El elegante coche negro con chófer de Ronald Reagan aparcó en la cuneta, bajó la ventanilla tintada e hizo una seña a Lance Weller, autor de la novela Wilderness, para que se subiera. El difunto presidente llevó a Weller a una tienda de cómics que tenía todos los volúmenes que siempre había querido Weller, pero antes de poder comprarlos, Reagan le birló la cartera y escapó por la puerta.
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© Deirdre BarrettDeirdre Barrett, una profesora de psicología de la Universidad de Harvard que estudia los sueños, hizo esta ilustración de un sueño reciente que tuvo sobre la COVID-19.
Obviamente, Weller estaba soñando. Él es una de las muchas personas del mundo (como las más de 600 que participaron en un estudio) que dicen estar experimentando un fenómeno nuevo: sueños pandémicos.

Durante mucho tiempo, la ciencia ha sugerido que las emociones y el contenido de los sueños están vinculados al bienestar cuando se está despierto. Los sueños raros cargados de simbolismo permiten que algunos soñadores superen recuerdos intensos o factores fisiológicos estresantes del día a día dentro de la seguridad de su subconsciente. Por otra parte, las pesadillas pueden ser señales de alarma sobre inquietudes que, de lo contrario, podríamos no llegar a percibir cuando estamos despiertos.

Con cientos de millones de personas aisladas en sus casas durante la pandemia de coronavirus, algunos expertos en sueños creen que alejarnos de nuestros entornos habituales y estímulos cotidianos ha provocado una falta de «inspiración» y obligado a nuestras mentes subconscientes a recurrir en mayor medida a temas del pasado. En el caso de Weller, su obsesión con los cómics se sumó a sus consultas constantes de publicaciones políticas en Twitter y de ese modo inventó una escena surrealista que interpretó como un comentario sobre las preocupaciones políticas del mundo.

Al menos cinco equipos de investigación de instituciones de varios países han tomado muestras de sueños como el de Weller y uno de sus hallazgos es que los sueños pandémicos están influenciados por el estrés, el aislamiento y los cambios de los patrones de sueño, un remolino de emociones negativas que los distingue de los sueños típicos.

«Normalmente, usamos el sueño REM y los sueños para gestionar sentimientos intensos, sobre todo los negativos. Es obvio que esta pandemia genera mucho estrés y ansiedad», afirma Patrick McNamara, profesor adjunto de neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston que es experto en sueños.

Desinhibición emocional

Según McNamara, las reacciones y las señales neurobiológicas que producen los sueños son similares a las que generan las drogas psicodélicas. Estas drogas activan los receptores nerviosos llamados serotonina 5-HT2A, que a su vez apagan una parte del cerebro denominada corteza dorsolateral prefrontal. El resultado se conoce como «desinhibición emocional», un estado en el que los sentimientos inundan la consciencia, sobre todo durante la fase de sueño REM (que quiere decir movimientos oculares rápidos), durante un sueño típico.

Aunque estos procesos ocurren cada noche, la mayoría no suele recordar sus sueños. Vivir la pandemia de coronavirus podría estar cambiando esto debido al aumento del aislamiento y el estrés, que influyen en el contenido de los sueños y permiten que algunas personas los recuerden. Por otra parte, la ansiedad y la falta de actividad disminuyen la calidad del sueño. Los episodios breves durante los que nos despertamos, llamados parasomnias, están vinculados a recordar los sueños. Los recuerdos y las emociones latentes del día también pueden influir en el contenido de los sueños y en la propia respuesta emocional dentro del sueño.

Según un estudio en curso del Centro de Investigación en Neurociencia de Lyon iniciado en marzo, la pandemia de coronavirus ha provocado un aumento de un 35 por ciento de la rememoración onírica entre los participantes y los encuestados indican que los sueños negativos han aumentado un 15 por ciento más de lo normal. Otro estudio impulsado por la Asociación Italiana de Medicina del Sueño está analizando los sueños de los italianos confinados durante el brote. Muchos de los sujetos tienen pesadillas y parasomnias que concuerdan con los síntomas del trastorno por estrés postraumático.

«Como era de esperar, cuando hace unos años estudiamos a los supervivientes del terremoto de L'Aquila de 2009, descubrimos que los trastornos del sueño y las pesadillas dependían estrictamente de la proximidad al epicentro. En otras palabras, el mapa sísmico se solapaba casi siempre con el de perturbaciones del sueño», explica Luigi De Gennaro, profesor de psicología fisiológica de la Universidad de Roma que trabaja en el estudio italiano.

Los resultados de la investigación actual de De Gennaro y otros trabajos como el estudio de Lyon sugieren que las personas más cercanas al peligro de la pandemia (los trabajadores sanitarios, quienes viven en epicentros y quienes tienen familiares afectados) tienen una mayor probabilidad de tener sueños influidos por el brote.

Superar las pesadillas

Varios estudios han demostrado que las actividades que hacemos estando despiertos crean un carrete de diapositivas con recuerdos que influye en el contenido de nuestros sueños. Las emociones arrastradas durante el día pueden influir en nuestros sueños y en cómo nos sentimos dentro del propio sueño. Reducir o restringir las fuentes de recursos cotidianos (al pasar la cuarentena solos) podría limitar el contenido de los sueños o provocar que el subconsciente busque recuerdos más profundos.

Puede parecer obvio, pero un equipo de investigadores finlandeses ha respaldado científicamente la idea de que la paz mental genera un «efecto de sueño positivo», en el que las personas se tienen bien por lo que ha pasado en sus sueños. En cambio, sus datos demuestran que la ansiedad se vincula a «un efecto de sueño negativo», que da pie a sueños terroríficos o desagradables.

Deirdre Barrett, profesora adjunta de psicología en la Universidad de Harvard y autora de The Committee of Sleep, ha recopilado y analizado sueños de supervivientes de acontecimientos traumáticos como los ataques a las Torres Gemelas del 11-S. Barrett ha determinado que los sueños en los que se procesan traumas tienden a seguir dos patrones: o bien hacen una referencia directa o reviven una versión del acontecimiento traumático, o son sueños fantasiosos con elementos simbólicos que sustituyen el trauma.

En la última muestra de sueños de coronavirus de Barrett, que empezó a recopilar en marzo con esta encuesta, algunos participantes indicaron haber soñado que se contagiaban o que morían con el virus. En otro conjunto de sueños recopilado por Barrett, los participantes remplazaban el miedo al virus con un elemento metafórico, como bichos, zombis, desastres naturales, figuras sombrías, monstruos o asesinos de masas.

«Salvo por los [sueños de] los trabajadores sanitarios, no observamos imágenes visuales vívidas de personas con dificultades para respirar en el ventilador mecánico», afirma Barrett. «El virus es invisible y creo que por eso se ha transformado en tantas cosas diferentes».

Pese a su variedad, lo que sí tienen en común los sueños pandémicos es lo raros que les resultan a los participantes de los estudios. «Podría ser uno de los mecanismos que usa el cerebro dormido para inducir la regulación emocional», afirma Perrine Ruby, investigador del Centro de Investigación en Neurociencias de Lyon.

Para quienes tienen pesadillas por el coronavirus, hay cada vez más evidencias de que las denominadas «técnicas de dominio de los sueños» pueden mitigar su sufrimiento.

Cuando Barrett trabaja con pacientes para que «guionicen» sus propios sueños, suele preguntarles qué cambiarían de la pesadilla. Cuando un paciente averigua la nueva dirección de su sueño, puede escribirlo y ensayarlo antes de irse a la cama. Estos guiones oscilan de las soluciones mundanas, como luchar contra los atacantes, a escenarios más «oníricos», como reducir al atacante al tamaño de una hormiga.

Según Ruby, si se quiere obtener algo de control sobre las pesadillas, centrarse en lo «extraño» puede ser de gran ayuda. «Cambiar de contexto — las leyes de la física y todo eso — podría cambiar la perspectiva [y] proponer otro ángulo, un cambio en la comprensión que podría contribuir a cambiar o minimizar las emociones».