Rupert Sheldrake
© Joan HillRupert Sheldrake
Tomado del blog Noticias de abajo.
Rupert Sheldrake es un biólogo teórico cuyo libro Una Nueva Ciencia de la Vida: la hiótesis de la causación formativa (Tarcher, 1981) provocó numerosas controversias. Nature lo describió como "el mejor candidato para la quema en la hoguera", mientras que la revista New Scientist lo calificó como "una importante investigación científica sobre la naturaleza de la diversidad biológica y la realidad física". Debido a que su trabajo tiene implicaciones en los conceptos desarrollados por Jung, como son el Arquetipo y el Inconsciente colectivo, hemos invitado a que Sheldrake exponga sus puntos de vista en una serie de artículos que irán apareciendo de manera sucesiva en las revista Perspectivas Psicológicas. Estos artículos suponen una actualización de la conferencia que dio en mayo de 1986, "Resonancia mórfica e inconsciente colectivo", en el Instituto de Relaciones Humanas de Santa Bárbara.
En este primer artículo voy a hablar del concepto de memoria colectiva para que nos sirva de baseen la comprensión del concepto de Inconsciente Colectivo de Carl Jung. El Inconsciente Colectivo sólo tiene sentido en el contexto de memoria colectiva. Esto nos conduce a un amplio examen de la naturaleza y los inicios de la memoria, no sólo en los seres humanos, ni siquiera solamente en el reino animal, ni tan siquiera en el ámbito de la vida, sino en el universo como un todo. Tal es la perspectiva que abarca un profundo cambio de paradigma que está teniendo lugar en la Ciencia: el cambio de una visión mecanicista a otra evolutiva y holística del mundo.

La visión mecanicista cartesiana sigue siendo, en muchos sentidos, el paradigma dominante hoy en día, sobre todo en Biología y Medicina. El 90% de los biólogos se sienten orgullosos de decir que son biólogos mecanicistas. Aunque la Física ha ido más allá de la visión mecanicista, gran parte de nuestro pensamiento sobre la realidad física aún sigue estando dominado por esa idea. Por lo tanto, voy a examinar brevemente algunos de los supuestos básicos de la concepción mecanicista del mundo con el fin de mostrar cómo está todavía incrustada en la mayoría de nuestros pensamientos.

Raíces del Mecanicismo en el misticismo neoplatónico

Es interesante comprobar que las raíces de la visión mecanicista del mundo que comienza en el siglo XVII se pueden encontrar en las antiguas religiones místicas. De hecho, la visión mecanicista fue una síntesis de dos tradiciones de pensamiento, las cuales se basan en la idea mística de que la realidad es atemporal e inmutable. Una de estas tradiciones deriva de Pitágoras y de Platón, que estaban fascinados por las verdades eternas de las Matemáticas.

En el siglo XVII se estableció la idea de que la naturaleza se regía por ideas eternas, por proporciones, principios o leyes que ya existían en la mente de Dios. Esta visión del mundo se hizo dominante por las aportaciones de filósofos y científicos como Copérnico, Kepler, Descartes, Galileo y Newton, sentando las bases de la Física moderna.

Básicamente venían a decir que los números, las proporciones, las ecuaciones y los principios matemáticos eran más reales que el mismo mundo físico con el que experimentamos. Incluso hoy en día muchos matemáticos se inclinan hacia este tipo de misticismo pitagórico o platónico. Piensan en el mundo físico como una cosificación de los principios matemáticos, como un reflejo de las eternas leyes numéricas de las Matemáticas. Este punto de vista no es ajeno a la mayoría de nosotros, que el mundo físico se pueda reducir a unas cuantas ecuaciones matemáticas, lo cual posiblemente sea una descripción inexacta del mundo real. Sin embargo, esta visión mística se ha convertido en la actualidad en un punto de vista científico predominante: que la naturaleza se rige por unas leyes eternas, inmutables y omnipresentes . Las leyes de la naturaleza estarían en todas partes y desde siempre.

Raíces del Materialismo en el Atomismo

El segundo punto de vista de la inmutabilidad que emerge en el siglo XVII deriva de la tradición del atomismo materialista, que abordaba un tema que ya incluso estaba muy arraigado en el pensamiento griego: a saber, la existencia de una realidad inmutable. Parménides, un filósofo presocrático, tuvo la idea de que sólo el ser es, que el no ser no es. Si algo es, entonces no puede cambiar, ya que con el fin de que se produzca el cambio tendría que combinarse el ser con el no ser, lo cual es imposible. Por lo tanto, llega a la conclusión de que la realidad es una esfera homogénea, inmutable. Por desgracia para Parménides, el mundo que experimentamos no es homogéneo, inmutable y esférico. Con el fin de preservar su teoría, Parménides afirmó que el mundo que experimentamos es un engaño. No pareció una solución muy satisfactoria, y muchos pensadores de la época trataron de encontrar una manera de resolver este dilema.

La solución de los Atomistas fue la de afirmar que la realidad estaba constituida por un gran número de esferas homogéneas e inmutables (o partículas): los átomos. En lugar de una gran esfera inmutable, habría un gran número de pequeñas esferas invariables que se mueven en el vacío. Los cambios en la apariencia del mundo podrían explicarse en términos de movimientos, permutaciones y combinaciones de los átomos. Esta es la original visión del Materialismo: que la realidad consiste en materia eterna formada por átomos y por el movimiento de la materia.

La combinación de la tradición materialista con la tradición platónica dio paso a la filosofía mecanicista del siglo XVII, y produjo un dualismo cósmico que ha estado entre nosotros desde entonces. Por un lado tenemos a los eternos átomos de la materia inerte; por otro, tenemos un mundo no material, unas leyes inmutables, que se parecen más a las ideas que a las cosas materiales físicas. En este tipo de dualismo ambas partes son inmutables, lo cual no encaja fácilmente con la idea de un universo evolutivo. De hecho, los físicos se han mostrado muy reacios a aceptar la idea de la evolución, precisamente porque se ajusta mal a la noción de materia eterna y unas leyes inmutables. En la Física moderna, la materia se ve ahora como una forma de energía; la energía eterna ha sustituido a la materia eterna, pero poco más ha cambiado.

La aparición del paradigma de la evolución

Sin embargo, el paradigma de la evolución ha ido ganando terreno de manera constante durante los últimos dos siglos. En el siglo XVIII, los avances sociales, artísticos y científicos se vieron como un proceso progresivo y evolutivo. La Revolución Industrial hizo que este pensamiento calase en la realidad económica en algunas partes de Europa y América. A principios del siglo XIX aparecieron una serie de filosofías evolutivas, y en la década de 1840 surge la teoría del evolucionismo social del marxismo. En este contexto de la teoría de la evolución social y cultural, Darwin propuso su teoría biológica de la evolución, que extendió la visión evolutiva a toda la vida. Todavía no se extendió a todo el universo: Darwin y los neodarwinistas trataron, irónicamente, de adaptar la evolución de la vida en la tierra a un universo estático, o incluso peor, un universo que se pensaba iba camino de una muerte térmica.

Pero todo cambió en 1966 cuando la Física aceptó una Cosmología evolutiva en la que el Universo ya no era algo eterno. En lugar de ello, el Universo se originó en un Big Bang hace 15 mil millones de años y ha evolucionado desde entonces. Así que ahora disponemos de una Física evolutiva. Pero hay que recordar que esta Física evolutiva tiene poco más de 20 años de edad, y las implicaciones y consecuencias del descubrimiento del Big Bang no se conocen completamente.

La Física está empezando a adaptarse a este nueva visión, que desafía una de las suposiciones más fundamentales de la Física desde la época de Pitágoras: la idea de unas leyes eternas. Y tan pronto como surge la idea un universo en evolución, también nos tenemos que enfrentar a una pregunta: ¿qué ocurre con esas leyes eternas de la naturaleza? ¿Dónde estaban la leyes de la naturaleza antes del Big Bang? Si las leyes de la naturaleza existían antes del Big Bang, entonces queda claro que dichas leyes no tienen un carácter físico, sino metafísico. Esto nos obliga a enunciar ese supuesto metafísico que subyace en las idea de unas leyes eternas.

Leyes de la naturaleza, ¿o simplemente hábitos?

Sin embargo, hay una alternativa. La alternativa es que el universo sería algo más parecido a un organismo que a una máquina. El Big Bang recuerda las historias míticas de la eclosión de un huevo cósmico: crece, y a medida que crece se produce una diferenciación interna, algo así como un gigantesco embrión cósmico, en lugar de la máquina eterna de la teoría mecanicista. Con esta alternativa orgánica, podríamos pensar en unas leyes de la naturaleza más bien como hábitos; tal vez las leyes de la naturaleza sean los hábitos del universo, y tal vez el universo tenga memoria.

En muchos de los mitos de la Edad del Bronce, el huevo cósmico del universo fue puesto por la madre-pájaro cósmica. Cuando se abrió comenzaron a existir el tiempo y el espacio. La cultura egipcia lo concibe como el "Huevo del Mundo", o "Huevo Cósmico" , representando la expansión cósmica naciendo desde su Centro, o Inicio del Universo; por eso está también relacionado con el sol, fuente de energía y "corazón del mundo". De modo tal que siendo un símbolo no estático sino de intenso dinamismo, es el hogar de donde parte el movimiento de lo uno hacia lo múltiple, de lo interior hacia lo exterior, de lo no manifestado a lo manifestado.

Hace unos 100 años el filósofo estadounidense C.S. Pierce dijo que si nos tomamos en serio la evolución y pensamos que todo el universo se encuentra en evolución, entonces tendríamos que pensar que las leyes de la naturaleza serían algo parecido a unos hábitos. Esta idea fue algo bastante común, sobre todo en los Estados Unidos, y fue expuesta por William James y otros filósofos estadounidenses, y muy discutida hacia finales del siglo XIX. En Alemania, Nietzsche fue más lejos al sugerir que las leyes de la naturaleza están sometidas a la selección natural: quizás hubiera muchas leyes en la naturaleza, pero sólo unas cuantas se habrían mantenido. Por lo tanto, el universo que vemos tendría unas leyes que han evolucionado por selección natural.

Los biólogos también se inclinaron hacia una interpretación de los fenómenos en términos de hábitos. El más interesante de tales teóricos quizás sea el escritor inglés Samuel Butler, cuyas obras más importantes fueron Vida y Hábito (1878) y La memoria inconsciente (1881). Butler sostuvo que la totalidad de la vida implicaba una memoria inconsciente inherente: los hábitos, los instintos de los animales, la forma en que se desarrollan los embriones, todo ello refleja un principio básico de una memoria inherente a la vida. Incluso propuso que debía haber una memoria inherente en los átomos, las moléculas y los cristales. Por lo tanto, todo esto nos habla de una biología que se vio en términos evolutivos a finales del siglo XIX. Sólo es a partir de 1920 cuando se asienta el pensamiento mecanicista y adquiere un dominio absoluto sobre el pensamiento biológico.
Parte 2- la causación formativa, ADN y el alma de la vida