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"Hemos progresado más en los últimos 50 años de lo que se había aprendido en los 10.000 anteriores sobre el cerebro", señala Belmonte en una entrevista con la Agencia EFE, en la que remacha que desde Santiago Ramón y Cajal hasta ahora "ha sido explosivo".

Este investigador, fundador del Instituto de Neurociencias en Alicante y, entre otros, Premio Nacional de Investigación 2008, advierte, no obstante, de la complejidad y heterogeneidad de este órgano, y no se atreve a establecer un porcentaje sobre cuánto se conoce ya del cerebro y cuánto queda por explorar.

Este científico admite que más que miedo a seguir ahondando en el conocimiento del cerebro, lo que existe es miedo a la posible manipulación de ese conocimiento, ya que: "nosotros somos nuestro cerebro y cualquier sistema que modifique el funcionamiento del cerebro cambia profundamente la conducta humana".

En este sentido, Belmonte explica que la manipulación cerebral se puede realizar a través de la estimulación eléctrica, química y genéticamente.

Sobre esto último, afirma que, por ejemplo, la inteligencia general se hereda de los padres y si se manipulan los genes, "lo que hoy en día es posible en ciencia", se podría modificar la expresión de esos genes y consecuentemente el resultado final.

Para este investigador, todo tiene un "profundo componente ético y el gran desafío" del conocimiento del cerebro es el dilema o dilemas éticos que puede plantear.

Sin embargo, Belmonte confía en el criterio de la sociedad, cada vez más basada en el conocimiento, de la que dice ya ha demostrado ser muy sensata.

Según detalla, el 50 por ciento de la prevalencia de las enfermedades en la Unión Europea están vinculadas al cerebro y patologías como la depresión la tiene el 10 por ciento de la población a lo largo de su vida en un momento u otro.

Se trata de enfermedades que producen grandes sufrimientos sociales, familiares e individuales, de ahí la importancia de conocer el cerebro, de "introducir un elemento de felicidad".

Este científico, sin embargo, cree que lo más importante de la investigación cerebral es cómo puede ayudar a entender mejor la conducta humana y "montar una sociedad basada en elementos reales".

"Las posibilidades de que el conocimiento del cerebro cambie algunos valores sociales son muy altas", asevera Belmonte.

Hay determinadas conductas patológicas que están vinculadas a lesiones o mal funcionamiento de zonas del cerebro, por lo que llegar a diagnosticar eso ayuda en las decisiones judiciales.

"Cada vez vamos a ir afinando más, cada vez vamos a poder distinguir más si un cerebro está en funcionamiento anormalmente, lo que será un elemento a tener en cuenta para decidir lo que se hace con esa persona -presunto delincuente- en la sociedad", declara.

En cuanto a la educación en la infancia, Belmonte calcula que en el cerebro hay un 50 por ciento derivado de la base genética y otro 50 que es la suma de diversos elementos, como la presencia de traumatismos o enfermedades.

Insiste en que no le preocupa tanto que se intente mejorar el cerebro más allá de lo que genéticamente se puede, sino "las posibilidades brutales que hay de estropear la herencia genética".

"Los genes tienen un programa y si ese programa se estropea los resultados son funestos", concluye Belmonte, quien cita el déficit alimentario o las conductas violentas como dos de las causas.