El primer ministro podría haber coordinado la agresión de Hamás para justificar una incursión sobre Gaza, en un contexto de crisis política de su gobierno.
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El 31 de agosto de 1939, un grupo de soldados alemanes vestidos con uniformes polacos atacó la estación de radio alemana en Gleiwitz, una ciudad en la región de Silesia. Se hicieron pasar por fuerzas polacas y transmitieron un mensaje anti-alemán en la estación de radio. Este ataque simulado fue parte de una serie de incidentes similares a lo largo de la frontera germano-polaca.

La operación de falsa bandera en Gleiwitz fue utilizada por el régimen nazi como una justificación para la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939. Hitler alegó que Polonia había atacado a Alemania, y, en respuesta, las fuerzas alemanas invadieron Polonia, marcando el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Ese es el ejemplo más claro de una operación de falsa bandera. Esta táctica se utiliza para crear una justificación pública y política que permita legitimar una ofensiva militar. Busca lograr apoyo interno y externo ante una agresión que, de otro modo, sería vista como injustificada.

Cuando en el sabbat previo a Yom Kippur, las fuerzas de Hamás incursionaron por tierra y aire sobre los territorios controlados por el Estado de Israel, los medios de comunicación occidentales manifestaron sorpresa por la magnitud del despliegue del grupo terrorista, mientras se encolumnaban detrás del primer ministro Netanyahu y la defensa del Estado de Israel.

El contexto histórico y geopolítico fue desplazado por el efectismo de las imágenes que se viralizaban. El foco se ubicó en el drama vivido por la población civil, en detrimento de cualquier análisis serio. Y así, sin mucho esfuerzo, rápidamente se creó un escenario de «buenos y malos», para un conflicto cuya complejidad amerita estudiar a fondo todo el proceso.

Al momento del ataque, Netanyahu atravesaba una crisis política signada por una polémica reforma judicial. Su credibilidad se hallaba en jaque y su gobierno se tambaleaba. En este marco, la incursión de Hamás se convirtió en un cisne blanco que le permitió recuperar la iniciativa política y lograr la unidad con sus opositores.

Cabe preguntarnos, entonces, ¿qué tal si la incursión de Hamás no fue algo preparado y coordinado por el propio Estado de Israel, con Netanyahu a la cabeza? ¿Cómo pudo Hamás vulnerar las impenetrables defensas israelíes y avanzar sobre los territorios ocupados sin que ningún informe de inteligencia lo previera? ¿Cómo resulta posible que un enclave bajo un régimen de apartheid, con un PBI menor al de Haití, movilice un arsenal de cinco mil misiles sin que nadie lo note? ¿Acaso Israel no controla todas las comunicaciones entrantes y salientes de la Franja de Gaza?

La Mossad, la agencia de inteligencia israelí, es una de las tres más importantes del mundo junto a la CIA (Estados Unidos) y la SVR (Rusia). El gasto en defensa de Israel, unos U$24,300 millones, es superior a todo el PBI de Palestina, incluyendo Cisjordania, que orilla los U$18,040 millones. Los israelíes controlan los cruces fronterizos, puertos y aguas territoriales de la Franja de Gaza. Regulan sus importaciones de bienes, especialmente de aquellos productos considerados de «doble uso» que podrían tener aplicaciones militares. Y también ejercen un control sobre las redes de telefonía fija, móvil e internet.

Con estos datos sobre la mesa, cualquier hipótesis sobre posible financiamiento de Irán queda desbaratada. Pero, además, hay que considerar otra cuestión no menor: la Mossad, como cualquier servicio de inteligencia, opera infiltrándose en las organizaciones enemigas. Esto quiere decir que Israel puede tener agentes de inteligencia entre las filas de Hamás con la capacidad de impulsar y coordinar cualquier ataque terrorista, desde adentro.

Cuando se despejan los velos impresionistas, las posibilidades son pocas. De ser la incursión de Hamás una operación de falsa bandera, esto implicaría que estamos ante un genocidio premeditado. Netanyahu declaró que sería implacable con los palestinos. Y que llevaría adelante una política de aniquilamiento de la Franja de Gaza, la cual, luego de la agresión terrorista, todos los sionistas piden a gritos.

Dicha política de aniquilamiento y exterminio ya comenzó. No sólo se trata de bombardeos. El ministro de defensa israelí declaró «Estamos imponiendo un completo asedio a Gaza. [...] Sin electricidad, comida, agua, combustible. [...] Está todo cerrado». Sin electricidad, los hospitales no podrán funcionar ni mantener con vida a las personas electrodependientes. Sin comida ni agua, la población que sobreviva a los bombas, morirá de hambre y de sed.

Pero, para los medios occidentales, todo está justificado. Hasta C5N se unió a la prédica de Netanyahu, entrevistando a sionistas que pedían abiertamente la reducción a cenizas de la Franja de Gaza.

Mientras tanto, si usted es una de las muchas personas que se conmueven con la cobertura que la prensa está haciendo sobre el tema y considera razonable el aniquilamiento de Palestina, deténgase un momento a reflexionar. Tal vez, como en Polonia, el 31 de agosto de 1939, usted esté indignándose con el pueblo exterminado y no con el bando genocida.

Si ese es el caso, tenga cuidado, puede que usted sea un imbécil.