Mañana se cumplen 70 años desde que el soldado extremeño Antonio Gutiérrez participara en la rendición de París.
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Tal día como mañana de hace 70 años, el 25 de agosto de 1944, el general alemán Von Choltiz, rindió París al extremeño Antonio Gutiérrez, un soldado que formaba parte de La Nueve, la compañía formada por republicanos exiliados españoles, que acabó con la presencia alemana en la capital francesa que llevaba ocupada cuatro años.

La historia de La Nueve comenzó tras el desembarco aliado en el norte de África, en noviembre de 1942, con lo que desapareció en la zona el control del régimen colaboracionista de Vichy y la creación del denominado Ejército de la Francia Libre. En concreto, de la II División Blindada del general Lecrerc (Philippe d' Hauteclocque) a cuya llamada acudieron más de 2.000 republicanos españoles que se encontraban exiliados en Argelia, Marruecos y Túnez. De aquellos, unos 150 fueron elegidos para formar la novena Compañía, que por su origen español pasó a ser conocida por La Nueve, mandada por el capitán francés Raymond Dronne y el lugarteniente valenciano Amado Grannell. Españoles en un ejército francés vistiendo uniformes americanos, con el bordado de los colores de la bandera de la II República. Los norteamericanos cedieron todo el material militar, por lo que fue necesario un duro entrenamiento para hacerse con el manejo de las nuevas armas, especialmente de nuevas tanquetas semiorugas (Half-Track) que servían de apoyo a los blindados de la II División. La tripulación era de cinco hombres y los españoles rápidamente bautizaron sus tanquetas con nombres españoles de batallas de la guerra civil: Madrid, Guernica, Guadalajara, Brunete, Belchite, Ebro y Teruel. También otros, como Don Quijote o España Cañí.

En mayo de 1944, completado el entrenamiento en África, La Nueve pasó a Inglaterra, donde esperó la orden del desembarco en Francia. No fue hasta el 4 de agosto de 1944, cuando tras cinco días embarcados pudieron poner pies en tierra, en la playa normanda de Utah Beach, al son de 'la cucaracha', una canción que entonaron burlonamente tras los largos días de espera en alta mar. Aquella División se encuadraba en el III Ejército de los Estados Unidos, al mando del famoso general Patton, y fue la primera unidad francesa en desembarcar en Normandía.

El 12 de agosto La Nueve hizo su bautismo de fuego y comenzó a tener sus primeras bajas. Tomaron el puente sobre el Sarthe y la ciudad de Alençon y a partir de ahí abrieron el camino para que toda la II División de Leclerc se encaminara directamente hacía París, a solo 200 kilómetros de distancia. Su pericia en estos primeros enfrentamientos sorprendió a los aliados, que se encontraron con una unidad experimentada, por la participación de la mayoría de los combatientes en la guerra civil española. De hecho, aquel día consiguieron tomar prisioneros a 130 alemanes.

El mando aliado había calculado que podrían entrar en la ciudad sobre el 15 de septiembre, pero una avanzadilla de La Nueve comprobó que la resistencia se derrumbaba, por lo que, desde Limours, consiguieron atravesar las líneas alemanas y situarse en los arrabales de la ciudad, en Fresnes, lo que comunicaron al mando, que ante la inesperada situación, y temiendo que los norteamericanos llegaran a la ciudad y se llevasen la gloria de ser los primeros en entrar en París, ordenó al capitán Dronne que entrase en la ciudad «con lo que tuviera a mano». Los franceses no querían que nadie se les adelantaran, pero lo que Dronne tenía a mano era la compañía de blindados ligeros con nombres y soldados españoles, La Nueve.

Fue así como el 24 de agosto de 1944, aquellas tanquetas semiorugas se pusieron en marcha, dispuestas a entrar en el corazón de París, con el objetivo de minar la moral alemana y levantar la de la resistencia francesa, que se había alzado contra la ocupación, conocedora de la proximidad de las tropas aliadas. Todo sucedió muy rápido. Las tanquetas españolas se colocaron en la vanguardia de la avanzadilla que entró por la Porte d 'Italie, siendo recibida con una calurosa bienvenida por los parisinos que imprudentemente se lanzaron a la calle cantando La Marsellesa, pensando que eran soldados franceses. Los parisinos se extrañaron al oír los acentos españoles de aquellos soldados.

Fueron los half-track españoles (Teruel, Ebro, Don Quijote, Madrid, Guadalajara y Guernica) los que, tras una audaz incursión evitando los puntos de apoyos alemanes (Stutzpunkte), alcanzaron a las 21.22 horas de aquel 24 de agosto L' Hôtel de Ville (el Ayuntamiento parisino, regido hoy por la española Anne Hidalgo). Rápidamente se situaron en posición de erizo para defender la posición ocupada delante del Ayuntamiento, todo un símbolo del inicio de la liberación de París. Llegaron nuevos carros ligeros y vehículos auxiliares hasta totalizar 126 hombres frente a una ciudad que contaba con la defensa de 20.000 soldados alemanes. A pesar de las refriegas, pronto dominaron las posiciones en la Cámara de Diputados, el Hotel Majestic y la Plaza de la Concordia.

Un periodista francés, Pierre Crenessé, retransmitió en directo la liberación de París para la radio France Libre, comentando que aquellos franceses habían venido desde muy lejos para liberar la ciudad, pero le acercó el micrófono a un tanquista, a Fermín Pirlian, que acababa de participar en la ocupación de la Prefectura de Policía, quien a pesar de ser un judío sefardita de Constantinopla, le contestó en castellano que él era español, lo que desconcertó al periodista que exaltaba con gran frenesí el heroísmo francés. Lo cierto es que los españoles, a pesar de tener fama de poco disciplinados, eran muy valorados por su experiencia adquirida en la guerra civil española. Luchaban esperando que los aliados los ayudasen a echar al régimen de Franco de España, lo que nunca sucedió.

En el New York Times apareció al día siguiente, el 25 de agosto, una crónica del corresponsal de guerra Ernest Hemingway, quien acompañaba a las tropas: «A las 6 de la mañana (del día 24) emprendimos la marcha hacia París, llegando hasta la población de Antony, donde fuimos retenidos por un escuadrón motorizado de republicanos españoles. La lucha en aquel sector se había recrudecido y aquellos aguerridos muchachos de la República española consideraron que allí corríamos peligro (.) Poco antes de las 9 recibieron la orden de proseguir la marcha, y antes del mediodía alcanzábamos los arrabales de la capital, precedidos por los republicanos españoles».

Noche tensa, vigilando y cantando canciones de la guerra civil española, mientras esperaban la entrada en París del grueso de la II División Lecrerc. Sin embargo, el mando alemán no se había rendido y el general Von Dietrich, la máxima autoridad alemana de París, amenazaba con lanzar sobre la ciudad la aviación y dos divisiones de carros blindados Panzer, con la intención de destruir la ciudad, tal como le encargó Hitler. El peligro seguía presente, ya que este general destruyó Rotterdam y dirigió una campaña de exterminio en Crimea.

A por el mando alemán

El 25 de agosto, la Sección Segunda de La Nueve, al mando del brigada Martín Bernal, se encaminó hacia el Hotel Meurice, donde se encontraba el alto mando alemán, en una acción en la que participaron las tanquetas Teruel, mandada por el sargento onubense Antonio Llordén; Belchite, mandada por el cántabro Faustino Solana; Ebro, mandada por el catalán Bullosa y la Liberation, del catalán José Cortés, consiguieron que los alemanes izaran bandera blanca, pero el general Von Choltiz se negó a rendirse si no era ante un oficial aliado. Mal lo tenía, ya que ante sus peticiones el soldado extremeño Antonio Gutiérrez, apuntándole con su arma le dijo que él solo era un soldado español. El general alemán se cuadró, lo saludó militarmente, se quitó de la muñeca su reloj de pulsera y se lo regaló al extremeño Gutiérrez. Fueron los soldados españoles quienes protegieron al general y al alto mando alemán en la calles de París ante la furia de la población francesa.

Al día siguiente el general De Gaulle eligió a La Nueve para que desfilara con él por los Campos Elíseos para festejar la liberalización de París. Fue el lugarteniente valenciano Amado Granell quien encabezó aquel desfile, por haber sido el primero en entrar en el Ayuntamiento parisino. Sin embargo, todo quedó en el gesto, ya que el chauvinismo francés trató de minimizar la participación de la hispanizada Compañía. Pero el hecho quedó testimoniado por la prensa internacional, entre la que se encontraba Robert Capa, quien se posicionó junto al Teruel e inmortalizó la hazaña de los republicanos españoles a través de las fotos con los nombres españoles rotulados en las carcasas de los blindados. Dos millones de franceses vitorearon a aquellas tropas que habían liberado París. Llevaban en sus estandartes los colores de la bandera de la II República Española, lo que motivó las protestas del régimen franquista que, evidentemente, fueron ignoradas.

La ciudad tiene actualmente señalizado mediante placas el itinerario que siguieron por París aquella compañía de republicanos españoles, en una ruta que parte desde la Puerta de Italia hasta L Hôtel de Ville. Un recorrido que hicieron salvando los controles alemanes y que les llevó poco más de media hora. A partir de ahí la Compañía continuó su camino hacia Estrasburgo y Metz; entraron en Alemania y el 5 de mayo de 1945 alcanzaron el llamado Nido del Águila, en Baviera, que Hitler tenía como residencia veraniega y dónde se elaboraron los grandes proyectos nazis. Fue el final de La Nueve, una compañía cada vez menos española, ya que las bajas de los soldados anarquistas, socialistas comunistas y republicanos españoles antifranquistas fueron sustituidas por soldados franceses. De los casi 150 españoles que iniciaron esta historia en el norte de África solo 16 sobrevivieron.