El conflicto en Ucrania ocupó recientemente los titulares mundiales no sólo por el renovado avance de las fuerzas rusas en el terreno, sino también por una serie de declaraciones, en especial del presidente francés, sugiriendo la posibilidad de enviar soldados de la OTAN para el teatro de operaciones contra Rusia.
Polish army
© AP Photo / Czarek Sokolowski
De hecho, Emmanuel Macron sugirió no hace mucho la movilización de soldados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte para funciones de apoyo y logísticas en el ámbito del conflicto en Ucrania, apelando al resto de Europa a permanecer firme ante la adversidad que enfrenta Occidente en su choque con Rusia.

Estas declaraciones se hicieron en una conferencia de apoyo a Kiev en París y fueron reafirmadas por Macron en entrevistas y reuniones con la Cancillería alemana y el primer ministro polaco poco después. Esta postura agresiva de Francia (uno de los principales miembros de la Alianza Atlántica en Europa) trajo muchas contradicciones entre los distintos miembros de la OTAN, ya que no todos estaban tan entusiasmados con tales planes.

A final de cuentas, lo que Francia buscaba era un enfoque unánimemente consolidado dentro del continente europeo hacia Ucrania, pero lo que logró como resultado fue resaltar las fracturas y las diferencias de opiniones que existían en Europa.

En cualquier caso, a mediados de marzo el llamado Triángulo de Weimar, grupo estratégico formado por Polonia, Alemania y la propia Francia, discutió en Berlín la posibilidad de una política común que involucre cuestiones de seguridad y de futuro, tras el conflicto en Europa del Este. De cierto modo, las tres naciones del Triángulo de Weimar aspiran a una mayor desanglicización de la estrategia de seguridad europea, reduciendo así la exagerada dependencia de Estados Unidos que tiene el continente.

Especialmente en vista de las próximas elecciones presidenciales para la Casa Blanca, en noviembre de este año, en las que muchos dan por sentada la victoria de Trump. Vale la pena recordar que Trump no es un gran entusiasta de la OTAN, lo que pone a los países europeos en un verdadero aprieto con respecto a la continuación del conflicto en Ucrania.

En teoría, al menos, este enfoque trilateral franco-alemán-polaco sería un medio de coordinar una posición común en Europa para hacer frente a las implicaciones de un escenario prolongado de hostilidades que involucre a Occidente y Rusia. Aun así, en el ámbito militar poco pueden hacer los países europeos, con la excepción de enviar armas a Kiev para continuar con los esfuerzos bélicos ucranianos que, hasta el momento, no han dado los resultados que muchos esperaban.

Sea como sea, la cuestión de una Unión Europea liderada por Francia o incluso el Triángulo de Weimar está lejos de concretarse. Estados Unidos seguirá siendo el principal garante de la seguridad -o inseguridad- en el continente, lo que coloca a los europeos en una condición ineludible de sumisión a los dictados de Washington.

Es más, el canciller alemán Olaf Scholz hizo una declaración reciente afirmando que, en el corto plazo, "no habrá tropas terrestres de los países europeos de la OTAN" en Ucrania, en marcado contraste con la sugerencia de Macron.

Otro punto de inflexión importante en este respecto fue la renuencia de Berlín a enviar misiles de crucero del tipo Taurus a Ucrania en las semanas anteriores. En primer lugar, dichos misiles tendrían alcance suficiente para atacar ciudades rusas como Moscú y San Petersburgo; en segundo lugar, requerirían la supervisión de las tropas alemanas en suelo ucraniano, para el funcionamiento y mantenimiento de estos equipos, lo que los convertiría en objetivos militares legítimos para los ataques de las tropas rusas.

Además, no es difícil entender que el envío de tropas de la OTAN a Ucrania sin duda provocaría una reacción aún más asertiva por parte de Moscú. Ahora, tras las infames declaraciones del presidente francés, Putin se apresuró a anunciar que la movilización de tropas europeas de la OTAN en Ucrania llevaría a Rusia a utilizar todos los medios disponibles para defender sus intereses de seguridad dentro de la operación militar especial.

En este contexto y debido a los avances rusos sobre el terreno, el aliento de las audiencias occidentales sobre la continuidad de la ayuda financiera a Ucrania se agotaría rápidamente, poniendo a la clase política en Washington y Bruselas en verdaderos problemas.

Además, es importante recordar una vez más que el Kremlin tiene varias opciones estratégicas para hacer frente a la amenaza potencial de una participación directa de la OTAN en el conflicto. Recientemente, Rusia probó su misil balístico intercontinental Yars para demostrar que su disuasión nuclear sigue siendo eficaz.

Arriesgarse a intensificar la confrontación en Ucrania contra una potencia nuclear como Rusia, yendo en contra de la sabiduría convencional de las relaciones internacionales, basadas en el concepto de "destrucción mutua asegurada", es un paso que la mayoría de las naciones europeas no están dispuestas a dar, ni siquiera bajo la presión del gobierno estadounidense.

La verdad, aunque la posibilidad de un conflicto nuclear entre Rusia y Occidente es pequeña, esto no excluye que el conflicto en Ucrania pueda, de una forma u otra, escalar aún más en los próximos meses. Entonces, ¿hacia dónde se dirige Europa a partir de ahora? Teniendo en cuenta las declaraciones alemanas, que intentaron minimizar el entusiasmo extravagante de la Francia de Macron, sigue siendo poco probable que los principales países europeos lleguen a un acuerdo sobre cualquier tema que pueda cambiar radicalmente el curso del conflicto.

Siendo realistas, sin embargo, mucho dependerá del desarrollo de las próximas semanas, en términos de si los líderes de la OTAN deciden intervenir directamente en Ucrania o no. Por ahora, la conferencia de marzo del llamado Triángulo de Weimar no fue más que un intento de formar una especie de eje París-Berlín-Varsovia, destinado exclusivamente a aumentar la presión contra Rusia.

El plan, una vez más, acabó resultando contraproducente. Pero la pregunta sigue siendo si la OTAN alguna vez considerará -en serio- enviar tropas a Europa del Este, incluso desafiando su carta fundacional.

Si lo hace, no sólo la Alianza Atlántica corre el riesgo de sufrir la mayor vergüenza de su historia, sino que Occidente corre el riesgo de perder otra guerra contra Rusia. Los franceses y los alemanes saben muy bien cómo es este sentimiento.