Traducido por el equipo de sott.net

Lo realmente asombroso de la campaña de Elon Musk para limpiar el nido de ratas entre bambalinas de Twitter es que es la única figura de autoridad del país que se ha atrevido a actuar contra la impúdica y despiadada cancelación por la degenerada izquierda política de todo lo que mantenía unida la realidad consensuada de Estados Unidos.
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© Twitter/Justin Sullivan/Getty Images
Piénsenlo: todos los presidentes y decanos de universidades, todos los directores generales de empresas, todos los jueces, todos los gobernadores, alcaldes y jefes de agencias, todos los editores de noticias y productores de redes que no hicieron ni dijeron nada sobre la demolición al por mayor de las verdades, valores y principios llevada a cabo por los maníacos jacobinos woke bajo su vigilancia. Y lo que es más atroz: todos ellos fingieron no darse cuenta de la cobarde inacción y del silencio de los demás.

Y ahora, el Sr. Musk da un golpe casi todos los días, y con una despreocupación asombrosa, como si su esfuerzo por volver a encender la libertad de expresión fuera lo más evidentemente natural que cualquier responsable podría intentar hacer. Y seamos sinceros: sea cual sea el origen de Twitter, por muy aparentemente trivial que sea esta aplicación de Internet de charla social, se ha convertido en un escenario esencial para la discusión pública, especialmente cuando los antiguos líderes del negocio de noticias en Estados Unidos se desanimaron y empezaron a vender rutinariamente todo tipo de mentiras sobre los asuntos públicos que importaban (y mientras esto ocurría, Twitter se convirtió durante varios años en el facilitador y principal ejecutor de la falsedad programada de los medios dominantes).

Hasta ahora, es difícil reprochar la actuación del Sr. Musk a poco menos de un mes de haber tomado la propiedad de Twitter. Actuó rápidamente para encontrar el foco de podredumbre de la empresa, y barrió a miles de pequeños censores tiranos que competían por puntos de brownie woke aplastando la libre investigación. Explicó sus acciones con claridad, sin adornos, en el propio formato conciso de Twitter. Expuso sus propias dudas y dilemas sobre una junta de moderación para establecer límites responsables de imparcialidad. Sometió a votación importantes cuestiones de procedimiento, como la amnistía general propuesta ayer para las cuentas suspendidas. Hizo todo esto con un humor irónico basado en una apreciación de lo absurda que se ha vuelto la cultura interna de Twitter.

También ofreció una visión sucinta y aparentemente honesta de cómo iba su campaña con el trasfondo de nuestra desordenada condición nacional, e interesantes reflexiones sobre el propio desorden:
"Los medios de comunicación dominantes seguirán prosperando, pero el aumento de la competencia de los ciudadanos hará que sean más precisos, ya que su oligopolio de la información se ha interrumpido".

"SBF [Sam Bankman-Fried de FTX] es altruismo ineficaz, pero pensaron que decía que era altruismo eficaz. Un fácil malentendido".
Es difícil exagerar lo perjudiciales que han sido para este país los oscuros años en los que Twitter ha manipulado insidiosamente la opinión pública. El debate abierto podría haber aclarado la niebla de desinformación deliberada que rodea todo lo relacionado con la Covid-19. Habría sido mucho más difícil para los funcionarios de salud pública hacer luz de gas a Estados Unidos sobre el origen de la enfermedad, y probablemente imposible ocultar las nefastas operaciones detrás de la Autorización de Uso de Emergencia, la supresión de tratamientos tempranos eficaces y los vínculos directos con los beneficios de las compañías farmacéuticas. El resultado de todo ello ha sido el amplio despliegue de peligrosas y mortales pseudovacunas que han matado a millones de personas y han incapacitado a muchas más. La ausencia de un debate honesto ha convertido a los médicos en asesinos y cómplices del genocidio.

El alcance de este crimen burocrático está en realidad fuera de la experiencia de la mayoría de los estadounidenses, que nunca imaginaron que sus líderes elegidos y designados actuaran contra ellos con tan rancia deshonestidad, crueldad y mala fe. Pero ahí está. Y si Twitter sigue abriéndose, es más probable que los responsables rindan cuentas.

Del mismo modo, el ahora omnipresente programa kafkiano de persecución política llevado a cabo contra los ciudadanos por los funcionarios del gobierno, incluidos los numerosos planes sediciosos del RussiaGate, la continua y creciente picaresca en torno a las elecciones, y el uso del FBI y del Departamento de Justicia como aparato combinado de policía secreta y tribunal canguro.

Pueden añadir a esa turbiedad, la salvaje irresponsabilidad de la política de fronteras abiertas de "Joe Biden", nuestra idiota provocación a Rusia en Ucrania, la entrega de la soberanía nacional de Estados Unidos a la cábala globalista del Gran Reinicio y sus herramientas en la Organización Mundial de la Salud, y la campaña doméstica de los jacobinos woke para desordenar sexualmente las vidas de los niños estadounidenses.

Creo que Elon Musk tiene razón: los principales medios se enfrentarán ahora a un escenario en donde se les señalará por sus mentiras habituales. Ya se puede ver cómo el Washington Post y la CNN intentan hacer pequeños cambios en su cobertura de los acontecimientos, en los que duplican sus esfuerzos para encubrir las mentiras pasadas con la esperanza de que el público no se dé cuenta de su existencia.

Hasta ahora, nada se ha enfrentado con tanta firmeza como la reforma de Twitter por Elon Musk a la cruzada de izquierdas para cambiar la vida de los estadounidenses. Parece que está funcionando. Los ofendiditos están actuando como una banda en huida. Pronto se delatarán entre ellos para salvar el pellejo. La realidad es una amante dura cuando te has pasado años insultándola y maltratándola.
Sobre el autor:

James Howard Kunstler es autor de muchos libros, entre ellos (no ficción) La geografía de ninguna parte, La ciudad en la mente: Notas sobre la condición urbana, A casa desde ninguna parte, La larga emergencia y la serie de cuatro libros de novelas El mundo hecho a mano, ambientadas en un futuro estadounidense posterior a la crisis económica. Su libro más reciente es Vivir en la larga emergencia; Crisis global, el fracaso de los futuristas y los primeros adaptadores que nos muestran el camino que seguir. Jim vive en una finca en el condado de Washington, Nueva York, donde cultiva su jardín y está en comunión con sus gallinas.