60 años más tarde, en abril del 2008, observamos que la mayoría de los medios de comunicación del mundo difunden un sinfín de noticias que afirman que tomar un suplemento vitamínico puede causar una muerte prematura. Según un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Copenhague, en Dinamarca, en nombre de Cochrane Collaboration, las pruebas en las que se utilizaron betacaroteno, vitamina A y vitamina E mostraron "un aumento significativo de la mortalidad", mientras que los ensayos con vitamina C "no tuvieron efectos relevantes".
Lea a continuación para descubrir lo que los medios de comunicación del mundo no le han contado sobre el estudio Cochrane, incluido el posible paralelismo histórico con los crímenes cometidos por los directivos del cartel I.G. Farben.
Conclusiones preconcebidas con posibles resultados genocidas
Lo primero que hay que saber es que el reciente estudio de Cochrane Collaboration no es un estudio clínico, sino un meta-análisis. Se trata de una distinción importante, ya que un estudio clínico consiste en unas pruebas científicas para saber cómo afecta un tratamiento a las personas, mientras que un meta-análisis es simplemente una evaluación estadística de los datos obtenidos a partir de varios estudios ya existentes deliberadamente seleccionados, recopilado y presentado como trabajo independiente.
Este meta-análisis utilizó 67 pruebas aleatorias con suplementos antioxidantes (vitaminas A, C, E, betacaroteno y selenio) y llegó a la conclusión de que las vitaminas A y E y el betacaroteno aumentan el riesgo de mortalidad hasta en un 16%. Sin embargo, a pesar de haber contado con una gran cobertura mediática, se prestó muy poca atención al hecho de que este análisis ni tan siquiera era nuevo. De hecho, el mismo tema, los mismos estudios, y los mismos autores de Serbia, Dinamarca e Italia, fueron publicados hace un año en el Journal of the American Medical Association (JAMA). Por lo tanto, como cabía esperar, y como ha sido igualmente el caso con la versión de este año, el meta-análisis de JAMA ha suscitado las críticas de los científicos, nutricionistas y el sector de los complementos alimenticios. Como consecuencia, los autores admitieron más tarde que su boletín contenía errores y posteriormente JAMA publicó las correcciones del mismo.
Sin embargo, acabamos de constatar que se ha "amasado" de nuevo el mismo estudio y se ha publicado como "novedad".
Además, y como demuestra el siguiente artículo, este meta-análisis es simplemente el último de una creciente lista de publicaciones de los mismos autores en contra de los suplementos. En todas estas publicaciones queda claro que las conclusiones a las que habían llegado estaban básicamente preconcebidas incluso antes de escribir ni una sola palabra. Por ello, confiamos en que las pruebas que aquí presentamos demuestren sin ninguna duda que los autores en cuestión están tratando de convencer tanto a los gobiernos como a los centros médicos sobre la necesidad de adoptar medidas políticas urgentes para regular el consumo de vitaminas, clasificándolas como medicamentos peligrosos.
Sin embargo, según las investigaciones de la Salud Celular, que aconsejan el consumo diario de vitaminas como una medida básica preventiva y terapéutica para evitar las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y otras patologías, y los datos de la Organización Mundial de la Salud, que atribuye 15,3 millones de muertes a enfermedades cardiovasculares y 6 millones al cáncer cada año, resulta evidente que el potencial genocida de las recomendaciones de los investigadores de Cochrane (si pasasen a ser normativas nacionales de salud según las cuales se restringiera la venta de complementos vitamínicos) podría, finalmente, hacer que aumentara el número total de muertes causadas por los directivos de la I.G. Farben, anteriormente mencionados, por orden de magnitud.
Conclusiones incongruentes con las de los estudios analizados
De los 815 estudios sobre vitaminas que se tuvieron en cuenta en total para la evaluación, los autores tan sólo seleccionaron 68 de ellos para su análisis del 2007 publicado en JAMA, y 67 para el estudio Cochrane de este año. Resulta interesante destacar que, si bien estos investigadores estudiaban los efectos de los antioxidantes seleccionados en la mortalidad, no incluyeron estudios en los que ninguna persona falleciera durante el periodo de prueba o de seguimiento. Además, los estudios seleccionados diferían en gran medida unos de otros en lo que respecta a un gran número de aspectos importantes con repercusión en los resultados:
- El meta-análisis incluía 20 pruebas a las que fueron sometidos sujetos sanos y 47 estudios en los que se administraron vitaminas a personas que padecían enfermedades como Alzheimer, cardiopatías, degeneración macular, distintos tipos de cáncer y otras patologías. En el análisis no se investigaban las características específicas de las causas de la muerte, que no sólo se producía por enfermedades cardiovasculares, cáncer o roturas de cadera, sino también por accidentes, suicidios u otras causas. Es probable que las muertes estuvieran provocadas por enfermedades previamente diagnosticadas y no por la ingesta de suplementos antioxidantes. Si se hubiera evidenciado que alguna de las pruebas representaba un riesgo mortal para el paciente, el estudio se habría interrumpido. De hecho, esto no ocurrió, y tales conclusiones no fueron tan siquiera mencionadas por los autores de estas pruebas.
- En muchos estudios, los participantes no sólo tomaban nutrientes que ya habían sido probados, sino también un gran número de suplementos y fármacos. Resulta evidente que los problemas de salud subyacentes, así como las diversas intervenciones médicas y tratamientos con fármacos y suplementos, podían interferir u ocultar los efectos que los autores atribuyeron a uno o a una combinación de los antioxidantes seleccionados.
- Las dosis de suplementos utilizadas en distintas pruebas para el análisis eran significativamente diferentes. Por ejemplo, la vitamina E se administraba en dosis de 10 IU (CDR de 22 IU) y de 5.000 IU al día. De forma similar, la vitamina A se administraba en cantidades de 1333 IU a diario (la CDR es de 2.333 IU para las mujeres y de 3.000 IU para los hombres) y en dosis de 200.000 IU (muy superiores al límite superior tolerable de 10.000 IU). Se sabe que las mega-dosis de vitamina A, si se toman durante un largo periodo de tiempo, pueden causar efectos secundarios. A este respecto, es todavía peor el hecho de que la duración de la toma de suplementos variaba de forma considerable: en algunas pruebas era de 28 días y, en otras, de 12 años.
Hay que destacar en particular el hecho de que los autores observaran un efecto en la mortalidad estadísticamente significativo únicamente después de dividir estos 67 estudios en grupos de "alto riesgo" y "bajo riesgo" empleando sus propios criterios. Si no se procedía de esta manera no se obtenía ningún efecto. Incluso llegaron a reconocer que sus resultados contradecían estudios de observación, que demuestran los beneficios de los suplementos antioxidantes, y pruebas secundarias de prevención, como estudios sobre la prevención del cáncer publicados en revistas como Nutrition and Cancer, el Journal of the National Cancer Institute, y Diseases of the Colon & Rectum. Esto es un ejemplo de cómo la conclusión (los suplementos antioxidantes aumentan la mortalidad) estaba preconcebida, y de que los autores sólo llevaron a cabo la búsqueda de un método que apoyara tal conclusión.
Conclusiones incongruentes con pruebas reales
Las estadísticas demuestran que las conclusiones alcanzadas gracias a este meta-análisis no guardan relación alguna con pruebas del mundo real.
Por ejemplo, los datos recogidos en la memoria del 2003 de la Asociación Americana de Centros para el Control de las Intoxicaciones Sistema de Vigilancia de Intoxicaciones (American Association of Poison Control Centres Toxic Exposure Surveillance System), que han sido publicados en el American Journal of Emergency Medicine de septiembre del 2004, demuestran que en el 2003 hubo un total de tan sólo 4 muertes por ingesta de suplementos vitamínicos en Estados Unidos.
Un estudio publicado por el American Journal of Clinical Nutrition en el 2005 calculó que aproximadamente el 70% de la población estadounidense tomaba un suplemento alimenticio al menos de vez en cuando, y un 40% de forma regular. Esto permite hacerse una idea de la cifra anteriormente mencionada. Teniendo en cuenta que Estados Unidos tiene 300 millones de personas en la actualidad, esto se traduce en que 210 millones de estadounidenses toman de vez en cuando suplementos alimenticios y 120 de forma regular, por lo que los suplementos alimenticios son extremadamente seguros.
Además, dejando a un lado la cuestión sobre si fueron las vitaminas o no las causantes de esas cuatro muertes (en nuestra opinión, en al menos dos de ellas esto es discutible), resulta relevante destacar que ninguna de las muertes se produjo por la ingesta de betacaroteno, vitamina A o vitamina E, que según el estudio Cochrane, son tres nutrientes que aumentan la mortalidad al ser ingeridos como suplemento.
Las estadísticas de Nueva Zelanda y Canadá confirman de nuevo que el riesgo de muerte por suplementos en relación con otros factores es sorprendentemente bajo. En ambos países, la investigación muestra que los consumidores de suplementos vitamínicos tienen más posibilidades de fallecer por un rayo o la picadura de una abeja o avispa, que por ingerir comprimidos de vitaminas.
Y por ello, en respuesta a la afirmación de que los suplementos vitamínicos antioxidantes aumentan la mortalidad, debemos plantear una pregunta muy sencilla: ¿dónde están los cuerpos?
Es evidente que los hospitales no están abarrotados de pacientes que sufren o mueren debido a los efectos de las vitaminas y otras terapias naturales. En cambio, se sabe que las reacciones adversas a los medicamentos cuestan al Servicio Nacional de Sanidad del Reino Unido 2.000 millones de libras esterlinas (4.000 millones de dólares americanos/ 2.500 millones de euros) al año, y las investigaciones demuestran que dichas reacciones son, en la actualidad, entre la cuarta y sexta causa de muerte más común de los pacientes hospitalizados en Estados Unidos, y la séptima en Suecia. Por lo tanto, se desprende que las ventas de medicamentos sintéticos tóxicos patentados de la industria farmacéutica mundial son responsables en la actualidad de asesinatos colectivos a una escala casi sin precedentes en la historia de la Humanidad.
Sin embargo, si los investigadores responsables del estudio Cochrane logran su propósito, serán los suplementos vitamínicos investigados científicamente, y no los medicamentos mortales de la industria farmacéutica, los que sean objeto de medidas políticas que aprueben restricciones draconianas que impidan disponer libremente de ellos. Sin ningún género de duda, las muertes que resultaran de dichas restricciones serían un crimen de lesa humanidad de proporciones verdaderamente inimaginables.
Teniendo en cuenta este posible desenlace, y que en el pasado fueron condenados directivos de las principales industrias farmacéuticas y químicas por haber cometido asesinatos colectivos, nos preguntamos si los intentos aparentes de los investigadores de Cochrane por ayudar a la multimillonaria industria farmacéutica de hoy en día a prohibir las terapias a base de vitaminas no patentables les conducirá también hasta eso, y serán condenados por tales asesinatos.
Por qué el estudio se llevó a cabo en Dinamarca
No fue una casualidad que la Cochrane Collaboration eligiese el Knowledge and Research Centre for Alternative Medicine (ViFAB), en Dinamarca, y el Copenhagen Trial Unit's Centre for Clinical Intervention Research, situado en el hospital universitario de Copenhague, Rigshospitalet, también en Dinamarca, como sus fuentes para sustentar este meta-análisis.
La legislación danesa relativa a los suplementos alimenticios es muy conocida por su severidad y sus restricciones. Hasta tal punto que, de hecho, en los últimos años, las campañas a favor de la medicina natural han manifestado su preocupación por que los ataques totalitarios de su gobierno a la libre elección y a la libertad (disfrazados como "seguridad del consumidor") terminen eliminando finalmente por completo el concepto de los suplementos en ese país.
Es fundamentalmente por eso por lo que las dos organizaciones danesas de apoyo en cuestión tienen una serie de conflictos de interés (ambas en cuanto a sus fuentes de financiación y sus tendencias institucionales) que plantean importantes preguntas en relación con el resultado de este meta-análisis.
Por ejemplo, los gastos operacionales de Knowledge and Research Centre for Alternative Medicine están siendo financiados por una asignación estipulada en la ley financiera danesa. Entre los miembros de su consejo hay representantes de la Asociación de Médicos danesa, del Consejo Nacional de Sanidad danés y del Ministerio de Sanidad y Prevención de Dinamarca.
En cuanto al hospital universitario de Copenhague, hay que destacar que entre sus unidades especializadas están el Finsen Laboratory, especializado en la investigación del cáncer; un Departamento de Radiaciones Biológicas, cuyas investigaciones se desarrollan gracias a la financiación de fondos estatales, asociaciones contra el cáncer, y fundaciones privadas; el Bartholin Institute, que cuenta con grupos de investigación del Cáncer/Inmunología y Diabetes; un Departamento de Hematología, que se encarga de los desórdenes, como linfomas malignos, mielomas múltiples, leucemias agudas, así como linfomas crónicos y desórdenes mieloproliferativos; y un Laboratorio de Investigación de Terapia Genética; entre otros.
Así, estando muy lejos de ser independientes e imparciales, se puede observar que los patrocinadores de este estudio tienen una clara predisposición hacia la medicina farmacéutica y están muy cerca de la postura del gobierno danés, claramente en contra de los suplementos.
Drummond Rennie, uno de los directores del Cochrane Center en San Francisco y subredactor del Journal of the American Medical Association, lleva reconociendo desde hace tiempo los riesgos que conllevan los conflictos de intereses de esta naturaleza. Por ejemplo, en el 2004, en unas declaraciones en el British Medical Journal, los describió diciendo que era de ingenuos pensar que aquellos que tenían un conflicto de interés financiero no se dejarían influir al realizar un estudio. Más en particular, añadió que existían cientos de estudios en los que se demostraba que los estudios e investigaciones estaban influidos por los conflictos de intereses financieros, y que siempre estaban orientados para favorecer el punto de vista del patrocinador comercial.
Como veremos a continuación, resulta que en el caso de al menos uno de los autores del meta-análisis de Cochrane, el Dr. Christian Gluud, las observaciones de Rennie tienen especial importancia.
El conflicto de intereses del investigador de Cochrane Christian Gluud
Mientras que los medios de comunicación se han centrado sobre todo en el Dr. Goran Bjelakovic, jefe del equipo que ha elaborado el meta-análisis contra los suplementos, nos hemos dado cuenta de que se ha prestado menor atención a su principal co-autor, el Dr. Christian Gluud (teniendo en cuenta que este último parece tener varios conflictos de intereses y está relacionado con organizaciones que tienen una clara tendencia institucional hacia la medicina ortodoxa (por ejemplo, la farmacéutica).
Además de su trabajo en el hospital universitario de Copenhague, Gluud también es Embajador y Miembro del Consejo de Asesoramiento Científico de BioLogue, en el que su campo de actividad es la investigación y desarrollo farmacéutico. La red BioLogue está muy integrada en el Consorcio Farmacéutico danés. Está compuesta por socios académicos, gubernamentales y normativos; empresas asociadas (incluidas empresas farmacéuticas como AstraZeneca Denmark) y la gran mayoría de investigadores biomédicos de Dinamarca. Entre los miembros del Comité de Dirección de BioLogue hay representantes de la Asociación Danesa de la Industria Farmacéutica y la Agencia de las Medicinas Danesas, entre otros. Por lo tanto, en lo que se refiere a la versión del meta-análisis de JAMA (2007), es importante señalar que se cree que Gluud ha sido quien ha obtenido los fondos para dicho metanálisis. Además, y como descubriremos más adelante, algunas fuentes incluso parecen deducir que Gluud es el principal autor del estudio Cochrane, más que Bjelakovic.
El conflicto de intereses de Cochrane Collaboration
Cochrane Collabloration se describe a sí misma como una "organización independiente", afirmando que fue fundada para "garantizar que la información actualizada y exacta sobre las intervenciones sanitarias está disponible a nivel mundial." Del mismo modo, ha declarado que sus principales tareas están siendo financiadas por los derechos de su editorial, John Wiley and Sons Limited, y que éstos provienen de las ventas de suscripciones a The Cochrane Library. Mientras tanto, parece ser que las entidades individuales de Cochrane Collaboration están siendo financiadas por una amplia variedad de organismos gubernamentales, institucionales y de fondos privados, vinculados mediante una política a nivel organizacional que limita la utilización de los fondos de los patrocinadores corporativos.
Sin embargo, como veremos, tras todas estas afirmaciones existe un número importante e incómodo de hechos que los grandes medios de comunicación, en su impaciencia aparente por informarnos sobre una posible muerte prematura por ingerir suplementos vitamínicos, han tratado curiosamente de ocultar.
En cuanto a la tan proclamada declaración de Cochrane, por ejemplo, en la que dice ser "independiente", resulta que la validez de esta afirmación es muy discutible desde hace tiempo. En octubre del 2003, el British Medical Journal (BMJ) señaló que la página web de Cochrane incluía dos estudios sobre medicamentos para la migraña (Eletriptan y Rizatriptan), que fueron en gran parte financiados por Pfizer, el fabricante de Eletriptan.
Mientras que el principal investigador de ambos estudios, Andrew Moore, ha afirmado que defiende firmemente el patrocinio de Pfizer, el hecho es que tanto él como otros investigadores de Eletriptan han trabajado como asesores para empresas farmacéuticas y otros organismos, y han recibido becas para la investigación por parte de la industria, el gobierno y organizaciones benéficas. Por tanto, existe un argumento de peso para decir que la defensa de Moore de los dos estudios de medicamentos para la migraña es de todo menos independiente.
Y para empeorar la situación, Cochrane publicó el estudio de Eletriptan en un momento en el que el entonces presidente y consejero delegado de Pfizer, Henry McKinnell, también era el director de la editorial de Cochrane Library, John Wiley and Sons.
Sin embargo, y a pesar de todos estos importantes conflictos de interés, en este mismo momento (mayo del 2008) tanto el estudio de Eletriptan como el de Rizatriptan están disponibles en la página web de Cochrane.
Es por eso que en noviembre del 2003, cuando el BMJ hizo público que Cochrane se enfrentaba a una encrucijada por el patrocinio de la empresa farmacéutica, y los miembros de Cochrane decían que las empresas farmacéuticas les ofrecían dinero en metálico por unos estudios favorables, la dirección de Cochrane no tuvo más remedio que anunciar que estaba actuando de esa manera para despejar los miedos sobre la influencia de la industria.
Sin embargo, aunque el tema del patrocinio de las empresas farmacéuticas predominó posteriormente en la conferencia anual de Cochrane del 2003 en Barcelona (los principales patrocinadores de ésta fueron empresas farmacéuticas como Merck Sharpe & Dohme, Novartis, y AstraZeneca, cuyos logos figuraban en la primera página del programa de la conferencia), la dirección de Cochrane no tomó una decisión y en vez de eso, optó por plantear una consulta compleja a sus miembros.
Posteriormente, en febrero del 2004 se propusieron unos límites a la financiación comercial, que quedaron plasmados en una nueva política publicada en abril del 2004. No obstante, al estudiar con detenimiento la política actual de Cochrane sobre el patrocinio comercial se puede observar que todavía existen importantes anomalías.
Por ejemplo, el personal empleado por una empresa farmacéutica sigue pudiendo participar en estudios relacionados con productos fabricados por dicha empresa. Es igual de importante señalar que tampoco existe ninguna norma que prohíba a las personas que trabajan para una empresa farmacéutica, o como asesores para empresas farmacéuticas, o que han recibido una beca de investigación por parte de empresas farmacéuticas, participar en estudios de productos de la competencia o sistemas de medicina, como las terapias de vitaminas.
Además, la política actual de Cochrane establece específicamente que los ministerios del gobierno, las compañías de seguros sin ánimo de lucro y las organizaciones de gestión sanitaria no se consideran fuentes comerciales. Por tanto, a pesar de que la mayoría de éstos están muy vinculados y suelen prestar todo su apoyo a la industria farmacéutica, pueden seguir patrocinando los estudios de Cochrane. Por ejemplo, aunque se sabe a nivel mundial que la Administración de Medicamentos y Comida de Estados Unidos (FDA) está estrechamente relacionada con la industria farmacéutica, la política de Cochrane no impide que ésta, o sus homólogas en otros países, patrocine los estudios. Resulta revelador entonces que Cochrane, en su Memoria y Cuentas Anuales del ejercicio anual que finalizó el 31 de marzo del 2006, publique que el 79% de la financiación para la realización de los estudios proviene en su totalidad de "fondos del gobierno nacional y transnacional (incluida la Unión Europea), normalmente de Sanidad y los ministerios relacionados".
Por tanto, la declaración de Cochrane, en la que decía que había sido fundada para "garantizar que la información actualizada y exacta sobre las intervenciones sanitarias está disponible a nivel mundial", debe contraponerse al hecho de que la mayoría de sus fondos provienen de organismos con un fuerte vínculo, y que ofrecen todo su apoyo, a la industria farmacéutica. En vista de esto, apenas resulta sorprendente que la mayoría de sus estudios se centre en la valoración de terapias a base de medicamentos. De hecho, teniendo en cuenta lo anterior, resulta especialmente significativo que la mayoría de los miembros del Comité de Dirección de Cochrane Collaboration, encargado de dirigir sus actividades, trabaje para departamentos médicos, hospitales o departamentos sanitarios del gobierno, puesto que todos ellos están estrechamente vinculados por su naturaleza al mundo de la medicina ortodoxa (es decir, farmacéutica).
Como consecuencia, teniendo en cuenta que las terapias naturales, tales como los suplementos vitamínicos, están siendo sometidas en la actualidad a una presión cada vez mayor a nivel mundial por parte de gobiernos y sus respectivos ministerios de sanidad, no es muy difícil imaginar que Cochrane Collaboration no mordería la mano que le da de comer desde el punto de vista financiero, sobre todo después de las declaraciones en su Memoria y Cuentas Anuales, que afirman que "un importante número" de Centros y Grupos de Investigación de Cochrane Collaboration "están haciendo frente a una importante presión financiera" y que "otros están luchando por mantener la totalidad o parte de sus fondos".
Los intereses farmacéuticos y químicos de la editorial de Cochrane Library, John Wiley & Sons Ltd.
Cochrane Collaboration ha declarado que sus principales tareas están siendo financiadas por los derechos de su editorial, John Wiley and Sons Limited, y que éstos provienen de las ventas de suscripciones a The Cochrane Library. Incluso en este caso resulta que las cosas no son tan sencillas como parecían en un principio.
Por ejemplo, el negocio científico, técnico, médico y académico de Wiley es conocido como Wiley-Blackwell, y publica más de 300 revistas médicas, entre las que hay que destacar: Cancer, la principal revista de la American Cancer Society; Cancer Science, la revista oficial de la Asociación contra el Cáncer japonesa; el European Journal of Cancer Care; Diabetic Medicine, la publicación de Diabetes UK; HIV Medicine, la revista oficial de la British HIV Association (BHIVA) y la European AIDS Clinical Society (EACS); el International Journal of Gynaecological Cancer, la revista oficial de la International Gynaecological Cancer Society y la European Society of Gynaecological Oncology; y el Journal of Interventional Cardiology.
Además, también hay que destacar la adquisición por parte de Wiley en 1996 del VCH Publishing Group, la publicación de las empresas farmacéuticas y químicas alemanas, haciendo de ella una de las editoriales de química más grandes del mundo.
Así pues, resulta evidente que Wiley, como editorial de The Cochrane Library, tiene un claro interés personal en la promoción de la medicina química y farmacéutica. Desde su punto de vista, dar publicidad a alternativas naturales no patentables, como las terapias de vitaminas, podría ser una amenaza para sus futuros beneficios.
El objetivo final de los investigadores de Cochrane: "medidas políticas urgentes" para regular de forma estricta los suplementos antioxidantes
Sorprendentemente, debido a la agitación mediática provocada por la publicación del estudio Cochrane, se prestó muy poca atención al objetivo final de los investigadores.
En unas declaraciones en un artículo del Medical News Today, los investigadores solicitaron "la instauración de medidas políticas urgentes" para una regulación estricta de los suplementos antioxidantes. Resulta todavía más interesante que el artículo del Medical News Today parece deducir que Christian Gluud (más que Goran Bjelakovic) fue el principal autor del estudio, y cita en particular a Gluud diciendo que "sin duda": "Tendríamos que pedir que las autoridades legislativas se atreviesen a regular la industria para que no sea dependiente desde el punto de vista financiero de la propia industria."
Por supuesto, si la crítica de Gluud hubiese estado dirigida a las empresas farmacéuticas (en el sentido en que las autoridades legislativas de prácticamente todo el mundo son muy dependientes de los derechos de patentes y otros ingresos de la industria farmacéutica), se trataría entonces de una crítica razonable. Por el contrario, tradicionalmente, en la mayoría de los países las compañías de vitaminas han contribuido muy poco o casi nada, desde el punto de vista financiero, a las autoridades gubernamentales encargadas de su regulación. Es importante señalar por tanto que Gluud olvidó mencionar este hecho relevante.
Por tanto, los periodistas más emprendedores (y por emprendedores entendemos periodistas que prefieren hacer sus propias investigaciones, no aquellos que toman el camino fácil y simplemente se limitan a tomar la conferencia de prensa de Cochrane Collaboration como base para sus artículos) deberían darse cuenta de que la reivindicación de estos investigadores pidiendo una regulación más estricta no es nueva, puesto que llevan haciendo las mismas declaraciones desde hace cuatro años ahora.
Del mismo modo, por ejemplo, en un estudio anterior de Cochrane, publicado en octubre del 2004, los mismos investigadores se las arreglaron para demostrar que no existían pruebas concluyentes sobre los efectos beneficiosos de los suplementos antioxidantes en cánceres gastrointestinales o en la mortalidad en general, y que el betacaroteno, la vitamina A, la vitamina C, y/o la vitamina E aumentaban la mortalidad en general. De forma significativa, declararon abiertamente en su estudio que "los suplementos antioxidantes deberían estar sometidos a la misma regulación que los medicamentos". También, durante ese mismo mes, Bjelakovic, Gluud y otros dos componentes de su equipo publicaron un estudio en Lancet, en el que dijeron que "no habían podido encontrar pruebas que demostraran que los suplementos antioxidantes pudiesen prevenir el cáncer gastrointestinal" y que, "por el contrario, parecían aumentar la mortalidad en general".
La coordinación de ambas publicaciones en octubre del 2004 fue muy importante, puesto que centraron la atención de los medios de comunicación de todo el mundo tan sólo unas semanas antes de que tuviese lugar una reunión crucial del Codex Committee on Nutrition and Foods for Special Dietary Uses (CCNFSDU), cuyo orden del día en esa ocasión incluía una reflexión sobre unas pautas restrictivas globales propuestas relativas a los suplementos vitamínicos y minerales. Patrocinados por la Organización Mundial de la Salud y la Organización para las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, las principales funciones de los comités Codex consisten en elaborar normas y directrices para las industrias alimenticias y de suplementos alimenticios de todo el mundo. Los textos de Codex son vinculantes de acuerdo con la Organización Mundial del Comercio (OMC), que los utiliza como punto de referencia a la hora de deliberar en conflictos comerciales internacionales relacionados con productos alimenticios. Es por ello que los países miembro de la OMC suelen basar su legislación nacional sobre alimentos en las normas y directrices Codex, no sólo como medio de promoción del comercio internacional, sino también para evitar que se presenten onerosos conflictos comerciales contra ellos en la OMC.
Por tanto, resulta significativo que las directrices propuestas para los suplementos vitamínicos y minerales por Codex hayan estado sometidas a virulentas protestas en todo el mundo durante muchos años, y, como consecuencia, su aprobación está paralizada básicamente desde mediados de los años 1990. Sin embargo, puede que debido en parte a los esfuerzos de Bjekalovic, Gluud y su equipo, la reunión del CCNFSDU del 2004 decidió que las directrices debían progresar para su aprobación final en el Paso 8.
Finalmente, en lo referente al objetivo final de los investigadores de Cochrane, hay que resaltar también que Bjelakovic y Gluud escribieron un editorial especialmente revelador el 16 de mayo del 2007, publicado en el Journal of the National Cancer Institute. Hablando sobre un estudio en el que se afirmaba que el consumo de complejos multivitamínicos podía aumentar el riesgo de contraer un cáncer de próstata avanzado o mortal, declararon que los autores de dicho estudio "añadían datos a las cada vez más numerosas pruebas que cuestionaban los beneficios de los comprimidos de vitaminas para las poblaciones bien nutridas y subrayaban la posibilidad de que los suplementos antioxidantes tuviesen consecuencias inesperadas para nuestra salud". En la conclusión de su editorial, Bjekalovic y Gluud sugirieron que los suplementos deberían someterse a unas pruebas para saber cuáles eran sus beneficios y perjuicios antes de entrar en el mercado, e insinuaron que debían recibir el mismo trato que los productos farmacéuticos. Como era de esperar, por supuesto, olvidaron mencionar que dichas pruebas tendrían un coste prohibitivo para sustancias no patentables, como las vitaminas, y que sólo las sustancias patentables, como los productos químicos sintéticos, daban la posibilidad de recuperar el alto coste invertido.
Como tal, teniendo en cuenta la absurda deducción de Gluud, que decía que las autoridades legislativas eran "dependientes desde el punto de vista financiero" de la "industria (de las vitaminas)", en contraposición a la industria multimillonaria de medicamentos químicos sintéticos, parecería que tanto él como Bjelakovic están desarrollando una costumbre de ignorar no sólo los estudios relevantes, sino también datos importantes.
La influencia de los grandes medios de comunicación
Después de la oleada de protestas surgida a raíz de la reciente publicación de Cochrane, no tardaron en aparecer pruebas que demostraban que algunos editores de periódicos habían presionado a sus periodistas para que la respaldaran.
La escritora y periodista británica Rachel Johnson, por ejemplo, escribió un artículo titulado "Not so vital vitamins" (Vitaminas no tan vitales) para el Sunday Times en el que citaba al estudio, y decía que comprar vitaminas era malgastar el dinero, alegando que su consumo podía acortar la esperanza de vida.
Posteriormente sin embargo, tras haber sido obsequiada con un artículo (en el que se citaba una investigación publicada en el International Journal of Cancer) en el que una investigadora que afirmaba que las vitaminas podían acelerar el desarrollo del cáncer admitía haberse equivocado, Johnson confesó que "sabía que había algo turbio" en el estudio Cochrane pero que estaba "bajo presión para respaldarlo" aunque pensara "que era imposible sostener cualquiera de las conclusiones sobre el consumo de vitaminas".
¿Pero por qué Johnson estaba presionada? ¿Podía tener algo que ver con el hecho de que entre los anunciantes más recientes de las revistas Sunday Times había empresas como Garnier, una filial de L'Oréal (que es la empresa de cosméticos más grande del mundo y posee en la actualidad el 8,7% de las acciones de una de las empresas farmacéuticas más grandes del mundo, Sanofi-Aventis); Boots, el principal mayorista y minorista farmacéutico; y BUPA, el principal proveedor de seguros de salud del Reino Unido?
Conclusión
Como ocurrió también en el caso del estudio Cochrane y del Lancet en el 2004, la publicación de este último meta-análisis de Cochrane llega en un momento crítico de la batalla internacional por mantener el libre acceso a las terapias de vitaminas no patentables.
La Comisión Europea, con la ayuda y el apoyo de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, siglas en inglés), está en la última fase para establecer unos niveles máximos permitidos para los suplementos vitamínicos y minerales. En la actualidad, se espera que dichos niveles se anuncien en algún momento antes de enero del 2009 y, en muchos casos, las dosis permitidas serán bastante inferiores a las necesarias para prevenir enfermedades crónicas y promover una salud sana.
Mientras, en Canadá, Nueva Zelanda, Estados Unidos y muchos otros países, también están tomando medidas legislativas para aprobar restricciones para la disponibilidad de terapias naturales. Por lo tanto, si estas medidas llegaran a buen término y, posteriormente, los pacientes se viesen obligados a comulgar en el altar mortal de la farma medicina, se producirían millones de muertes que de otro modo podrían haberse evitado mediante la aplicación de la investigación en la Salud Celular.
Teniendo todo esto en cuenta, la pregunta que debería plantearse es si las medidas deliberadas de los investigadores de Cochrane (al apoyar y alentar a aquellos que quieren adoptar medidas draconianas para los suplementos vitamínicos) son potencialmente punibles como delito.
Hagamos un breve resumen para responder a esta pregunta.
Primero, sabemos que la investigación en Salud Celular puede posiblemente salvar millones de vidas. También sabemos que la mayoría de los medicamentos prescritos no funcionan para la mayoría de las personas, y que las reacciones adversas a los medicamentos se encuentran entre las causas de muerte número 4 y 6 en pacientes hospitalizados en Estados Unidos. Y si finalmente se prohíbe a las personas tener libre acceso a las terapias medicinales naturales y seguras, los medicamentos farmacéuticos serán la única opción que les quede disponible.
En lo que se refiere al reciente meta-análisis de Cochrane, sabemos que las dos organizaciones que lo apoyaron (el Knowledge and Research Centre for Alternative Medicine (ViFAB) en Dinamarca, y el Copenhagen Trial Unit's Centre for Clinical Intervention Research, situado en el hospital universitario de Copenhague, Rigshospitalet, también en Dinamarca) tienen una clara tendencia hacia la medicina farmacéutica y una vinculación muy cercana al gobierno danés, que está en contra de los suplementos.
Además, también sabemos que la mayoría de los fondos de Cochrane Collaboration provienen de organismos con una fuerte vinculación y apoyo a la industria farmacéutica, y que Wiley, la editorial de The Cochrane Library, tiene un interés personal en promocionar la medicina química y farmacéutica.
Finalmente, y puede que sea el dato más importante de todos, sabemos que las principales áreas de trabajo de Christian Gluud, uno de los principales autores del metanálisis de Cochrane, son la investigación y el desarrollo farmacéutico, y que tiene varios conflictos de interés y relaciones con organizaciones con una clara tendencia institucional hacia la medicina ortodoxa.
Por lo tanto, teniendo en cuenta todo lo anterior, cuando Gluud y sus colegas demandan "medidas políticas urgentes" para la regulación severa de los suplementos, ¿qué podemos concluir? ¿Debemos creer que todos los conflictos de interés anteriormente citados son pura coincidencia, y que los actuales esfuerzos de Gluud y sus colegas para desacreditar a las terapias de vitaminas no patentables no intentan salvaguardar de alguna manera los intereses de la industria farmacéutica mundial y su Inversión "Negocio con Enfermedad"?
Francamente, creemos que los datos aquí presentados tienen suficiente peso como para que cualquier persona razonable rechace las reivindicaciones de plano. De hecho, esperamos que los encargados de organizar la campaña "las vitaminas provocan una muerte prematura" rindan cuentas por sus actos.
La justicia prevalecerá. La salud y las vidas de millones de personas dependen de ella.
Si quiere más información sobre este tema, visite: ANH refuta el último metanálisis anti-vitaminas
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