El fracaso del plan de paz del enviado de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan, tras la matanza en Hula, allana el camino a Estados Unidos y sus aliados para promover una intervención militar en Siria que conducirá al derrocamiento del presidente Bashar Asad, y la aparición de un gobierno desconocido incapaz de evitar una muy probable guerra civil en ese país árabe.
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Según diarios rusos, con mucha exactitud se cumplieron las advertencias hechas por el ministro ruso de exteriores Serguei Lavrov, cuando alertó de que existen fuerzas interesadas en que la crisis siria se desarrolle de la misma forma que la revolución en Libia.

La matanza en Hula, una población habitada en su mayoría por sunitas opositores al gobierno, sobrepasó todos los límites de la crueldad con la muerte de más de un centenar de civiles, entre ellos mujeres y niños.7

La impiedad demostrada por los ejecutores no tuvo límites, pues la mayoría de las víctimas fueron abatidas a quemarropa y asesinadas con armas blancas.

Según las versiones difundidas, Hula, cerca a la frontera con Líbano y de Homs (centro opositor), fue atacada por el ejército sirio que utilizó su artillería, y a pesar del fuego, posteriormente a la ciudad entraron hombres armados que irrumpieron en las viviendas asesinando a sangre fría a sus ocupantes.

La oposición siria, funcionarios de la ONU y la prensa occidental aseguran que la matanza fue perpetrada por milicianos de la organización paramilitar progubernamental "Shabiha" (los fantasmas).

Por su parte, el Gobierno de Damasco negó categóricamente la implicación del ejército, entidades de seguridad y orden público en la matanza y países como Rusia y China, pidieron una investigación exhaustiva para establecer a los responsables de lo que parece una provocación.

Al comentar las consecuencias de lo ocurrido, la prensa rusa destacó que la matanza comprometió definitivamente la imagen del presidente Bashar.

Francia, España, Alemania, Japón, Canadá, Bélgica, Holanda, Japón, Suiza, Bulgaria y Reino Unido, anunciaron la expulsión de los embajadores de Siria en esos países, mientras que Australia y Turquía expulsaron de su territorio a las misiones diplomáticas sirias por completo.

Alentados por el aislamiento total, el opositor Ejército Libre de Siria (ELS) anunció un ultimátum de 48 horas para "cesar la violencia en el país", declaró el portavoz de los insurgentes, Qassim Saadeddine.

Al explicar los términos del ultimátum, el líder del ELS dijo que finalizado ese plazo, "estaremos libres de cualquier compromiso para defender a la población civil sus pueblos y ciudades", es decir, violar el alto al fuego promovido por Kofi Annan, y emprender la lucha armada contra las tropas gubernamentales.

Expertos rusos consideran que la intervención militar para derrocar a Asad es inevitable a pesar del veto impuesto por Rusia y China a un proyecto de resolución del consejo de seguridad relacionado con la matanza en Hula.

Al respecto, el diario The Washington Post informó que los rebeldes ya comenzaron a recibir dolares como también armamento y pertrechos donados por países del Golfo Pérsico.

Además, Estados Unidos adelanta negociaciones con los kurdos sirios sobre su particpación en la rebelión y Turquía seriamente piensa en la creación de una "zona de contención" en la frontera con Siria para que la oposición armada pueda crear una especie de "Bengazi sirio" donde la oposición a Asad puedan organizar un ejercito para combatir contra las tropas de Damasco.

Expertos citados por la prensa rusa afirman que en la pasada cumbre de la OTAN en Chicago, tácitamente se acordó poner en marcha varios planes encaminados a derrocar a Bashar por la fuerza y se dio luz verde a Turquía para crear la zona de contención en su frontera sur que limita con Siria.

En el plan general contra Asad, las monarquías del Golfo Pérsico asumirán todos los asuntos de financiación, los turcos crearán las bases de entrenamiento para las tropas insurgentes y los estadounidenses asuntos políticos como la designación de los nuevos líderes revolucionarios, la formación de organizaciones o gobiernos en el exilio, y con el poyo de la prensa bajo su control, garantizar la aprobación y apoyo a nivel internacional.

Un asunto delicado porque los diplomáticos estadounidenses deben convencer a muchos escépticos de que su estrategia salvadora en Siria no tiene nada que ver con una injerencia en los asuntos internos de un país soberano, y mucho menos con una intervención militar extranjera, sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU.
Al pronosticar la forma que se desarrollará la intervención, los expertos solo hacen conjeturas, pero lo que si tienen claro es que los enemigos de Asad ya tienen el motivo y los rebeldes ya comenzaron a recibir dinero y armas.

Y no obstante, al poner en marcha el juego sirio, los estadounidenses, los turcos y los monarcas árabes están jugando a la ruleta rusa.

Porque los canales para ayudar a la rebelión está en manos de muchos, entre ellos los gobiernos extranjeros, sus servicios secretos, partidos religiosos y organizaciones de todo tipo y también terroristas profesionales.

Y en este caso pueden aparecer organizaciones y gobiernos que pueden ser muy poco leales e incluso hostiles a sus protectores.

Y los ejemplos sobran, tanto viejos como nuevos, entre los antiguos la creación de la resistencia armada para combatir la invasión soviética en Afganistán que posteriormente se convirtió en la guerrilla Talibán y la organización Al Qaeda con engendros de la talla de Osama bin Laden.

Los nuevos están a la vista en Egipto, donde se perfila un gobierno islamista radical, y Libia donde el caos todavía prevalece.