Según el sociólogo canadiense Marshal McLuhan, las nuevas tecnologías de la información iban a transformar el mundo en una aldea global donde las noticias circularían instantáneamente. Nada más lejos de la realidad. Una cortina de hierro ha caído sobre los pueblos occidentales, a los que se mantiene en la ignorancia sobre importantes acontecimientos de actualidad, a la vez que se les cierra el acceso a los canales satelitales antiimperialistas.Suele decirse que «el silencio es oro». Y sin dudas es cierto, pero únicamente el sentido de ese proverbio. El silencio adquiere su mayor valor cuando se utiliza como instrumento de manipulación de la opinión pública. O sea, si los periódicos, los noticieros de televisión y los talk shows no hablan de un acto de guerra, este simplemente no existe en las mentes de la gente que cree que sólo existe aquello que se menciona en los medios de difusión.
Por ejemplo, ¿cuánta gente sabe que Khartum, la capital de Sudán, fue bombardeada hace una semana? El ataque fue perpetrado durante la noche por varios cazas-bombarderos que golpearon una fábrica de municiones que, según Tel Aviv, abastece a los palestinos de Gaza. Israel es el único país de la región que dispone de aviones capaces de atacar un objetivo a 1 900 kilómetros de distancia, de burlar los radares y de bloquear las telecomunicaciones, y capaces también de lanzar misiles y bombas teleguiados con toda precisión desde varias decenas de kilómetros de distancia del blanco. Fotos captadas por satélites muestran, en un radio de 700 metros del epicentro, 6 enormes cráteres abiertos por potentísimas cabezas explosivas, que dejaron muertos y heridos. El gobierno israelí mantiene un silencio oficial, limitándose a afirmar que Sudán es un «peligroso Estado terrorista, respaldado por Irán». Sin embargo, los analistas en cuestiones de estrategia subrayan, dando como segura la procedencia del golpe, que podría tratarse de un ensayo de ataque contra las instalaciones nucleares iraníes. El pedido sudanés de que la ONU condenara el ataque israelí y la declaración del Parlamento Árabe, que acusa a Israel de violar la soberanía sudanesa y el derecho internacional, han sido ignorados por los grandes medios de difusión.
El bombardeo israelí contra Khartum desapareció por lo tanto bajo la capa de silencio mediático. Al igual que la masacre de Bani Walid, la ciudad libia atacada por las milicias «gubernamentales» de Misurata. Fotos y videos divulgados a través de Internet muestran impresionantes imágenes de la masacre allí perpetrada contra la población civil, niños incluidos. En un dramático video testimonial desde el hospital de la asediada Bani Wallid, el doctor Meleshe Shandoly habla de los síntomas que presentan los heridos, típicos de los efectos del fósforo blanco y de los gases asfixiantes. Inmediatamente después se supo que el médico fue degollado. Pero hay más testimonios, como el del abogado Afaf Yusef, sobre numerosas personas muertas sin haber sido alcanzadas por proyectiles ni explosiones. Cuerpos intactos, como momificados, similares a los encontrados en Faluya, la ciudad iraquí que las fuerzas estadounidenses atacaron en 2004 con proyectiles de fósforo blanco y con nuevas armas de uranio. Otros testigos hablan de un barco cargado de armas y municiones que llegó a Misurata poco antes del ataque contra Bani Wallid. Otros más hablan de bombardeos aéreos, de asesinatos y violaciones, de casas arrasadas con buldóceres. Pero esas voces también han sido ahogadas bajo la capa de silencio mediático. Al igual que la información sobre el hecho que, durante el asalto contra Bani Wallid, Estados Unidos bloqueó en el Consejo de Seguridad de la ONU la proposición rusa a favor de resolver el conflicto por la vía pacífica.
Noticias que no llegan, y que llegarán cada vez menos, a nuestras casas. La red satelital mundial Intelsat, cuyo cuartel general está en Washington, acaba de bloquear las transmisiones iraníes hacia Europa. Lo mismo hizo la red satelital europea Eutelsat. En esta era de la «información global», debemos escuchar únicamente la Voz del Amo.
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