En una conversación entre adultos, los hablantes tienden a mirarse mayoritariamente a los ojos cuando hablan su lengua materna. No sucede lo mismo cuando se intenta entender a una persona que habla en una segunda lengua (L2), por ejemplo, si un castellanoparlante habla con alguien en inglés. En este caso, según demuestra un estudio de la UB (Catalunya, España) recientemente publicado en Language, Cognition & Neuroscience, se atiende a la boca del hablante para reforzar la comprensión, y lo hacen así tanto los aprendices con un nivel bajo como quienes tienen un dominio elevado de la L2. La conclusión de este estudio es especialmente relevante en la actualidad debido al uso generalizado de mascarillas, y sugiere que dicho uso podría perjudicar la comprensión del habla, no solo a las personas con problemas auditivos -como ya se ha comentado en los medios-, sino también a todas aquellas que viven en un país extranjero o que en su día a día necesitan comunicarse en una lengua no nativa.

mouth lips
El trabajo está firmado por Joan Birulés, doctorando del Departamento de Cognición, Desarrollo y Psicología de la Educación de la Universidad de Barcelona, ​​junto con los investigadores de la Facultad de Psicología de la misma universidad Ferran Pons y Laura Bosch, en colaboración con David Lewkowicz (Haskins Laboratories, Estados Unidos).

Para llevar a cabo el estudio se grabó en vídeo a una chica trilingüe (madre catalana, padre inglés) mientras contaba historias cotidianas de un minuto en catalán, castellano e inglés. Con un dispositivo de seguimiento visual, se registró la mirada de estudiantes universitarios de Barcelona y de Boston mientras veían los vídeos, y posteriormente se extrajo el tiempo de atención visual en la zona de la boca y de los ojos de la hablante. «Hicimos el estudio en dos lugares lingüísticamente distintos para poder descartar un posible efecto específico de los idiomas usados ​​(para los estudiantes de Barcelona, la L2 es el inglés, y para los de Boston, el catalán y el castellano). Así, pudimos atribuir las diferencias encontradas a estar escuchando una lengua materna o una segunda lengua, y no a las características del idioma en sí», explica Joan Birulés.

analysis boca
Mapa de calor que representa la media de la mirada de un participante ejemplar, mientras observa un video de una chica hablando en sus lenguas nativas (catalán y castellano, a la izquierda y en el medio) y en una no-nativa ( inglés, derecha). El color rojo-rosado representa la concentración máxima de miradas, mientras que el azul cielo representa la mínima. Se puede observar como el participante mira más la boca y menos los ojos en la condición de la lengua no nativa (inglés). (Foto: U. Barcelona)

En un primer experimento, se comprobó que los estadounidenses miraban más la boca cuando veían los vídeos en catalán y castellano -idiomas en los que no tenían competencias — que cuando los veían en su lengua nativa, el inglés. Del mismo modo, los estudiantes de Barcelona (que prácticamente no sabían inglés) miraban más la boca cuando veían el vídeo en inglés que cuando lo hacían en catalán o castellano.

Una vez demostrado que, efectivamente, los adultos con muy bajo nivel de una lengua no nativa miraban más la boca para intentar entenderla, se pasó a explorar el objetivo principal del estudio en un segundo experimento: analizar si la competencia lingüística afecta a la atención a los ojos y la boca del hablante cuando se percibe un discurso en L2. Se eligieron estudiantes de la UB con diferentes niveles de inglés, desde muy bajo hasta muy alto, y se volvió a hacer el experimento inicial, pero en este caso formulando unas preguntas de comprensión después del visionado de las historias, para asegurar que el nivel de los participantes se correspondía con lo que entendían en los vídeos. «Esperábamos que, cuanto mayor nivel de inglés tuvieran los estudiantes y mejor entendieran los vídeos, menos tendrían que mirar la boca. Sin embargo, contra todo pronóstico, todos los estudiantes, por más elevado que fuera su nivel de inglés, llevaron la atención visual hacia la zona de la boca la mitad del tiempo, como sucedía en el primer experimento. Quedaba patente, pues, que incluso los aprendices más avanzados de una segunda lengua se siguen apoyando en las pistas audiovisuales de la boca para ayudarse a entenderla», puntualiza Birulés.

En estudios anteriores ya se había demostrado que, cuando hay ruido o cuesta entender el mensaje, ver la cara del hablante ayuda a comprender el habla. En estas situaciones se pone toda la atención en el hablante y se procura verle la boca con el fin de integrar las pistas visuales, como los movimientos articulatorios que encajan temporal y acústicamente con los sonidos que se escuchan.

Las conclusiones de este estudio sugieren que, efectivamente, se utilizan las pistas audiovisuales de la boca para ayudar a comprender mejor el mensaje. «Los resultados obtenidos no solo confirman que la atención a la boca de un hablante aumenta siempre que el procesamiento de la voz sea más difícil, sino que ponen de relieve que eso también sucede en el caso de hablantes de segundas lenguas, independientemente de su competencia», concluye Birulés.