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  • "Necesita una diálisis y no la ha tenido en dos días. Está en estado crítico", explicaba un hombre que espera para salir de Taclobán.
  • El aeropuerto acoge en estos momentos a muchas familias desesperadas por comer, por beber, por recibir tratamiento médico o por huir en avión.
Testimonios desgarradores continúan llegando desde Filipinas, de las ciudades arrasadas por el tifón Haiyan que ha destruido hogares, derrubado edificios, volcado árboles y matado a miles de personas. Las imágenes que ha dejado son de desolación, caos y dolor. Millones de familias se encuentran ahora sin sus casas y peleando por llevarse algo a la boca.

Las primeras necesidades son alimentación, medicamentos y agua, que de momento llegan con cuentagotas a las zonas afectadas por el difícil acceso. Taclobán, uno de los lugares más desolados por Haiyan, hay miles de personas esperando su turno para poder salir de la ciudad. Allí se quedarán sus pertenencias perdidas, sus casas destruidas y los familiares fallecidos o desaparecidos.

Pero no es fácil salir de Taclobán. El aeropuerto acoge en estos momentos a muchas familias desesperadas por comer, por beber, por recibir tratamiento médico o por huir en avión.

"Aquí no hay nada para nosotros. Ya no tenemos casa ni dinero ni papeles", se lamentó Carol Mampas, de 48 años, vecina de Tacloban con un hijo de tres años a su cargo.

"Necesitamos que las autoridades nos ayuden. ¿Dónde está la comida? ¿Dónde está el agua? ¿Dónde están los soldados para recoger los cadáveres?", se preguntó, desesperada, Mampas.

LaNacion.com recoge que Jemalyn Lamberto, una mujer de 38 años casada con un trabajador con base en Chipre, esperaba en la fila del aeropuerto para coger un avión, sollozando en silencio junto a su hija, su sobrina y su suegra. "Nos dijeron que hiciéramos cola y que no abandonáramos nuestro lugar. Pero cuando llega un avión, es un sálvese quien pueda", señaló. Jemalyn estaba desesperada por salir de Tacloban para poder llamar a su marido, que aún no sabe si están vivas, y para huir del desastre.

María Adelfa Jomerez, de 58 años, esperaba ayer en el aeropuerto de Tacloban un vuelo que la saque de ese escenario apocalíptico y la lleve a Manila. Debía dejar atrás los cuerpos de su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. "Pedí en la morgue que les dieran unos ataúdes dignos, pero me dijeron que el personal no había vuelto al trabajo, y que algunos de ellos probablemente también hayan muerto. Preferiría que no fueran enterrados en una fosa común, pero no puedo hacer nada", relató Jomerez, tal y como recoge Lanacion.com.

La desesperación por abandonar la zona de catástrofe se vuelve más urgente cuando lo que está en juego es la vida de un ser querido. "Ésta es la única oportunidad de mi papá para seguir con vida", dijo Peter Minoc, mientras empujaba la silla de ruedas de Filamon, su padre de 86 años, hacia un avión de carga militar. "Necesita una diálisis y no la ha tenido en dos días. Está en estado crítico."

Martin Romualdez, diputado por la provincia de Leyte, la más afectada por el paso de 'Yolanda' la semana pasada por el centro de Filipinas, ha advertido este miércoles de que los damnificados están perdiendo la esperanza, ante la lentitud de la ayuda, y ha equiparado los efectos provocados por el supertifón a los de una "bomba nuclear".