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Ingredientes para el mundo entero.
  1. Se juntan varios amigos con intereses económicos en bancos y fábricas de armamento y suficiente influencia política.
  2. Se elige cuidadosamente una zona del planeta que interese por su localización geográfica o por sus recursos naturales.
  3. Se busca un fanático islamista para justificar una intervención militar y se adereza su vida y milagros con una serie de atentados terroristas verdaderos o inventados hasta convertirle en la mismísima re-encarnación del diablo-satanás. Se puede cambiar al islamista por comunistas asiáticos o políticos sudamericanos anti-estadounidenses. En casos de extrema pasividad por parte de la población, se hace necesario orquestar una masacre de ciudadanos inocentes dentro del propio territorio nacional o en algún país aliado.
  4. Una vez preparado el terreno, se procede a declarar la guerra e invadir la zona del planeta previamente seleccionada. Se recomienda pasarse por el forro la opinión pública tanto nacional como global que critique esta decisión, así como los mandatos de organismos títere como Naciones Unidas.


  5. Durante el proceso de invasión, aparte de apoderarse de los recursos del país víctima y de hacerse con el control de su gobierno, es aconsejable causar el mayor destrozo posible en la infraestructura, para asegurarse la generación de una deuda externa de por vida. También queda bien matar a un gran número de personas, civiles y militares por igual y permitir a las tropas la violación sistemática de derechos humanos y el saqueo de bienes culturales.
  6. Se deja reposar.
  7. Pasado un tiempo se localiza al fanático islamista, comunista asiático o político sudamericano anti-estadounidense, se le pegan cuatro tiros en la cabeza y se le tira al mar. Llegados a este punto hay que informar al mundo entero del bien que se le ha hecho a la humanidad, a ser posible utilizando como portavoz a un Premio Nobel de la paz.
  8. Servir con guarnición de barras y estrellas.