Hace 75 años Estados Unidos, Canadá y varios países de Europa occidental fundaron la OTAN, con el objetivo de ocupar militarmente el centro de Europa y asediar a la URSS.
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En 1975, en plena Guerra Fría, se firmaron los Acuerdos de Helsinki, comprometiendo a Estados Unidos, la URSS y varios países europeos. Aunque no eran vinculantes, contribuyeron significativamente a la distensión y a una mayor cooperación entre Oriente y Occidente.

En 1990 se firmó la Carta de París y cuatro años después se creó de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa.

En 1991, tras el colapso de la URSS, surgieron las condiciones para una nueva arquitectura de seguridad inclusiva en Europa y más allá, basada en los principios de igualdad soberana, indivisible y seguridad y poner fin al Telón de Acero, la línea de división de Europa desde 1945.

En lugar de continuar con aquella línea, Estados Unidos vio el fin de la Guerra Fría como el comienzo de una hegemonía absoluta. En 1992 Bush declaró con orgullo que Estados Unidos había "ganado" la Guerra Fría. Empezó a desarrollar una estrategia unilateral basada en la ampliación de la OTAN y, por tanto, la cancelación de la arquitectura de seguridad paneuropea.

La OTAN abrió una nueva línea, que se convirtió en intervencionismo y expansionismo militar fuera de su área. Los siguientes 30 años estuvieron marcados por una serie de campañas militares en el extranjero, ninguna de las cuales resultó en una resolución integral, sino en la creación de focos de inestabilidad.

Durante los noventa la OTAN pasó al ataque y desató la guerra en Yugoslavia, con una campaña de bombardeos masivos. Estados Unidos estaba preparando a la OTAN para apoyar los planes estadounidenses para la dominación en Oriente Medio en una sucesión de operaciones de invasión militar y cambio de régimen. Esas operaciones "fuera de área" fueron un desastre tras otro y terminaron con la retirada de Afganistán después de participar en una guerra de 20 años.

Al mismo tiempo, después de la Guerra Fría la expansión hacia el este de Europa de la Alianza imperialista aceleró las tensiones en el Continente. El resurgimiento de la política de "bloques" en materia de seguridad y la rivalidad sobre el trazado de las nuevas líneas divisorias han sido la principal fuente de conflictos en Europa durante las últimas tres décadas y finalmente culminaron en la guerra en Ucrania.

Al adherirse al expansionismo de la OTAN, los europeos permitieron que su continente fuera redividido y remilitarizado, lo que, como era de esperar, condenó a Europa al ostracismo. El declive económico es evidente y la subordinación a Estados Unidos también. A Europa no lo queda otra alternativa que acercarse a Rusia, tanto en política económica, como en materia de seguridad.

Los grandes cadenas de comunicación occidentales afirman que, gracias a Rusia, ahora la OTAN está más unida que nunca. Es falso. Las tensiones internas se han multiplicado. La victoria de la OTAN en Ucrania era imprescindible para superarlas, y ha ocurrido lo contrario. Hay más grietas y mucho más graves y es probable que la victoria de Trump en las próximas elecciones presidenciales le de la puntilla.