Traducido por el equipo de Sott.net en español

¿Están ustedes satisfechos con el desarrollo de la guerra en la antigua Ucrania? La mayoría de la gente no lo está, sea por una razón u otra. Algunos odian el hecho de que se haya montado esta guerra, mientras que a otros les encantan, pero odian el que la victoria se demore tanto, sin importar cuál de los dos bandos saldrá victorioso. En ambos lados del nuevo telón de acero que se está erigiendo a toda prisa a través de Eurasia entre el Occidente y el Oriente colectivos nos topamos con una gran variedad de estos dos tipos de odiadores.
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Hasta parece razonable; después de todo, odiar la guerra coincide con el razonamiento estándar de la mayoría (¡la guerra es un infierno, es evidente!), y por extensión una guerra pequeña es mejor que otra más importante y una guerra corta es mejor que una larga. Además, estos razonamientos son banales, trillados, triviales, insulsos, predecibles, poco imaginativos y... bromhídricos (en el sentido de ácidos bromhídricos).

Entre los que siguen la evolución de una guerra, rara vez nos encontrarnos con alguien satisfecho con el progreso y la duración de la guerra. Por suerte, en la televisión estatal rusa aparece casi a diario a uno particularmente importante. Se trata del presidente ruso, Vladimir Vladimirovich Putin. Después de haberle prestado atención por más de veinte años, puedo asegurar que nunca lo he visto tan sereno y seguro de sí mismo, además de hacer gala de un humor divertido. No es ese el comportamiento de alguien que teme perder una guerra. Los altos mandos del ministerio de Defensa aparecen tercos y cabizbajos ante las cámaras, un comportamiento propio de hombres que envían a otros hombres al frente con la posibilidad de acabar heridos o muertos. (Los hombres rusos no esbozan estúpidas sonrisas con dientes de pez al estilo americano, rara vez muestran los dientes al sonreír, y nunca lo hacen en presencia de lobos u osos).

Dado el constante y firme índice de aprobación de Putin en torno al 80% (una cifra fuera del alcance de cualquier político occidental), es razonable suponer que sólo representa la punta visible de un gigantesco iceberg de 100 millones de rusos esperando tranquilamente la conclusión exitosa de la operación militar especial para desmilitarizar y desnazificar la antigua República Socialista Soviética de Ucrania (por lo que les pediría que ni siquiera lo llamen guerra). Casi nunca se oye hablar de estos 100 millones de rusos, y cuando elevan la voz es para protestar contra la lentitud y el retraso burocráticos, o para recaudar fondos privados para remediar la escasez de algunos equipos especiales solicitados por las tropas como gafas de visión nocturna, cuadricópteros, miras ópticas y todo tipo de equipo táctico sofisticado.

Mucho más ruido está haciendo el uno o dos por ciento cuyos planes de negocios se han ido al traste con la repentina aparición del Nuevo Telón de Acero. Los más tontos pensaban que una huida al oeste o al sur (a Turquía, Kazajstán o Georgia) solucionaría mágicamente su problema; no lo ha hecho ni lo hará. Es de esperar que los que más protestarían iban a ser los activistas LGBTQ+ ya que creían que iban a utilizar el dinero de las subvenciones occidentales para construir las Sodoma y Gomorra orientales. Las nuevas leyes rusas les han puesto trabas y los han silenciado, calificándolos de agentes extranjeros y prohibiendo este tipo de propaganda. De hecho, el propio término LGBTQ+ es ahora ilegal, por lo que me imagino que tendrán que utilizar PPPPP+ en su lugar ("P" de "pídor", un término genérico ruso para referirse a cualquier tipo de pervertido, degenerado o desviado sexual). Pero me estoy apartando del tema.

Observamos sin mayor dificultad que los que están menos contentos con el curso de la campaña rusa son también los que menos probabilidades tienen de ser rusos. Los menos alegres pertenecen al Centro de Operaciones Informativas y Políticas del Servicio de Seguridad ucraniano encargados de crear y mantener a flote el Fantasma de la Victoria ucraniana. A ellos les sigue la gente de Washington con sus afiliados, quienes están bastante enfurecidos por la lentitud y el retraso de Rusia. También les ha costado lo suyo demostrar que los ucranianos llevan la ventaja contra los rusos; con este objetivo, han ido retratando cada reposicionamiento táctico o retirada táctica rusa como una enorme y humillante derrota personal de Putin, y cada ataque implacable y suicida ucraniano contra las posiciones rusas como una victoria heroica. Pero esta táctica de relaciones públicas ha perdido eficacia con el tiempo y ahora Ucrania se ha convertido en un tema tóxico en Estados Unidos del que la mayoría de los políticos estadounidenses preferirían olvidarse, o al menos apartar de las noticias.

Dicha sea la verdad, los juegos tácticos del gato y el ratón rusos en este conflicto han sido poco menos que exasperantes. Los rusos pasaron algún tiempo dando vueltas en los alrededores de Kiev para alejar a las tropas ucranianas del Donbás y evitar un ataque ucraniano contra él; una vez conseguido se retiraron. ¡Otra gran victoria ucraniana más! También pasaron algún tiempo desplazándose por la costa del Mar Negro cerca de Odesa, amenazando con una invasión marítima para alejar a las fuerzas ucranianas en esa dirección, pero nunca invadieron la zona. ¡Otra victoria más para Ucrania! Los rusos ocuparon gran parte de la región de Járkov, una región prácticamente dejada a su suerte por los ucranianos y, cuando por fin los ucranianos le prestaron atención, se retiraron parcialmente detrás de un río para conservar los recursos. ¡Otra victoria ucraniana más!

Los rusos ocuparon/liberaron la capital regional de Jersón, evacuaron a toda la gente que así lo pedía y luego se retiraron para ocupar una posición segura detrás de un río. ¡Victoria de nuevo! Con tantas victorias ucranianas, es realmente sorprendente que los rusos hayan conseguido hacerse con unos 100 km2 de los bienes inmobiliarios más valiosos de la antigua Ucrania, más de 6 millones de habitantes, asegurarse una ruta terrestre hacia Crimea, y abrir un canal vital con suministro de agua de riego que los ucranianos habían bloqueado unos años atrás. Esto no confirma en absoluto una derrota; parece un excelente resultado para una única y limitada campaña de verano.

Rusia ya ha alcanzado varios de sus objetivos estratégicos; el resto puede esperar. ¿Por cuánto tiempo? Para responder a esta pregunta hay que mirar más allá del limitado alcance de la operación especial de Rusia en Ucrania. Rusia tiene otros peces más gordos en su sartén, y freírlos lleva su tiempo porque comer pescado poco hecho podría provocar parásitos desagradables como la tenia y la fasciola hepática. Así pues me gustaría invitarles a la cocina secreta de la Madre Rusia para echar una mirada en lo que se cuece en la tabla de cortar y calcular cuánto procesamiento térmico será necesario para convertirlo todo en una comida sana y nutritiva.

Mezclando nuestras metáforas alimentarias, quisiera presentarles a Ricitos de Oro con sus tres osos y sus gachas ni demasiado calientes ni demasiado frías. Por lo que se ve, Rusia parece mantener el ritmo de su operación militar especial a un ritmo constante, ni demasiado rápido, ni demasiado lento. Un ritmo demasiado precipitado no daría tiempo suficiente para cocinar los diversos pescados además de aumentar el coste de la campaña en bajas y recursos. Un ritmo demasiado lento daría tiempo a los ucranianos y a la OTAN de reagruparse y rearmarse, luego impediría el procesamiento térmico adecuado de los diversos pescados.

En un esfuerzo por encontrar el ritmo óptimo en este conflicto, Rusia comprometió inicialmente tan solo una décima parte de sus soldados profesionales en activo, esforzándose luego por minimizar el número de bajas. Optó por ir apagando las luces en toda la antigua Ucrania sólo después de que el régimen de Kiev intentara volar el puente del estrecho de Kerch que unía Crimea con el territorio continental ruso. Por último, alistó sólo al 1% de los reservistas para aliviar la presión de las tropas en el frente, preparándose así de forma potencial para la siguiente etapa, una campaña de invierno, a las que los rusos deben su fama.

Una vez expuestos estos antecedentes, podemos enumerar y describir los diversos objetivos secundarios que Rusia planea alcanzar en el transcurso de esta Guerra de los Ricitos de Oro. El primer conjunto de problemas, y quizás el más importante que Rusia tiene que resolver en el transcurso de la Guerra de los Ricitos de Oro es interno. El objetivo es reorganizar la sociedad, la economía y el sistema financiero de Rusia para prepararlos a un futuro desoccidentalizado. Desde el colapso de la URSS, varios agentes occidentales como la Fundación Nacional para la Democracia, el Departamento de Estado de EEUU, varias fundaciones propiedad de Soros, y un amplio surtido de subvenciones y programas de intercambios occidentales han conseguido provocar graves incursiones en Rusia. El objetivo general era debilitar para finalmente desmembrar y destruir a Rusia, convirtiéndola en un siervo obediente de los gobiernos occidentales y las empresas transnacionales que les suministraría mano de obra barata y materias primas. Para convertir este proceso en realidad, estas organizaciones occidentales hicieron todo lo posible para conducir al pueblo ruso hacia su completa extinción biológica con la intención de sustituirlo por una raza más dócil y menos aventurera.

Desde hace más de 30 años, las ONG occidentales se han dedicado a corromper las mentes de los jóvenes rusos. No se escatimaron esfuerzos para denigrar el valor de la cultura rusa, falsificar la historia rusa, sustituyendo ambas por la cultura pop y las narrativas propagandísticas occidentales. Estas iniciativas tuvieron un éxito limitado, y la URSS junto con la cultura de la era soviética han seguido preservando su popularidad, incluso entre aquellos que eran demasiado jóvenes como por haber experimentado la vida en la URSS de primera mano. El daño más grave se ha perpetrado en la educación. Los excelentes libros de texto de la época soviética que enseñaban a los estudiantes el pensamiento independiente fueron destruidos y sustituidos por otros importados. En el mejor de los casos sirvieron para formar expertos en campos estrechamente definidos, enseñándoles cómo seguir procedimientos y recetas previamente definidos, pero sin explicar el porqué de estas conclusiones, y mucho menos como crear nuevas vías. Los profesores rusos consideraban que su tarea no consistía sólo en educar, sino en transmitir valores a sus alumnos para formar buenos rusos amando y apreciando a su país. Sin embargo, estos se vieron sustituidos por pedagogos formados en Occidente cuya misión según ellos consistía en prestar un servicio competitivo, basado en el mercado, para criar a... ¡consumidores cualificados y competentes! ¿Quiénes son estas personas? Por suerte, internet se acuerda de todo y hay trabajos de sobra para estas personas, como quitar la nieve o encender hornos. Pero su identificación y sustitución lleva su tiempo, al igual que volver a encontrar, actualizar y reproducir los excelentes libros de texto más antiguos.

Pero, ¿qué hay de estos jóvenes tragados por esta ola de destrucción? Por suerte, no todo está perdido. La operación militar especial les está proporcionando algunas lecciones muy valiosas que sus ignorantes educadores omitieron: que Rusia -una aglomeración única y milagrosa de muchas naciones, lenguas y religiones diferentes- se ha preservado y expandido a lo largo de los siglos gracias a los esfuerzos de héroes cuyos nombres no solo se recuerdan, sino que se veneran. Es más, algunos siguen vivos, luchando y trabajando en el Donbás. Una cosa es visitar museos, leer libros antiguos y escuchar historias sobre las grandes hazañas de los abuelos y bisabuelos durante la Gran Guerra Patria; otra muy distinta es ver cómo se ha ido desarrollando la historia a través de los ojos de tu propio padre o hermano. Dentro de uno o dos años, los jóvenes rusos aprenderán a mirar con desdén a los traficantes rusos orientados hacia la cultura occidental. Sus mayores ya lo hacen: las encuestas de opiniones muestran que una gran mayoría de rusos ven la influencia cultural occidental como algo negativo.

¿Y qué hay de esos rusos fanáticos de la cultura que llevan adorando todo lo occidental desde que tienen uso de razón? Es aquí donde ocurrió algo de lo más curioso. Cuando se anunció por primera vez la operación militar especial se manifestaron en contra de esta y a favor de los nazis ucranianos, vaya estupidez, pero estimaron que era bueno y apropiado mantener sus opiniones políticas en armonía con las de sus patrones e ídolos occidentales para caerles así en gracia. Algunos protestaron contra la guerra (ignorando el que ya llevaba ocho largos años a sus espaldas). Y luego buena parte de ellos huyeron del país presa de una indecorosa precipitación.

Hay que tener en cuenta que no tratamos con neurocirujanos ni de eminencias científicas: son personas que gesticulan en el escenario mientras producen ruidos con las manos y la boca; o son personas que se sientan por allí mientras los hábiles maquilladores les retocan la cara y el pelo para luego repetir sin tregua líneas escritas para ellos por otra persona. No son personas capaces de analizar una situación política delicada y tomar la decisión correcta. En una época anterior, más sensata, sus opiniones serían ignoradas, pero tal es el efecto de internet, las redes sociales y todo lo demás, que cualquier papanatas histérico puede grabar un pequeño vídeo y millones de personas, que no tienen nada mejor que hacer con su tiempo, lo verán en sus teléfonos y les ofrecerán sus comentarios.

El hecho de que estas personas estén borrando voluntariamente el espacio mediático ruso de su presencia es un avance positivo, pero lleva su tiempo. Si la operación militar especial terminara mañana, no dudemos en que intentarían volver y fingir que nada de esto ha sucedido. Y entonces la cultura popular rusa seguiría siendo un pozo negro al estilo occidental lleno de personajes vacuos en busca de la glorificación de cada pecado mortal en aras de la notoriedad y el beneficio personal. Rusia cuenta con muchas personas talentosas deseosas de ocupar su lugar, ¡caramba, por qué no se mantienen al margen justo el tiempo suficiente para que todo el mundo se olvide de ellos!

Especialmente perjudicial para el futuro de Rusia ha sido la aparición y preeminencia de élites económicas y financieras prooccidentales. Desde la azarosa y en muchos casos criminal privatización de los recursos estatales en la década de 1990, surgió toda una cohorte de poderosos agentes económicos a quienes no les preocupan los intereses de Rusia. Se trata más bien de agentes económicos puramente egoístas, quienes hasta hace bien poco creían que sus ganancias deshonestamente adquiridas les valdría la entrada en la elegante sociedad occidental. Estas personas suelen manejar más de un pasaporte, intentan mantener a sus familias en algún enclave adinerado fuera de Rusia, envían a sus hijos a escuelas y universidades de Occidente, y la única ventaja que Rusia les ofrece es la de un territorio que pueden explotar a sus anchas para crear sus planes de extracción de riqueza.

En respuesta al inicio de la operación militar especial de Rusia, Occidente montó un ataque especulativo contra el rublo, obligando el banco central ruso a imponer estrictos controles monetarios. Por consiguiente, estos miembros de la élite rusa se vieron obligados a tomar una decisión crítica. Tenían la opción de quedarse en Rusia, algo que les obligaría a cortar sus lazos con Occidente; o bien podían trasladarse a Occidente donde vivir de sus ahorros, lo que sin embargo implicaría la separación de su fuente de riqueza. Su elección se vio facilitada por los gobiernos occidentales en sus esfuerzos por confiscar los bienes de los ciudadanos rusos ricos, además de congelar sus cuentas bancarias y someterlos a otros tipos de imposiciones indignas e inconvenientes.

Aún así, la elección no les resulta evidente: se van dando cuenta que a pesar de lo fabulosa que llega a ser su riqueza en ciertos casos, el Occidente colectivo no los considera más que unos rusos a quienes se puede robar sin más. Son muchos los que no están mentalmente preparados para apoyar incondicionalmente a su propio pueblo ya que se les ha enseñado a despreciarlo y a explotarlo en beneficio propio. Una rápida victoria en la operación militar especial de Rusia les permitiría considerar sus problemas como algo temporal. En caso de disponer de tiempo suficiente, algunos de ellos huirán para siempre, mientras que otros decidirán quedarse para trabajar por el bien común en Rusia.

Los siguientes de la lista se refieren a varios miembros del gobierno ruso educados en la economía occidental, de allí su incapacidad para entender la transformación económica que está ocurriendo en Rusia, y mucho menos en contribuir con su ayuda. La mayor parte de lo que pasa por pensamiento económico en Occidente no es más que una elaborada cortina de humo sobre el dictado fundamental: "Dejemos que los ricos se hagan más ricos, mantengamos a los pobres en su miseria, y que la ayuda por parte del gobierno sea escasa". Esto funcionó mientras Occidente tuvo colonias que explotar, ya fuera mediante la conquista imperial a la antigua usanza, el saqueo y la rapiña, o mediante el neocolonialismo financiero de los "sicarios económicos" de Perkins, o, según han admitido recientemente a regañadientes varios altos funcionarios de la UE, aprovechándose de la energía barata rusa.

Eso ya no funciona, ni en Occidente ni en Rusia ni en ningún otro lugar, y las mentalidades tienen que adaptarse. Hay mucha inercia en los nombramientos de cargos públicos debido a la cantidad de intereses creados compitiendo por el poder y la influencia. Se necesita tiempo para que ideas tan básicas calen en el sistema como el hecho de que la Reserva Federal de Estados Unidos ya no tiene el monopolio planetario sobre la impresión de dinero. Por lo tanto, la necesidad de acopio de dólares en el banco central ruso como reserva para cubrir sus emisiones de rubio y defenderlos de ataques especulativos ha quedado obsoleto puesto que ya no es preciso que el banco central de Rusia permita que especuladores de divisas extranjeras campen a sus anchas y organicen ataques especulativos.

Sin embargo, ya se han logrado algunos resultados nada menos que espectaculares: en los últimos meses, unas pocas retiradas bien elegidas de la ortodoxia económica occidental han convertido al rublo en la moneda más fuerte del mundo, permitiendo a Rusia obtener más ingresos por exportaciones al exportar menos petróleo, gas y carbón, reduciendo así su inflación casi a cero. Desde el inicio de la operación militar especial, Rusia ha conseguido reducir en gran medida su deuda nacional y aumentar los ingresos públicos. Un rápido fin de la operación militar especial de Rusia podría significar el fin de estos milagros y también el más inoportuno retorno al insostenible statu quo.

Más allá del mundo intangible de las finanzas, cambios igualmente significativos se han producido en toda la economía física rusa. Muchos sectores económicos como la venta de coches, la construcción y la modernización del hogar, el desarrollo de software, etc. eran de propiedad extranjera con lo que los beneficios de dichas actividades transitaban a otros países. Entonces se tomó la decisión de bloquear la expatriación de dividendos. En respuesta, las empresas extranjeras vendieron sus activos rusos, asumiendo enormes pérdidas y privándose del acceso al mercado ruso. El cambio resultó impresionante.

Por ejemplo, a principios de 2022, las empresas automovilísticas occidentales poseían gran parte del mercado automovilístico ruso. Muchos de los coches que se vendían se habían ensamblado en Rusia en plantas de propiedad extranjera y los beneficios de estas ventas se expatriaban. Actualmente, y en menos de un año, los fabricantes europeos y estadounidenses casi han desaparecido de Rusia para ser sustituidos por un veloz renacimiento de una industria automovilística doméstica. Los fabricantes chinos se han hecho inmediatamente con una gran cuota de mercado, mientras que Corea del Sur ha seguido comerciando con Rusia manteniendo su cuota de mercado.

No menos sorprendentes han sido los cambios en la industria aeronáutica. Antes, las aerolíneas rusas volaban con Airbuses y Boeings, la mayoría de ellos alquilados. Tras el inicio de la operación especial, los políticos occidentales exigieron que se rescindieran esos contratos y se devolvieran los aviones a sus propietarios sin tener en cuenta lo ruinoso que llegaría a ser desde el punto de vista financiero (saturando el mercado de aviones usados durante años, y destruyendo la demanda de aviones nuevos) sin contar con su inviabilidad a nivel físico dado el impedimento en traspaso de los aviones. En respuesta, las aerolíneas rusas nacionalizaron el registro de aeronaves, dejaron de volar hacia destinos hostiles donde sus aviones podían ser detenidos, y efectuaron los pagos del arrendamiento en rublos en cuentas especiales del banco central ruso.

Luego llegó la noticia de que Aeroflot está planeando comprar más de 300 nuevos aviones de pasajeros, todos rusos МС-21s, SSJ-100s y Tu-214s, y todos antes de 2030, con las primeras entregas programadas para 2023. Se ha producido una carrera para sustituir casi todos los componentes de origen occidental, como los materiales compuestos para el ala de fibra de carbono del MC-21 y los motores a reacción, la aviónica, además de otros muchos componentes indispensables. Durante este periodo, muchos Boeing y Airbus alquilados anteriormente se irán retirando, pero la cuota de mercado de estas empresas en el país más grande de la Tierra desaparecerá para siempre. El daño a los fabricantes occidentales de aviones será equiparable al daño a las compañías aéreas occidentales. Al inicio de las hostilidades, el Occidente colectivo cerró su espacio aéreo a Rusia, y esta le correspondió. El problema es que Europa es pequeña y fácil de sobrevolar, mientras que Rusia es enorme, sobrevolarla lleva un día entero. Las aerolíneas europeas se encontraron de repente con que no pueden competir en las rutas con destino a Japón, China o Corea.

Tras el cierre del espacio aéreo llegaron otras sanciones, tanto desde la Unión Europea como Estados Unidos, todas ellas ilegales, ya que el Consejo de Seguridad de la ONU es el único órgano facultado para imponer sanciones. En estos momentos, la Unión Europea trabaja en el noveno paquete de sanciones, todas ellas bautizadas como "sanciones del infierno". Hablando del infierno, en el "Infierno" de Dante Alighieri hay nueve círculos infernales, así que tal vez el monstruo de las sanciones esté a punto de proseguir con su curso.

Se suponía que estas sanciones habrían destruido rápidamente la economía rusa y causado tanta agitación social y sufrimiento que el pueblo se reuniría en la Plaza Roja para derrocar al temible dictador de Putin (o eso pensaban los expertos occidentales en política exterior). Evidentemente, nada de eso ha ocurrido y el índice de aprobación a favor de Putin sigue siendo tan alto como siempre. Por otra parte, esa buena gente de la Unión Europea está empezando a sufrir las consecuencias. Ya no pueden permitirse calentar sus casas ni ducharse regularmente con agua caliente, la comida se les ha vuelto escandalosamente cara, y tantas otras cosas se complican que enormes multitudes de manifestantes se han reunido por toda Europa exigiendo, entre otras cosas, el fin de las sanciones antirrusas, la normalización de las relaciones con Rusia, y la vuelta a la normalidad. Es poco probable que sus demandas sean atendidas ya que ello supondría un gran desprestigio para los líderes europeos.

Pero hay una razón más importante por la que se mantendrán las sanciones: la vuelta a la normalidad significaría que Rusia volvería a suministrar energía y materias primas a Europa a bajo precio, al tiempo que permitiría a las empresas europeas beneficiarse de la mano de obra de los rusos. Esto resulta muy poco atractivo y, por tanto, es poco probable que ocurra. Rusia está utilizando las sanciones como una oportunidad para reconstruir su industria nacional y reorientar su comercio lejos de las naciones hostiles. Se centran en las naciones amigas honradas y comprensivas en sus tratos con Rusia. También se está esforzando por eliminar gradualmente el uso de las divisas que Dmitri Medvédev calificó de "tóxicas": el dólar estadounidense y el euro.

Añádase a esta lista una nueva y maravillosa innovación rusa llamada "importación paralela". Si alguna empresa, en cumplimiento de las sanciones antirrusas, se niega a vender sus productos a Rusia o a prestar sus servicios o a actualizar sus productos en Rusia, entonces Rusia comprará estos productos y sus versiones modernizadas a un tercero o cuarto o quinto sin permiso de EE.UU., la UE o el fabricante. Cuando la disponibilidad de un producto caduca, los rusos cambian sin más el nombre de la marca y se encargan de fabricar el mismo producto, o procuran que los chinos u otro socio comercial lo fabriquen por ellos. Y si el Occidente se niega a conceder ciertas licencias de su propiedad intelectual a Rusia, entonces esa propiedad intelectual pasa a ser libre en Rusia.

Esto funciona especialmente bien con el software: las copias gratuitas del software de marca son tan buenas como las copias de pago, y si el soporte técnico, la formación u otros servicios asociados no están disponibles en Occidente, los rusos no tienen problemas en organizar los suyos propios. La propiedad intelectual de todo tipo constituye gran parte de la riqueza teórica occidental, y las sanciones occidentales promueven el que Rusia recurra a ella gratuitamente. Gracias a la moderna tecnología digital, también funciona bastante bien con el hardware. En lugar de realizar una minuciosa ingeniería inversa de los productos, ahora se puede conseguir el mismo efecto comprando los modelos 3D en una memoria USB e imprimiéndolos en 3D, o generando automáticamente las trayectorias de fresado y taladrado para crearlos en una fresadora NC. A Putin le gusta utilizar la expresión "tsap-tsarap" para describir este proceso. Su traducción literal es complicada, pero se refiere al acto de un gato cuando atrapa a su presa con las garras. En pocas palabras, lo que Rusia tenía que pagar, ahora le sale gratis gracias a las sanciones.

Después de todo, dado que la Guerra de los Ricitos de Oro es una especie de guerra, es necesario que discutamos brevemente sus aspectos militares. También en este caso, el enfoque sobre la estabilidad parece el más aconsejable. El objetivo declarado es la desmilitarización y desnazificación de la antigua Ucrania, y hasta cierto punto ya se ha conseguido: la mayor parte del blindaje y la artillería que Ucrania había heredado de la URSS ya ha sido destruida; la mayoría de los batallones nazis acérrimos han muerto o quedaron la sombra de lo que fueron. También han desaparecido la mayoría de los voluntarios que lucharon en el bando ucraniano. Después de la muerte de más de 100.000 soldados ucranianos desde febrero de 2022 (según declaración pública seguida de una tímida negación por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen), y después de una estimación girando alrededor de medio millón de bajas, un montón de hombres en edad de servicio que han salido del país y varias rondas de reclutamiento, la selección escasea. Con más de un centenar de bajas ucranianas al día, el reclutamiento será aún más escaso con el tiempo. Se ha recurrido a mercenarios extranjeros para llenar el vacío -anglosajones, polacos, rumanos-, pero ellos presentan un gran problema: como señaló Julio César, mucha gente está dispuesta a matar por dinero, pero nadie quiere morir por dinero -excepto un idiota, añadiría yo-. Y en el frente ruso de la OTAN un idiota y su vida bien pronto se separan. La información actualizada sobre las bajas rusas es un secreto de Estado, y la única cifra divulgada por el ministro de Defensa Sergei Shoigu a finales de septiembre de 2022 era de 5.937 muertos desde el inicio de la campaña. Se dice que el número de bajas ha sido significativamente menor desde entonces.

En la actualidad, no hay escasez de idiotas en el lado ucraniano -a pesar de todo- y tampoco hay escasez de armamento suministrado por Occidente. Primero llegaron los tanques usados de la era soviética y otros sistemas de armamento enviados desde toda Europa del Este; después llegaron los sistemas de armamento occidentales reales. Y ahora la OTAN lanza gritos lastimeros por no quedarles nada que suministrar a los ucranianos: el armario ha quedado vacío. Tampoco pueden fabricar más armas a toda prisa. Para empezar a fabricar armas al mismo ritmo que Rusia, estos miembros de la OTAN tendrían primero que reindustrializarse, y no tienen ni los recursos humanos ni el dinero para hacerlo. Así que el ejército ruso sigue avanzando, desmilitarizando Ucrania y, con ella, el resto de la OTAN. En el proceso, está perfeccionando el arte de librar la guerra terrestre contra la OTAN, aunque ningún país de la OTAN se plantearía siquiera esa idea.

Tal vez se trate de una misión gradual en cuanto a sus objetivos, o tal vez esta formaba parte de su plan desde el principio, pero lo que Rusia está haciendo en este instante es destruir a la OTAN. Tal vez recuerden que un año atrás Rusia exigió a Estados Unidos que cumpliera ciertas garantías de seguridad que había ofrecido como condición para permitir la reunificación pacífica de Alemania refiriéndose a que la OTAN no se expandiera hacia el este. "Ni un centímetro hacia el este", rezaba el acta oficial de la reunión. Gorbachov y Shevardnadze no consiguieron plasmar este acuerdo en papel y firmarlo, pero un acuerdo verbal es un acuerdo. Hace un año, la oferta de Rusia era muy moderada: que la OTAN se retirara a sus fronteras anteriores a 1997 cuando se expandió hacia Europa del Este.

Pero, como suele ocurrir con las negociaciones con los rusos, su oferta inicial suele ser la mejor. Por lo que sabemos, basándonos en el curso de los eventos en Ucrania, la mejor y última oferta de Rusia podría exigir la completa disolución de la OTAN. Después de todo, el Pacto de Varsovia se disolvió hace 31 años, pero la OTAN sigue en activo además de ser más influyente que nunca; ¿para qué? ¿Para luchar contra Rusia? Entonces, ¿a qué esperan? ¡Vayan a por ella! Puede que esto ni siquiera adopte la forma de una negociación. Por ejemplo, Rusia podría decir que dieran un golpe furtivo a Letonia (se merece con creces un golpe o dos por abusar de su numerosa población nativa rusa al estilo nazi), y luego retroceder y clamar: "¡Vamos, OTAN, venid y morid heroicamente a nuestras puertas en nombre de la desgraciada Letonia!". En esta situación, los oficiales de la OTAN se mantendrían unidos pero muy callados, repasando bajo examen minucioso sus propios intereses y los de los demás. Desde el instante que quede evidente que no habrá ofertas a favor de una Tercera Guerra Mundial para vengar a Letonia, la OTAN se irá marchitando poco a poco para acabar esfumándose por completo.

Por último, llegamos a la que quizá sea la razón menos importante de la Guerra de los Ricitos de Oro: la propia antigua Ucrania. A la vista de los demás objetivos estratégicos de Rusia, parece más bien una pieza sacrificable en una táctica de ajedrez. Teniendo en cuenta lo que Rusia ya ha conseguido en los últimos nueve meses -cuatro nuevas regiones rusas, seis millones de nuevos ciudadanos rusos, un puente terrestre hacia Crimea, suministro de agua de riego a Crimea-, no queda mucho que Rusia pueda conseguir militarmente antes de que su campaña militar alcance la fase de rendimientos decrecientes. La incorporación de las regiones de Nikolaev y Odesa y el control total de la costa del Mar Negro serían, por supuesto, lo más importante; el control de Kharkov y Kiev no tanto. El control de toda la cascada hidroeléctrica del Dniépr es a no dudarlo una ventaja. En cuanto al resto, podría dejarse languidecer durante siglos como un páramo desindustrializado y despoblado, etiquetado como "Mayormente inofensivo".

Quisiera divulgar un par de detalles personales. Dos de mis abuelos eran de Zhitomir, mi padre nació en Kiev, mi primer romance fue una chica de Odesa, y a lo largo de los años he tenido tantos amigos de Odesa, Járkov, Lvov, Kiev, Donetsk, Vinnitsa y otros lugares como de cualquier otra parte de Rusia. ¿Rusia? Han leído bien: no hay forma de convencerme de que el llamado "territorio ucraniano" no sea Rusia o de que la gente que vive allí no sea rusa, a pesar del reciente lavado de cerebro de unos cuantos. Es más, ninguna de estas personas que he conocido a lo largo de los años se ha considerado ucraniana, ni en lo más mínimo, y es probable que la idea misma de una identidad nacionalista ucraniana les parecería sintomático de una enfermedad mental. Para ellas, la etiqueta "ucraniano" era una gran ofensa bolchevique; desde entonces, la ucranianidad se ha convertido en un método occidental para explotar pequeñas variaciones étnicas con el fin de provocar una lucha entre un grupo de rusos contra otro grupo de rusos.

En caso de duda, apliquemos la vieja prueba del pato (N.T.: dicho inglés que así reza: Si caminan como patos, si nadan como patos, y si graznan como patos, lo más probable es que se trate de patos): ¿Caminan, graznan y parecen rusos sus habitantes? Todo ese territorio, salvo una pequeña excepción en el extremo occidental, formó parte de Rusia durante muchos siglos; la mayoría de sus habitantes, y prácticamente toda la población urbana habla ruso como lengua materna; su religión es predominantemente la ortodoxa rusa; son genéticamente indistinguibles del resto de la población rusa. Entonces, ¿qué les ha ocurrido?

Por desgracia, una pequeña parte de esta tierra rusa pasó tres siglos cautivos del Imperio austrohúngaro o de parte de la Gran Polonia, lo que envenenó sus mentes con ideas extranjeras como el catolicismo y el nacionalismo étnico. A diferencia de Rusia, un monolito multinacional, multiétnico y religiosamente diverso, Occidente es un mosaico de nacionalismos étnicos, y donde hay nacionalistas puede haber nazis, limpieza étnica y genocidio.

Igual que una gota de veneno infectando todo el tonel de vino, estos ucranianos occidentales, con mucha ayuda y fondos de los nazis alemanes, y luego de estadounidenses y canadienses, consiguieron infectar gran parte del antiguo territorio ucraniano con un falso nacionalismo basado en una historia falsificada y una cultura inventada al azar. La prohibición oficial de la enseñanza y, con el tiempo, del uso del ruso ha dado lugar a una generación de jóvenes esencialmente analfabetos en su ruso natal. Se les enseña en ucraniano, pero la alfabetización en ucraniano es casi un oxímoron, ya que nunca se ha escrito ni publicado nada importante en esa lengua, y la inmensa mayoría de obras literarias ucranianas están, como lo habrán adivinado, en ruso.

La operación militar especial rusa en curso desde febrero de 2022 ha polarizado a toda la población. Los que habían decidido estar del lado de Rusia en 2014 estaban, obviamente, encantados de recibir por fin ayuda de Rusia. Las regiones ahora rusas de Donetsk, Lugansk, Zaporozhye y Jersón votaron con mucho entusiasmo a favor de unirse a Rusia. Pero en cuanto al resto del antiguo territorio ucraniano, la polarización es mayoritariamente en sentido contrario. Los que querían estar con Rusia votaron mayoritariamente con los pies y ahora viven en algún lugar de Rusia.

Esto es algo que sólo el tiempo puede arreglar. Con el tiempo, la población de la antigua Ucrania se verá obligada a tomar una decisión: pueden ser rusos, o pueden ser refugiados en algún lugar de Europa, o pueden morir luchando contra los rusos en el frente. Tenga en cuenta que ni siquiera Donetsk y Lugansk tomaron esta decisión de inmediato, como lo hizo Crimea. En aquel momento, sólo un 70% de su población estaba a favor de abandonar Ucrania y volver a unirse a Rusia. Fueron necesarios ocho años de incesantes bombardeos ucranianos para convencerles de que tomaran esa decisión.

Durante esos años, los "ucranianos" más acérrimos se fueron filtrando, dejando tras de sí una población prorrusa cercana al 100%. Fue entonces cuando el Kremlin les concedió el reconocimiento oficial, envió tropas para defenderlos de una inminente invasión y, poco después, los aceptó en la Federación Rusa. Y ahora tiene que producirse el mismo tipo de operación de clasificación en el resto de la antigua Ucrania. ¿Cuánto tiempo llevará? Sólo el tiempo nos lo dirá, pero ya está claro que por lo que respecta a Rusia no hay ninguna razón de peso para precipitarse.

Aquí tienen donde descargar mis libros de ensayos:

Ready... Set... Bolt!, 2022
The Arctic Fox Cometh, 2021
The Meat Generation, 2020
Collapse and the Good Life, 2018
Collapse Chronicles, Volume V, 2017
Everything is Going According to Plan, 2016
Emergency Eyewash, 2015
Societies that Collapse, 2014
Absolutely Positive, 2012