Brasil es el país con las mayores reservas de agua dulce del mundo. Pero en su capital económica y ciudad más poblada, desde hace un año es habitual que no salga nada de los grifos. Una combinación de factores, que incluyen una sequía sin precedentes en los últimos 80 años, un sistema de abastecimiento no preparado para esta coyuntura y una gestión política opaca e influenciada por las elecciones a gobernador celebradas el pasado año, han dado como resultado una crisis hídrica sin parangón en la región.
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© Pablo Jiménez ArandiaPanorámica de la ciudad
A pesar de que la situación ha mejorado en las últimas semanas, gracias a las lluvias caídas en febrero y lo que llevamos de marzo, la sequía ha tenido varios picos de intensidad críticos. El último de ellos, en las primeras semanas de este año, cuando el Gobierno del Estado anunció la posibilidad de establecer un racionamiento que dejaría a la población sin agua durante cinco días completos por semana.
Defectos en las tuberías generan pérdidas de hasta el 30,4% del agua lista para ser consumida
Aunque los manantiales que abastecen la capital paulista y su entorno están ahora más llenos que un mes y medio atrás - el nivel de agua de las presas del sistema Cantareira, el principal manantial proveedor, está al 14%, cuando en enero sólo alcanzaba el 5% - , la crisis está lejos de superarse. El sistema de abastecimiento continúa presentando carencias y gran parte de la población sigue sufriendo cortes diarios. Algo paradójico en un país con el 13% de las reservas mundiales de agua dulce - 5.661 billones de metros cúbicos - , según datos del Banco Mundial.

Inacción y opacidad

La sequía que afecta al sudeste de Brasil, la región más poblada y motor económico del país, dura ya tres años. Estados como Río de Janeiro o Minas Gerais también están padeciendo una falta de lluvias prolongada, con graves consecuencias para su industria y economía. Pero hasta ahora, son los paulistas quienes han sufrido más directamente una crisis que no ha cogido por sorpresa a técnicos y especialistas. En 2003, la reserva Cantareira llegó a estar al 1,6% de su capacidad. En 2009, un informe encargado por la Secretaría de Medio Ambiente alertaba sobre el riesgo de un colapso del sistema en un periodo de cinco a seis años. Y a finales de 2013, la actual sequía ya comenzó a provocar niveles de agua preocupantemente bajos en las reservas de la región.
Con todos estos antecedentes, en octubre del año pasado el actual gobernador del Estado, Gerardo Alckmin - del PSDB, principal opositor a nivel nacional del PT, el partido de Lula y Dilma Rouseff - , renovó su mandato obviando durante toda la campaña electoral la situación de emergencia. Meses antes de las elecciones, hace ahora justo un año, se habían implementado las primeras medidas para paliar una crisis que el ejecutivo regional negó hasta comienzos de este 2015.

Entonces se ofreció un descuento en la factura a quienes rebajaran su consumo, al mismo tiempo que se disminuía la cantidad de líquido extraído de las fuentes principales del sistema - aquellas más castigadas por su sobreuso. También comenzó un racionamiento a través de la disminución de la presión en las tuberías que distribuyen agua por la ciudad.
Esta decisión, encubierta durante nueve meses por el Ayuntamiento y la Companhia de Saneamento Básico do Estado de São Paulo (Sabesp), supuso el corte del suministro - primero puntual y en horario nocturno, y después también durante las horas del día, según las reservas decrecían - para millones de habitantes de la metrópolis paulista.

Un modelo privatizado

El saneamiento básico de la capital y su área metropolitana está en manos de la Sabesp, una empresa privada que tiene como accionista mayoritario al Gobierno del Estado. Se trata, por tanto, de una prestadora de servicios sin responsabilidad política ante una situación como la actual y que se financia a través de la venta de su producto estrella, el agua.
La compañía privada que gestiona el agua ofrece descuentos de hasta el 75% a las grandes superficies
El sistema de distribución del líquido y su comercialización han sido cuestionados en numerosas ocasiones durante esta crisis. Debido, por ejemplo, a las enormes pérdidas que sufre la red de tuberías y depósitos de la ciudad, nada menos que un 30,4% del agua lista para ser consumida, según datos oficiales. O a causa de los millonarios descuentos - de hasta un 75% en la factura - que la Sabesp ofrece a los grandes consumidores de São Paulo, como centros comerciales u hoteles de lujo, entre otros. Una política que se ha seguido promoviendo durante la actual sequía.
Según varios expertos, la escasez que vive la región no debe equivocar el foco a la hora de analizar el problema. Marussia Whately, arquitecta, urbanista y especialista en la gestión de recursos hídricos, considera un error el modelo de búsqueda continua de nuevas fuentes de agua, promovido por la Sabesp, que aspira a aumentar persistentemente la oferta. Para Whately:
"El problema no es la cantidad [São Paulo cuenta con siete sistemas de presas y diversos ríos que la atraviesan], sino la calidad de las fuentes de agua que abastecen a la ciudad, muchas de ellas con graves problemas de contaminación."
En el segundo piso de su vivienda, Chaves cuenta con un depósito particular - que en su caso sólo le sirve para abastecer el baño - , una solución transitoria muy extendida entre la población, pero que ni mucho menos es accesible para todo el mundo.
El relator especial de las Naciones Unidas para el Derecho al Agua, el brasileño Léo Heller, criticaba hace poco que las medidas tomadas en una crisis como la de São Paulo "están siendo muy universales" y no tienen en cuenta la especial vulnerabilidad de las familias con menos recursos económicos.
Un periodo en el que el negocio de los camiones-cisterna - que distribuyen agua, a precio de oro, a particulares y empresas - se ha disparado en una ciudad que continúa sedienta tras un año de carestía hídrica.