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En las fotos "de familia" aparecen sonrientes. En las imágenes de los noticieros se dan palmadas en la espalda o se abrazan como viejos amigos. Pero son gestos forzados, pour la galerie.

Más allá del acuerdo logrado contra reloj el jueves pasado para salvar el euro, hoy hay más peleas que coincidencias en la atribulada Unión Europea (UE), como la que protagonizaron Nicolas Sarkozy y David Cameron; Angela Merkel y el presidente francés contra Silvio Berlusconi, y los retos que recibió el primer ministro griego, Giorgios Papandreu.

Con la UE al borde de una crisis de nervios y con evidentes problemas arquitectónicos que ponen en duda el futuro de la eurozona, las diferencias acechan. En las fotos "de familia" todos sonríen, quizás intentando exorcizar el fantasma de una "explosión" de Europa, imagen que utilizó hace unos días Sarkozy, que también dijo que "fue un error" que Grecia entrara en la eurozona. Pero nunca, como en este momento, hubo divisiones tan fuertes entre quienes lideran el Viejo Continente.

"Lo «imprescindible» para Alemania equivale a lo «impracticable» para Grecia; lo que para Sarkozy es «esencial», para la canciller Merkel es «imposible». El límite máximo para Eslovaquia, para España es el mínimo indispensable", graficó el prestigioso analista británico Timothy Garton Ash.

El domingo pasado, la canciller alemana, Angela Merkel, le regaló un osito de peluche a Sarkozy. Era para Giulia, la hija que "Sarkó" tuvo con Carla Bruni, a quien no pudo ver nacer por culpa de la dramática crisis de deuda de la eurozona, que para analistas y mercados sigue latente pese al acuerdo alcanzado en la cumbre de Bruselas. Nadie sabe si el plan funcionará y si es suficiente para evitar el contagio a otros países en riesgo de la región.

Líderes de la primera y segunda economía de la UE, en los últimos meses de cumbres cruciales y reuniones frenéticas, Merkel y Sarkozy se volvieron tan influyentes y dependientes el uno del otro que los europeos ya los llaman "Merkozy".

Cenan juntos, hablan por teléfono, parecen casi amigos y hasta aparecieron incluso como muy cómplices cuando ostentaron risitas sarcásticas ante una pregunta sobre si confiaban en el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, en una conferencia de prensa conjunta, el domingo pasado, que desencadenó la furia del Cavaliere .

Pero es un secreto a voces que lo de ellos no es amor, sino una convivencia obligada por la urgencia de los acontecimientos. "Es una relación necesaria. De hecho, en verdad no se quieren mucho. Tampoco se llevan bien, pero fingen lo contrario, por necesidad", confió un observador alemán. "Si los líderes europeos son una familia, y Merkel y Sarkozy una pareja de hecho que la domina, Berlusconi es el tío medio delincuente, el que aparece borracho en Navidad y arruina la fiesta acosando a la chica más linda", escribió, por su parte, el periodista británico Peter Popham.

Gaffes

Se han derramado ríos de tinta sobre las gaffes internacionales del Cavaliere , que en la actualidad afronta una de sus peores crisis políticas. Van desde los cuernos que le puso al ex canciller español Josep Piqué, en una famosa foto de grupo, a cómo se le fueron los ojos para mirarle la cola a la nueva primera ministra danesa, Helle Thoming-Shmidt, en la cumbre de hace unos días en Bruselas.

Berlusconi solía jactarse en Italia de su "savoir fair" fuera de todo protocolo, de que era el más veterano y experimentado entre los líderes de la UE, muy amigo de todos, especialmente del premier ruso, Vladimir Putin, y del ex presidente George W. Bush.

Pero la verdad es que Berlusconi siempre se llevó mal con el eje franco-alemán. Según una intercepción telefónica revelada el mes pasado, en la que hablaba con uno de sus reclutadores de chicas, definió a Merkel como una "culona inchiavabile" ("culona incogible").

"Ningún líder europeo puede ya tomarlo en serio a Berlusconi", explicó Mats Peerson, del think-tank Open Europe.

Si no hay química a nivel personal entre los líderes de las tres principales economías de la eurozona, otro factor de división en la UE es el recrudecimiento de las tensiones entre los 17 países que comparten la moneda común y los 10 que no están en ella, con Gran Bretaña a la cabeza.

Como fiel reflejo de ello, siempre en la cumbre de Bruselas, Sarkozy se salió de las casillas con el primer ministro británico, el conservador David Cameron.

"Perdiste una buena oportunidad para callarte la boca. Estamos hartos de que nos critiquen y nos digan qué tenemos que hacer. Ustedes dicen que odian el euro y que no se quieren unir a él, y ahora quieren interferir en nuestras reuniones", atacó Sarkozy, sin contemplaciones. Antes de la cumbre en Bruselas, Cameron había insistido en que no se restringiera a los miembros de la eurozona e incorporara a todo el bloque, algo que Sarkozy no estaba dispuesta a ceder.

Las relaciones no son mejores entre los mandatarios de los países más poderosos del bloque y los de las naciones hoy más debilitadas. El premier Giorgios Papandreu debe defenderse a diario en Grecia de las críticas de quienes lo acusan de ser un títere de Alemania. El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, por su parte, ya con un pie fuera de la Moncloa, tuvo que insistir, en Bruselas, en que su gobierno sí había hecho los "deberes", a pesar de que Merkel le había sugerido que aún tenía mucho por hacer.

Los expertos dicen que nunca fueron fáciles las relaciones entre aliados. No por casualidad, los tres pioneros de la UE -el ex canciller francés Robert Schuman; el ex canciller alemán Konrad Adenauer, y el ex premier italiano Alcide de Gasperi- tenían mucho en común: los tres eran devotos católicos de zonas periféricas de sus respectivos países, y los tres hablaban alemán desde la cuna (Schuman era originario de Luxemburgo y De Gasperi, de la región del Tirol).

Y hablando de ellos, muchos analistas también creen que el gran problema en verdad es que hoy no hay líderes a la altura de las circunstancias.

"Nicolas Sarkozy no se parece ni a Valéry Giscard d'Estaing ni a François Mitterrand, los más europeístas entre los presidentes de la V República. Angela Merkel no se parece ni a Helmut Schmidt ni a Helmut Kohl, los cancilleres más cercanos al espíritu de Adenauer. Berlusconi no se parece ni a Giulio Andreotti ni a Bettino Craxi, dos hombres de Estado que trabajaron para garantizar a Italia un rol europeo", indicó Sergio Romano, analista del Corriere della Sera.

"Y la crisis del euro es mucho más complicada y grave de las que se afrontaron en el pasado. Hubo un largo período en el que las ganas de Europa y el sentimiento de pertenencia a una familia común terminaban por prevalecer sobre los egoísmos nacionales. Hoy, Sarkozy, Merkel y Berlusconi parecen considerar a Europa como una cruz que deben cargar en vez de un futuro por el que vale la pena vivir y trabajar", añadió Romano.