Los antibióticos son un tipo de fármacos que actúan matando las bacterias que ocasionan una enfermedad. En este sentido, su utilización es necesaria, siempre y cuando no se abuse de ellos. Cuando esto sucede, pueden aparecer efectos secundarios adversos como la diarrea o la candidiasis. Asimismo, el uso excesivo de antibióticos también puede ocasionar problemas digestivos, dificultades respiratorias, trastornos en la piel o reacciones alérgicas.
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Por ello, una buena forma de combatir las consecuencias adversas del uso de antibióticos es tomando probioticos mientras se realiza un tratamiento de estas características.

Cuando realizamos un tratamiento con antibióticos no solo destruimos las bacterias nocivas de nuestro organismo, sino que también aniquilamos aquellas que son beneficiosas. Por este motivo, muchas veces el consumo de antibióticos genera la aparición de otras cepas patógenas que generalmente son más resistentes.

Los efectos negativos de los antibióticos varían en función del tiempo del tratamiento y de las dosis. Normalmente, los efectos producidos son reversibles, aunque éstos pueden generar cambios permanentes en el organismo si los tratamientos con este tipo de fármacos son muy frecuentes. Además, en el caso de los bebés con pocos meses de vida, el consumo de antibióticos puede generar cambios en los mecanismos de respuesta del sistema inmunitario.

Los beneficios del consumo de probióticos para nuestra salud

Con el objetivo de revertir los daños ocasionados por un tratamiento con antibióticos, lo más recomendable es consumir productos probióticos, cuya composición cuenta con organismos vivos que ayudan a fortalecer la mucosa agredida. Por esta razón, siempre que se tomen antibióticos, es aconsejable acompañar el tratamiento con probióticos, tanto en el caso de adultos como de niños pequeños.

Igualmente, además del consumo de probióticos, también es muy beneficioso reforzar sus efectos con preparados prebióticos o alimentos fermentados como pueden ser, por ejemplo, el kéfir o el yogur. En este sentido, el mantenimiento de una dieta sana y equilibrado es un factor muy destacable a la hora de mantener nuestro organismo en perfectas condiciones y preparado para los daños que pueda generar un posible tratamiento con antibióticos.

Elegir la cepa correcta

Antes de empezar a consumir probióticos, es importante saber que no todos son iguales por lo que será fundamental acertar con la cepa que más beneficios implique para tu salud. Por ejemplo, si se toman probióticos para reforzar el estado de salud pero en realidad no se necesita combatir las consecuencias negativas de ningún tratamiento, se podrá optar por los lactobacillus o los bifidobacterium, consumiéndolos siempre en pequeñas cantidades.

Asimismo, para reequilibrar la flora intestinal, las mejores cepas son las lactobacillus acidophilus o lactobacillus casei. Por el contrario, si lo que se busca es frenar los problemas de diarrea asociados a un tratamiento con antibióticos, las cepas de saccharomyces boulardii son las más recomendables.

Por su parte, las infecciones vaginales suelen encontrar en los probióticos lactobacillus acidophilus sus mejores aliados. Igualmente, para frenar las molestias intestinales ligadas al estrés y la ansiedad, los probióticos lactobacillus plantarum y los probióticos bifidobacterium bifidum son los más poderosos a la hora de recuperar el equilibrio de la microbiota.