no es cuestión de reparar algo roto, si no una decisión consciente de evolucionar - de cambiar a mejor, de alcanzar más armonía y conexión para ti y todos los que te rodean.

Volviendo al ejemplo, podemos empezar a ver la situación en una luz diferente. ¿Acaso alguien te ha obligado a involucrarte con la persona que acaba de dejarte, causándote tanto dolor? Probablemente no - así que tu responsabilidad empieza aquí, en elegir cuidadosamente qué tipo de conexión necesitas establecer con cada quien que se cruce por tu camino. El arte de seleccionar compañeros adecuados que resuenen con nosotros, en lugar de seguir ciegamente nuestros instintos, puede ser desarrollada y refinada como cualquier otra habilidad humana. Que "el amor es ciego" es un mito desafortunado. Por supuesto, una conexión emocional es mucho más que una elección fría y racional, hecha exclusivamente por la mente. Pero cuanto más en contacto estemos con nosotros, cuanto más profundamente conozcamos nuestros mecanismos internos y las razones ocultas detrás de nuestras atracciones emocionales y sexuales, tanto más nos sentiremos atraídos por amantes que no acaben haciéndonos daño o simplemente abandonándonos. Si eso es cierto, entonces la responsabilidad es nuestra, si seguimos intentando construir "relaciones imposibles" o si seguimos descubriendo que las personas que nos gustan en realidad tienen una personalidad completamente diferente de la que creíamos.

Esto me hace pensar a otra causa muy común de profundo malestar, que está reflejada en el ejemplo. A veces parece que algunas personas a las que estamos emocionalmente conectados, de repente "cambian de cara" y se nos presentan con un lado de su personalidad que nos deja estupefactos e incrédulos. ¿Cómo puede esa mujer maravillosa, que era la chica mas dulce del planeta hasta hace una semana, convertirse repentinamente en una persona pragmática y fría, y decidir perseguir sus propios objetivos vitales en otro país? ¿Cómo puede ser que alguien que amamos, deje de amarnos en algún momento y nos abandone, demostrándonos de manera brutal que no somos tan compatibles como creíamos? Bueno, mi opinión es que la mayoría de las veces, cuando algo así pasa, simplemente muestra que nos hemos dejado cegar por nuestros propios deseos y expectaciones. Muy raramente las personas cambian radicalmente en una noche, o incluso en una semana. Aunque los seres humanos son por definición imprevisibles y libres en sus elecciones, no cambian de personalidad como cambian de ropa - a no ser que sufran de un trastorno patológico grave. Por ello cuando otra persona nos muestra de repente una cara que no creíamos pudiera existir, nuestra primera pregunta, a mi manera de ver, debería ser "¿Cómo pude ser tan ciego y no ver a esta persona por lo que realmente es?" Quizás, hasta deberíamos disculparnos con él por haber proyectado nuestras propias ideas en otra persona, y habernos negado a verla en su realidad y complejidad. Pero aunque la mente se puede perder en un laberinto de espejos, la vida se niega a mentir, y tarde o temprano nos presenta la cruda realidad. Si hemos dejado que nuestra imaginación volase demasiado lejos, entonces la vuelta a la realidad puede ser muy traumática.

Una consecuencia lógica de hacernos cargo de nuestras propias emociones, es que no tenemos que sentirnos responsables por los sentimientos de los demás. Eso no quiere decir en absoluto que no deberíamos ser comprensivos y atentos con alguien si lo está pasando mal, especialmente si nuestro comportamiento es lo que ha provocado su reacción. Pero podemos abandonar la idea de que tenemos que "arreglar" la tristeza de otro - solo él puede cambiar sus reacciones emocionales, aunque nosotros podemos ayudarle encontrando compromisos razonables entre su libertad y la nuestra. Quizás el ejemplo más claro de esta situación sean los celos. Este sentimiento es tan universal, y es la fuente de tanto dolor, que probablemente se merece un análisis más profundo. Pero si aceptamos que tenemos que hacernos cargo de nuestras emociones, entonces esto vale también por los celos - nadie nunca nos "hace sentir" celos. Somos los únicos responsables de que este sentimiento surja en nuestro corazón, y si bien es cierto que el comportamiento de otros puede ser el estímulo (¡de hecho, casi cualquier cosa puede desencadenar los celos si las condiciones son apropiadas!), los demás nunca son la causa real. Pocas veces como en los celos es tan obvio que nosotros mismos creamos y alimentamos nuestras propias emociones negativas, por las que habitualmente les echamos la culpa a los otros.

La idea de ser dueños de nuestras propias emociones no es una novedad. Sin embargo, no creo que haya encontrado aún la aprobación generalizada que se merece - en parte porque a menudo es malinterpretada como una dura norma que dice que cada uno de nosotros debería "arreglarse sus propios problemas". Esta interpretación no es cierta; de hecho, yo creo que solo siendo responsables de nuestras emociones podemos apoyar realmente a alguien que esté mal. El sentirse culpable del malestar de otro no nos convierte en amigos o amantes mejores; al contrario, nos pone en la difícil situación de intentar ayudar a nuestro amado, cuando en realidad queremos castigarnos a nosotros mismos o arreglar lo que hemos "hecho mal". Por otro lado, si aceptamos que somos los creadores de nuestras emociones negativas, y así lo son los demás, podemos permitirnos pedir ayuda o ofrecer apoyo sin culpa o resentimiento. Reconocemos que somos responsables de nuestra rabia o tristeza, pero les pedimos a los demás que no susciten estos sentimientos en nosotros gratuitamente. Así pues, podemos ofrecer felizmente y con amor el mismo cuidado a las personas que amamos e incluso a los desconocidos.

Para concluir, creo sinceramente que un mundo en el que cada una asumiera tanta responsabilidad como posible por su propio bienestar emocional, sería un mundo más abierto al amor y menos propenso al resentimiento. Desperdiciamos tanta energía en culpar a los demás por nuestra infelicidad - con escasos resultados, ya que la mayoría de la gente no reacciona bien cuando se les acusa. Me parece al mismo tiempo más fácil y más efectivo reconocer que somos los autores de nuestras vidas, aunque a menudo necesitemos la ayuda de los demás para avanzar en nuestro camino de evolución. Muy pocas personas se negarán a contribuir a nuestro desarrollo, si no se sienten obligadas, manipuladas o chantajeadas emocionalmente para que lo hagan. Y si los amigos que hemos escogido no pueden ofrecernos el apoyo que necesitamos, podemos simplemente agradecerles lo que han hecho hasta ahora, y buscar a alguien más en armonía con nuestras exigencias actuales - sin ningún rencor.