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Un nuevo análisis de los datos de la sonda Galileo, de la NASA, realizado por investigadores de las Universidades de California y Michigan, ha revelado que bajo la superficie de Io, una de las más enigmáticas lunas de Júpiter, existe todo un "océano" de lava fundida. El hallazgo, publicado esta semana en
Science, es la primera confirmación directa de la exstencia de una capa de magma en Io y explica por qué es el objeto con más actividad volcánica de todo el Sistema Solar.
"El océano de magma de Io -explica Krishan Khurana, director de la investigación- conduce la electricidad millones de veces mejor que las rocas que normalmente se encuentran bajo la superficie de la Tierra. Y de la misma forma en que las ondas de un detector de metales en un aeropuerto rebotan contra las monedas que llevamos en el bolsillo y revelan su presencia, el campo magnético de Júpiter, en permanente rotación, rebota continuamente en las rocas fundidas del interior de Io. Y esa señal rebotada puede ser detactada por el magnetómetro de una nave que pase por allí".
Según este investigador, "los científicos estan muy excitados por el hecho de que por fin hayamos comprendido de dónde procede el magma de Io y también porque tengamos una explicación a las misteriosas firmas que observamos en los datos del campo magnético recogidos por la Galileo. Sabemos que Io emite continuamente una señal en el campo magnético en rotación de Júpiter. Una señal que encaja con la que esperaríamos que emitieran rocas total o parcialmente fundidas bajo su superficie".
Los volcanes de Io son los únicos (además de los de la Tierra) activos en todo el Sistema Solar. Pero Io produce cada año más de cien veces la cantidad de lava expulsada por todos los volcanes terrestres juntos. En nuestro planeta, esa producción de lava se localiza en determoinados "puntos calientes", como el "Círculo de fuego" en el Océano Pacífico. Pero en Io los volcanes están repartidos a lo largo de toda su superficie. Lo que sugiere la existencia de un océano global de magma situado entre los 30 y los 50 km bajo su corteza sólida.
Se ha sugerido que tanto la Tierra como la Luna tuvieron océanos parecidos de magma hace miles de millones de años, cuando se formaron, pero hace mucho que se enfriaron. Ahora, el peculiar vulcanismo de Io puede explicar cómo funcionan los volcanes y ayudarnos a comprender lo que sucedió en nuestro planeta en su juventud.
Los volcanes de Io fueron vistos por primera vez en 1979, por la sonda Voyager. Y estudiados después por la Galileo, que llegó a Júpiter en 1995 y que la NASA "suicidó" voluntariamente en 2003, haciendo que se precipitara contra la atmósfera del planeta gigante del Sistema Solar. Fue precisamente en las fases finales de su misión (en sobrevuelos realizados en Io en octubre de 1999 y 2000) cuando aparecieron las inexplicables firmas en los datos del campo magnético de la luna joviana.
"Pero en aquél momento -explica Xianzhe Jia, de la Universidad de Michigan y coautor del estudio de
Science- los modelos de interacción entre Io y el inmenso campo magnético de Júpiter (que baña literalmente a la luna con partículas cargadas) no eran lo suficientemente sofisticados como para comprender lo que estaba sucediendo en el interior de Io".
Ahora, sin embargo, los nuevos test llevados a cabo sobre aquellas misteriosas firmas son consistentes con la presencia de lerzolita, una roca ígnea rica en silicatos de magnesio y hierro y de la que se han recabado muestras, por ejemplo, en Suecia. Los datos indican que el magma de Io se encuentra a una profundidad comprendida entre los 30 y los 50 Km. y que esa capa puede suponer, por volumen, por lo menos el 10% del total del manto de esa luna de Júpiter. La temperatura de ese océano subterráneo de lava se ha estimado en unos 1.200 grados centígrados.
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