Traducido por el equipo de sott.net
3 frogs
© blog.buildllc.comComo ranas en agua hirviendo...
"Queremos salvar el planeta, y la vida en él, pero no estamos dispuestos a pagar el precio y soportar las consecuencias. Así que nos inventamos una narrativa que nos hace sentir bien y corremos con ella".

- Raúl Ilargi Meier
Dudo que haya otra época en la historia de la civilización occidental en que las fuerzas en movimiento sobre la sociedad fueran tan desconcertantes para aquellos sobre los que estas actúan. ¿No es especialmente irritante que esto sea así en una época en la que la práctica científica racional ha descifrado tantos secretos de la naturaleza? ¿Acaso ese proyecto finalmente fracasó? ¿Ha sido derrotada la Ilustración? ¿Cómo nos hemos quedado atrapados, como ranas cocinándose desdichadamente en nuestra propia agua del estanque?

He resumido estas fuerzas en cuatro corrientes manifiestas de la más pura maldad aparente, es decir, acontecimientos infamemente manejados con la intención de perjudicarnos. Seguramente todos están relacionados de alguna manera. Intentemos desmitificarlos para entender a qué nos enfrentamos.

Primero: Covid-19. ¿Cómo es que no sabemos a ciencia cierta cómo llegó este organismo al mundo, ni entendemos lo que sucedió después? Respuesta: la gente que lo originó en el laboratorio de Wuhan ha estado ocupada cubriendo sus traseros durante tres años, y con éxito. Sin embargo, sabemos exactamente lo que hicieron Anthony Fauci, Francis Collins, Peter Daszak, Ralph Baric y otros. Tan sólo el rastro en la correspondencia y las patentes ya es claro. Sólo que no parece que podamos hacer algo al respecto.

Tampoco sabemos todavía por qué lo hicieron, pero hay suposiciones plausibles. Tal vez el Dr. Fauci quería culminar su larga y accidentada carrera con un último triunfo heroico: la introducción de las vacunas a base de ARNm salvadoras del mundo - de paso, una gran bendición financiera para él mismo y para la industria farmacéutica a la que servía en secreto. Como todo en lo que trabajó Fauci durante cuarenta años, este experimento acabó en desastre: una enfermedad Frankenstein que persiste en la población y vacunas que mutilan y matan a la gente. ¿Cómo se salieron con la suya Fauci y compañía? He aquí cómo:

Dos: la guerra del gobierno contra sus propios ciudadanos. Yo la dataría, para simplificar, en la campaña del DOJ y el FBI para derrocar a Donald Trump, a partir de 2016, por el crimen de ganar las elecciones. Lo que comenzó como la broma de la colusión con Rusia se transformó en el RussiaGate, otra extravagancia para cubrir el culo en la que los funcionarios públicos se dieron permiso para mentir sobre todo lo que estaban haciendo. Personajes como James Comey, Andrew McCabe y el grupo de chicas de Barack Obama en la Casa Blanca -por nombrar sólo a algunos de los muchos participantes- también consiguieron enganchar a los medios de comunicación dominantes bajo la suposición de que ellos eran los chicos buenos que luchaban contra un supervillano repugnante y asqueroso, lo que llevó a la prensa a aceptar todas las mentiras del FBI y del Departamento de Justicia, y también a encadenar a los medios de comunicación en una espiral interminable de encubrimiento de traseros en la que todavía están atrapados.

Resultado final: todos los involucrados entendieron que no había que rendir cuentas por sus actos malvados ni por mentir sobre ellos, y eso se convirtió en una licencia de uso general para que todos en la vida pública mintieran sobre todo y sobre cualquier cosa, incluso el Dr. Fauci y sus colegas, que observaron cómo se desarrollaba el RussiaGate durante cuatro años antes del debut del Covid-19. Esta licencia para actuar mal y mentir sobre ello se hace extensible, por cierto, a la épica farsa electoral llevada a cabo de manera programada por el brazo Lawfare del Partido Demócrata en 2020 y 2022, y a la instalación de un falso presidente.

Tres: Wokery, la campaña marxista para desordenar la sociedad con el fin de derrocar las instituciones existentes y sustituirlas por una dictadura utópica de los oprimidos interseccionales -también conocida como La venganza de los Perdedores-. Su táctica principal es la de normalizar las enfermedades mentales. La wokería se describe a menudo como un nuevo tipo de religión, pero eso se debe principalmente a que todas sus proposiciones y principios son irracionales, como es característico de todas las religiones. Además, como en muchas religiones, la wokería en la práctica está preocupada de la coerción y el castigo -lo que es natural para un movimiento basado en la venganza- y a menudo hasta un grado sádico. Se ríe de la idea de la redención. Sus adversarios nunca son perdonados, sino que reciben castigos adicionales por pedirlo.

El misterio aquí es cómo el wokismo fue incorporado al sistema operativo del Partido Demócrata. La respuesta es que el partido necesitaba algo que sustituyera a su antiguo corpus de trabajadores industriales organizados, que se había ido con los vientos del globalismo, por lo que puso en valor las variadas categorías de los enfermos mentales, los permanentemente oprimidos y diversas personas que se habían convertido en rehenes económicos de su corrupto sistema de pagos y subvenciones. Por encima de ese grupo variopinto de locos reinaba una aristocracia de la llamada élite cognitiva, gente de virtud indiscutible, profesores universitarios, la clase creativa, la esfera con credenciales (súper-ocupados en mostrar sus buenas intenciones a sus vasallos para mantenerlos a raya).

La wokería, como pueden haber notado, es también una "religión" dominada por las mujeres, y por una cepa particular de mujeres: las que se quedaron muy decepcionadas por las promesas del feminismo en sus múltiples iteraciones, es decir, el ideal de tener carreras brillantes sin familia ni hijos- produciendo una rabia implacable, incipiente y contagiosa contra el mundo y un deseo feroz de castigar a los que no están tan bien dispuestos hacia el dogma woke. Así que no es de extrañar que gran parte de ese dogma emanara de los departamentos de humanidades de las universidades a las que acudían esas intelectuales feministas arribistas y donde maceraban en sus decepciones. Así, también, su avatar: la siempre despiadada y diabólica Hillary Clinton, en constante búsqueda de compensación por las pérdidas de su vida. Hillary nos conduce al escenario mundial, y a...

Cuatro, la más misteriosa de las cuatro maldiciones: el Globalismo, representado por el Foro Económico Mundial (FEM), dirigido por el cuasi-cómico Klaus Schwab. Supuestamente -y no puedo respaldar esta proposición- esto es la fachada para alguna cábala de exaltados banqueros y oligarcas internacionales, los proverbiales Rothschilds y Rockefellers, Soros y Bill Gates y sus diversos subalternos. Hay ciertamente mucho dinero en juego y, como dice el viejo refrán, el dinero habla y la mierda camina. También hay una tonelada de rumores sobre esta misma cábala centrada en torno a un culto satánico de pederastia.

Yo tampoco sé nada de esto. Me parece una locura. Y sin embargo, ¿cómo se explican las actividades de Jeffrey Epstein, y cómo se salió con la suya hasta que fue liquidado delante de las narices del Fiscal General Bill Barr? ¿Cómo explicar el endiosamiento de los transexuales por parte de los responsables de la cultura y la política? Uno tiene que atreverse a condenar insultos tan escandalosos para la moral humana como la hora de los cuentos de Drag Queen (NdE: Drag Queen Story Hour, en inglés).

La hipótesis es que el módulo de sexo satánico está relacionado con el proyecto de transhumanismo del FEM: diseñar una súper-raza que administre y disfrute de los beneficios de la vida en la tierra como un género hermafrodita nunca antes visto, y que toda la retorcida sexualidad performativa que se exhibe es sólo un adelanto de eso, para ablandarnos. Sin embargo, lo que es más relevante es la idea de que esta élite del FEM gobernará un planeta de esclavos de orden inferior (nosotros), para extraer su litio y mezclar sus bebidas. Y junto con eso está la muy mencionada narrativa de que el FEM busca reducir severamente la población humana actual de la tierra. No estoy totalmente de acuerdo con la creencia de todo esto, sólo digo que todo está "ahí fuera" y, aunque parezca una locura, es difícil de explicar.

Excepto de esta manera. Los lectores saben que he expuesto mi punto de vista personal sobre el colapso de la sociedad tecno-industrial con la denominación de "La Larga Emergencia". Mi propia convicción es la siguiente: que la aprensión general de tal acontecimiento, ahora en curso, ha generado entre la ciudadanía un terror tal que ha enloquecido a la sociedad. (La Formación de Masas es una interpretación relacionada, en la que no es necesario entrar aquí).

Supongo que esto ha ocurrido con la mayoría de las otras civilizaciones que se tambalearon y cayeron. La más conocida para mí -porque escribí sobre ella en La Ciudad en la Mente (2001)- es la psicosis que se apoderó de los aztecas entre 1519 y 1521. Es la anécdota más extraña de lo que conozco de Historia. La civilización azteca apenas tenía doscientos años. La gran ciudad-estado de Tenochtitlan había crecido rápidamente hasta alcanzar el millón de habitantes cuando Hernán Cortés y Compañía, en representación de la España de la Inquisición, entraron en escena. Cortés, con su reluciente casco de acero, era la personificación de la deidad en jefe de los aztecas, Huitzilopochtli, su dios del sol, y de la narrativa teológica que lo acompañaba: que Huitzilopochtli regresaría al mundo desde cualquier otro lugar donde reposaran los dioses y lo destruiría todo. De hecho, eso es exactamente lo que el Señor Cortés y sus pocos cientos de soldados procedieron a hacer con un millón de aztecas y su cultura.

Pero durante los dos años que Cortés permaneció entre ellos, los aztecas se volvieron locos intensificando su antes modesto programa de sacrificios humanos -unos cuantos desventurados prisioneros de vez en cuando- hasta llegar a un fantástico baño de sangre ritual en masa, cortando los corazones de cientos a la vez en lo alto de su gran pirámide para propiciar a Huitzilopochtli y persuadirle, mediante una representación de sangrienta devoción, de que no acabara con su mundo. El que de todos modos se acabó, aunque otro mundo (posiblemente no mejor) ocupó su lugar: México.

Este es el tipo de locura humana masiva periódica que veo en las Cuatro Maldiciones que ahora andan sueltas por el mundo mientras la Civilización Occidental tambalea. El problema es que, habiendo sustituido nuestros dioses por la ciencia, no tenemos ninguna deidad a la que propiciar. Sólo interminables hipótesis de lo que está por venir.